Porque me alarma el escándalo que arman a estas horas los de sotana y capa pluvial saco del archivo las fotos y las contemplo de una vez más. La primera, fechada en Nueva York, exhibe a un individuo con aspecto de gerente de banco. ¿Pero con sus muñecas esposadas? Leo el pie de foto: El ex-cura Paul Shanley, figura central dentro del escándalo de abusos sexuales, irá 15 años a prisión por violación repetida de un niño en los años 80.
Paidófilos de sotana. Miro la segunda foto, que exhibe a cierto individuo de alrededor de 25 años. Fruncido mi ánimo pienso y medito: horror: ¿pude yo ser uno de esos? Dios, el destino, la moira, el azar o mi buena fortuna me libraron de tal maldición. Porque, mis valedores, yo iba a ser sacerdote…
Vuelvo a la foto, fechada en algún poblado de Veracruz. El individuo, joven aún, se advierte ya fofo de carnes, mofletudo y rollizo bajo su vestidura blanca con motivos religiosos: la cruz, la paloma, el alfa y la omega, el pez. Un sacerdote, sí, un paidófilo más, éste descubierto en la Sierra Norte de Veracruz, por allá donde se dice que unos soldados, y que una doña Ernestina Ascencio… si, allá por los bebederos del arpa, la vozarrona y la guitarra de son. ¿Los hechos que incriminan al curita? Una historia vulgar: con el pretexto de impartir clases de catecismo, y como los servicios del culto requieren de monaguillos, el religioso convocaba a niños de la localidad; que te voy a enseñar ajedrez, que te acompaño en tus juegos y te ayudo en la tarea escolar, pero sé buenito conmigo, y ándenle, mira te va a gustar…
– El padre me empezó a besar en la boca, me metía la lengua, me abrazaba Que me quería mucho, y se me restregaba..
La historia de siempre, vulgar y tan conocida: el ministro de culto, entera su potencia sexual e incapaz de domar su propia naturaleza, desfoga los impulsos de libido con quienes (en quienes) supone que menos se compromete y peca menos escandalosamente…
– Me acostaba en una cama de la casa parroquial, y yo sentía su miembro. Me apretaba y me lo refregaba en mi cuerpo. Me besaba el cuello y me acariciaba mis piernas y brazos, diciéndome que me quería mucho. Luego tomaba mis pantalones y…
La escena de siempre, y soterrada hasta que afloró la suciedad de los padrecitos Maciel legionarios de Cristo y compinches en prácticas de pederastía Y esto es comprensible. ¿O qué? Son sacerdotes, pero humanos también, y algunos sin la fe, la vocación, la mística y el temple de carácter para sublimar su libido y mantenerse en sañuda castidad, ese estado anti-natura en el que en el siglo XII los fue a arrojar don Hildebrando (Gregorio Vil). Achaques de la Edad Oscura…
Sabio mi Dios, y tan comprensivo; yo pasé por el seminario, vestí la sotana e iba a ser sacerdote y a torcerme los naturales instintos de Madre Natura. Ya antes conocí el claustro donde me preparaban para monje capuchino, la flor y el espejo de los franciscanos más cercanos al Seráfico de Asis. Yo ahí, fanático de mis principios y convicciones, me silicié y sometí a privaciones y disciplinas en verdad espartanas, hasta que mi sistema nervioso tronó y fui rescatado por un obispo, que me internó en el seminario: juegos, estudio, canto, recreo; vida, pues. Pero bondadoso, comprensivo que fue Dios conmigo (o el hado, la moira, el azar), porque entre más lo pienso…
El horror: de haber llegado a los votos, ¿qué sería yo a estas horas, infeliz de mí? ¿Un cura que predicase el desprendimiento de los bienes terrenales mientras viviera la vida opulenta de Onésimo Cepeda? ¿uno que proclamase al César lo suyo y a Dios etc., mientras anduviera de entrometido hasta la tonsura en la politiquería, como el pri-panista Norberto Rivera? O de plano y al derecho: amador irredento de la mujer como soy a estas horas, oficiante de esa expresión máxima de la humana libertad que es la cultura del erotismo, ¿habría yo logrado domar a Madre Natura o habría caído a impulsos de una sexualidad sesgada, torcida, morbosa, en fin? ¿Habría yo tornado adúltera a «mi más efusiva penitente», que dijo poeta? Semejantes transgresiones a la castidad, ¿me producían espeluznos en la conciencia, y viviría condenado en mi vida? Mis valedores…
En el proceso de la salvación del ánima, el buen cristiano suele iniciar, como Agustín el de Hipona, una vida de disipación y pecado, pero a tiempo de enderezar el rumbo. María Egipciaca comenzó trepando a todos los lechos de todos los libertinos, y acabó trepándose a los altares. Pero yo, lástima, comencé por la sotana y la oración del Oficio Divino, y puedo sufrir el riguroso destino que marca el dicharajo: «El que de santo resbala hasta el infierno no para.»
¿Paidófilo yo? ¿Ese sería mi asqueroso destino si me hubiese ordenado sacerdote? (Dios…)