La sublimación de Tartufo, mis valedores. Su glorificación. Aquí, allá, en dondequiera, el personaje de Moliere se manifiesta en toda su cínica dimensión: vivo, actual, actuante, indestructible. Tartufo vive y alienta en el matancero internacional G. W. Bush, que a la vista de los 32,33 restos mortales que acaba de arrojar la patología irracionalidad en alguna escuela de los EEUU, las entrañas se le enternecen, invoca a Dios y en el duelo pronuncia la oración fúnebre.
Lógico, sí, ¿y los cientos de miles de cadáveres que provoca en Irak, víctima de ese mismo Bush conmovido hasta el tuétano frente a los restos de estudiantes desparramados en el colegio gringo? Tartufo en pleno…
Pero Tartufo alienta también en el hombre de Los Pinos: ¿pues no se apresuró a presentar sus condolencias al genocida, cuando el desparramadero de hasta 28 cadáveres mexicanos que acaba de provocar el accidente vial en Chihuahua no le mereció una palabra de compasión ni el más mínimo gesto de aliento a los deudos de la tragedia? Tartufo, vivo y actuante…
Allá, Bush sostiene una ruda guerra contra el terrorismo (sin aclarar que se trata de un terrorismo contestatario del terrorismo original que él perpetra en tantos países del mundo), pero saca de la prisión al terrorista de la CIA y multi-asesino Luis Posada Carriles, autor del sabotaje al avión de Cubana de Aviación que hace unos años despedazó a 73 seres humanos. Tartufo, sin más.
Por cuanto a los «medios»: tartufos son, colonizados colonizadores, que se desentienden de los iraquíes muertos por la invasión estadounidense, al igual que de los fallecidos en Chihuahua, para clamar a lo hipócrita su estupor y su duelo por las 32 víctimas del estudiante suicida, y reiterar datos, cifras, detalles, aconteceres, circunstancias, secuelas, de la tragedia estudiantil. Manipulación enajenante la de semejantes tartufos…
No, y las masas de nuestro país que así, a lo manso y pasivo se dejan manipular por los susodichos «medios» y, dolorimiento inducido, los días se han pasado lamentando el drama del colegio gringo, y lo comentan, reiteran, remuelen, rumian y vuelven a rumiar, y toman como propia la masacre como si la celebrasen el duelo de sus propios familiares, cuando la tragedia de Chihuahua les ha pasado casi inadvertida Esos no son Tartufos; son, cuando más, el rebaño de perplejos que nombra el analista Colonizados son, y enajenados, sumisos y dependientes, que gozan y se duelen a las órdenes que les da el Imperio por medio de su vocera la industria del periodismo.
Tartufismo: esas mismas entrañitas lastimadas ahora claman, católicos inducidos por sus pastores, contra la despenalización del aborto.
«¡Los mexicanos no somos asesinos! El pueblo mexicano cree en el mismo Dios. ¿Cuál sería la decisión de Cristo, si le preguntaran sobre el aborto? Su respuesta serta: ¡No al aborto! ¡Alto a la iniciativa criminal!»
A ver, a ver, un momento: a esos que mientan a Cristo y afirman conocer sus respuestas mejor sería preguntarles: ¿hasta qué grado se contristaron en la Semana Santa frente la pasión y muerte de ese mismo Cristo que conocen tan bien? ¿En el templo, en la meditación, en el arrepentimiento sincero por unas culpas que llevaron al Ungido a la cima del Golgota? ¿Esos están cerca de Cristo? ¿Dónde lo ubican esos que tan a la ligera lo mientan? Lo afirma el teólogo:
«La Justicia y la caridad son los únicos y más seguros signos de la verdadera fe católica (…) dondequiera que estén, ahí está verdaderamente Cristo, y dondequiera que falten, Cristo está ausente».
¿Esto lo saben tales católicos siempre de dicho, que nunca de acciones? ¿Esos católicos del Cristo en los labios dónde anduvieron durante la conmemoración del Calvario? El Tartufo que hoy, en las calles y en las plazas públicas, mienta al Ungido, se largó a la playa, a la tanga y la fritanga al antro y la beberecua a la trepidante aventura del motel. Ah, gesticuladores…
En la conducta de Bush, de Calderón, de los medios de condicionamiento de masas y de esas masas católicas y vacacionistas de Semana Santa que ahora pretenden acreditarse de muy buenos cristianos, yo percibo la presencia de Tartufo que se hace pasar por religioso incorruptible y observante fiel de la ley de Dios, pero que se descara y muestra lo que es en esencia un cínico, al intentar el coito adulterino con la esposa de Orgón, protector de semejante picaro. Su «tartufismo» al intentar convencerla:
El cielo prohibe determinados placeres, pero podemos estar en paz con él (…) Existe la ciencia del saber (…) rectificar las malas acciones con la pureza de nuestra intención. Satisfaga mis deseos, señora, y no sienta ningún temor.
Bush, Calderón, los «medios», los católicos de membrete Gloria al Tartufo que ellos alientan y tornan indestructible. (Dios.)
El Arte de la Guerra es el Arte de la Ficción; si eres fuerte aparenta ser débil, si eres débil fuerte, si estás cerca ; lejos si lejos cerca. Seguramente hoy Sun Tzu escribiría si eres corrupto aparenta ser honesto , si eres un criminal aprenta ser humanista , etc. Estamos en guerra.