Salir con la frente en alto a pesar del dolor. La vida continúa..
Lo leí, me estremecí. Venteé, la tragedia del héroe, su temple, bizarría y estoicismo; su serenidad ante la tragedia ¿Del drama clásico qué personaje, enfrentado a los dioses, al hado, a la Moira, pudo, al caer al hachazo del insobornable destino, levantar la frente y pronunciar la frase? Mis valedores…
Salir con la frente en alto a pesar del dolor, empresa vedada a nosotros, los débiles, corazoncillo de jericalla A todos nosotros, los sensibleros que a flor de pupila cargamos esa furtiva lágrima que en ocasiones no logramos domeñar, y entonces brinca, rebelde, y a la vista de todos nos descompone los rasgos del rostro y nos los riñe de vergüenza. Las lágrimas que nos exprimió la muerte cuando cargó con la madre Tula, o cuando la vida, insensible, se raptó a mi Nallieli. Y al retorcimiento de la dolencia cómo clamar, simplemente: la vida continúa. ¿Es vida la nuestra o sólo su apodo, su alias? Tula, Nallieli, mi juventud. «Y ya a la orilla de todo -medito enloquecido- en lo que he sido- en lo que es ido…» Por ahí va la frase del poeta. Y qué hacer…
Salir con la frente en alto. Miro las fotos de los dolientes, intuyo el drama ¿Qué trecho de tu vida puedes haber caminado tú, que te desmoreces al dolor? ¿Veinte años? Tú, de barbilla incipiente, que con lágrimas sin veda pudor, intimidad, asperjas los cuatro rumbos de la tosa, ¿eres, acaso, más joven que ese, el de junto, que miro levantando a los cielos unos puños crispados, tanto como los rasgos de un su rostro distorsionado, contorsionado, charamusca del dolor que se expresa a aullidos? Ah de los ojos remachados; ah de una boca abierta de par en par; de los puños que encaran los santos cielos y amenazan con derrumbarlos, acabar con ellos, y con todo y con todos, y así dar muerte al dolorimiento. Con la frente en alto. Trágico.
Acaso más me impresionen las expresiones faciales de ese segundo en la foto, el del rostro de ojos remachados y boca abierta de par en par. Observo que semejante dolor se va metamorfoseando; que el ceño se frunce las cejas se tornan colas de escorpión y de la lágrima que se reseca emerge una ardida exasperación, una árida rabia en esas fauces que se erosionan mientras los dientes parecen a punta de morder, triturar. A tarascadas. El anciano de junto: volcán que se apaga, sus grietas aún rezuman lloraderas de humedad, grietas resecas por las cataratas, contrasentido patético. Y qué será más de impresionar: la lágrima viril, el rabioso llorar, la pena ya sosegada, cansada del áspero oficio del diario vivir, o el sacudirse en sollozos del niño que comienza a saborear el amarguísimo sabor de la pena Miren las fotos de los matutinos y duélanse al verlas. Compadézcanse si tal sentimiento les despiertan los rostros descritos, un puro ardimiento y un majestuoso dolor.
¿A mí? No. A mí tales muestras de dolor impotente me generan desprecio, impaciencia exasperación. ¿Yo, insensible? No es insensibilidad. El desprecio, el desdén de estos rasgos lacrimosos se origina en la causa del llorar colectivo, en el graderío del estadio futbolero: ¡un equipo del clásico pasecito a la red ha caído a los infiernos de la segunda división! ¡El Querétaro, sí, a la «Primera A«! Y el rostro de rasgos distorsionados, y los puños que se alzan al cielo, y ese que pudibundo Julio César al recibir las mortales puñaladas, oculta en la casimeta del club los visajes que le arranca el dolor. Y viejos y niños en la viva lágrima, como también los adultos y alguna jovencita deshecha en llanto. Por asuntos del clásico pasecito a la red. Ah, esos héroes por delegación.
¿Yo, honrar esas lágrimas? ¿No son las mismas que en su momento brotaron – siguen fluyendo- por Pedro Infante, Juan Pablo II, La Morenita o contra la despenalización del aborto? ¿Yo respetar esa rabia, esas lágrimas, esa indignación? ¿Tengo yo vocación de Perra Brava? Miro las fotos, medito en ese «Salir con la frente en alto«, del futbolista en derrota, y pienso, desalentado, en las opiniones del analista «El fútbol, como espectáculo para las masas, sólo aparece cuando una población ha sido ejercitada, regimentada y deprimida a tal punto que necesita cuando menos una participación por delegación de las proezas donde se requiere fuerza y habilidad, a fin de que no decaiga por completo su desfalleciente sentido de la vida«. Y esta más: «El deporte por delegación, como es el fútbol, es una característica de la sociedad de clases. Las clases altas practican personalmente el deporte (golf, polo, tenis, equitación): sólo las clases bajas están reducidas al espectáculo pasivo del fútbol que los entrena para la dependencia, la pasividad, la minoría de edad mental y la no participación en la vida pública». Y yo digo:
Esas lágrimas (delirio, fervor, agonía), ¿espontáneas? ¿no serán pasiones, emociones y reacciones mañosamente inducidas a lo artificial y artificioso en el débil de espíritu como opiáceos de las masas oprimidas, deprimidas? Alineación, manipulación, enajenación, ¡cinescopio! Ah, masas. (En fin.)