La Betina

¿Pero cómo irle a creer a la Betina, con su fama de patrañera, neurótica, paranoica? Y vaya que a sus 25 cumplidos se ve hermosa con sus lágrimas, moquis, naricita levemente enrojecida y un aliento joven que me roza los mostachos. «Cálmese, ¿quiere mi gordolobo?» «¡Ándele! ¿Gordolobo usted también? ¿Usted también violación multitudinaria, y a su edad?» «Infusión de gordolobo, para calmar sus nervios. Tranquilícese». «Tranquilícese. Cómo se ve que no fue a usted a quien pasaron a dar gordolobo. Y en frío. Míreme este hombro, mordidas y arañazos; y por acá, moretones. Los de allá abajo no se los quisiera enseñar porque soy una muchacha decente. Ora que si usted insiste…»

Yo, de acomedido: «Se confundió. Los atacantes que dice son incapaces de una indignidad. Sus moretitos, déjeme masajearlos». Yo, acomedido. «Sería violación de alguna de las pandillas que andan sin bozal y que por la noche salen de sus madrigueras a saciar sus corrompidos instintos. Ya, ya, deje limpiarle sus moquitos. Puje». Y como si mi mano en su naricita le diese cuerda, la Betina volvió al sollozo y a los detalles del asalto «con robo y violación tumultuaria». Yo, secándole sus lagrimitas, toqueteándole sus moretitos, todo en diminutivo. De su relación deshilacliada reconstruí la pesadilla que anoche vivió la Betina, funcionaría de la burocracia nacional.

Noche cerrada en la entraña del barrio bajo, corazón del arrabal. Farolillo que alumbras apenas mi calle desierta: cómo, en la lobreguez de la noche y el resfrío de la nocharniega llovizna, sollozas escurrimientos de lágrimas frías. A lo lejos, una sirena de ambulancia. A lo lejos. Aquí, en los bandazos de un vientecillo resfriado, la calidez del ánima arrabalera: «Ay, quiéreme / porque ya creo merecerte / porque ya logré ponerte...» Y el suspirar aguardentoso. Betina.

Cuajarón de sombras silenciosas, la calleja De repente, taconeos presurosos y, acercándose, la silueta de esa sota moza que viene rumbo al farol. ¡Pero si es la Betina, burócrata de Rezagos Varios, que se dirige al conjunto habitacional de aquí cerca! ¿La ven? Ya se le distingue su rostro; tenso, receloso, pajareando hacia el seto de arbustos. Y es que la joven de acusada vocación burocrática trae la mente congestionada con las imágenes que le ventoseó en plena cara el aparato de TV de la oficina: asaltos, secuestros, violaciones, ajustes de cuentas, rodar de cabezas sin cuerpo, de cuerpos sin cabeza, todos con el recado correspondiente, garapiñado de zetas. Y que la anciana violada por los sardos, y los sardos que viola a la menor de edad (sospechosa de ser sospechosa de algo sospechoso). Animas santas. Por arrojar de la mente las imágenes del asaltante, del violador, de los sardos en brama que le inoculó la TV, en su mente redacta un memo(randum): «A quien corresponda: por la presente pongo en su conocimiento que al llegar a mi depto., quitándome esta faja, dirijome a descargar una necesidad menor, póngome mis pantuflas y procedo a introducirme y agarrarme un huevín. A ver; introducirme a la cocina y freírme uno con doble ración de cebolla. Total, que nadie me lo va a oler (ay, San Juan Diego, si es que de chiripada exististe, qué soledad de callejón… Prosigo: seguidamente voyme a chupar (ah, ¿dipsómana?): a chuparme mi vasito de leche caliente con su cocoa, y prendo la tele y veo a la banda, pero no la del Recodo sino la que formó el Chapo (¡No es cierto, cruz, cruz, que se vaya el Chapo y venga el Niñito Jesús!) Corrijo: agárrome un libro con las fabulillas de El Valedor que, para el insomnio, santo-remedio. Luego a rezar mis devociones y acostarme, volverme para la pared y a soñar con el tarado de Chencho el archivista, que por más que aviéntomele por derecho y tírome al ruedo para que me haga rodar sin puntilla, el muy chencho no procede a proceder». Esta calle, solitaria, y el taxi tan caro, y luego te trepas a uno y te trepa, o tantito peor, te asalta y te..

Ya rebasó el farol. De repente, engendro de las sombras… ¡ay, Santa Muerte! Ahí, contra las costillas de la sota moza, las armas de alto poder y el aliento a pudrición: «¡Alto! ¡No se te ocurra oponer resistencia! ¡Álzalas!»

– ¿Alzarlas? ¿Qué alce qué, señores encapuchados? ¿Qué es esto..?»
– ¡En qué cartel operas! ¿Eres de los Zetas o de los Pelones?

– Ay, no, pelones no. ¡Auxilio..!
– ¡No te resistas! ¡Ábrelas por tu propio pie, pinche puta de los Zetas!

Ella, el terror. Clamó al cielo (y no la oyó): «¡Auxilio, fuerzas de la AFI, la PFP, los Zetas, los Pelones, los kaibiles! ¡Auxilio, sargentos y coroneles!»

Nos pasastes lista, morra. Grita tienes adentro un cabo, y de imaginaria está un Pelón. ¡Confiesa! ¡Nombres y alias de los asesinos de soldados! ¡Aquí se respeta la ley! ¿Ya mero, mi sargento primero? Yo voy en segundo.

Eso, anoche. Yo ahora, acomedido que soy: «Delirios, Betina. ¡Por el honor de la Patria! Ese es el lema de nuestro glorioso ejército. Recuéstese, voy a auscultarla. ¿No será una gastritis mal atendida?» Porque policías y soldados son incapaces de.. (En fin)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *