La memoria histórica, que no se nos pierda En la vida de una nación es de capital importancia como para irla a extraviar al modo como intentan escamoteárnosla los gobernantes del país. Presente en mi mente la crónica de la invasión de tropas norteamericanas a la ciudad y puerto de Veracruz, que se inició el 21 de abril de 1994, no me había referido al tema porque aguardaba conocer lo que en la ceremonia conmemorativa dijera el de Los Pinos. Y sí…
Enérgico, contundente, el hombre no condenó a los invasores ni exaltó a sus víctimas, no. Se trasladó a Veracruz para formular una advertencia (¡una más!) «a quienes se coludan con la delincuencia y traicionen a México, porque estamos firmemente decididos a no ceder ninguna plaza a nuestros enemigos».
Fue así como el de Los Pinos preservó . para los mexicanos la memoria histórica…
Pero nosotros no. Que los muertos entierren a sus muertos. Que Calderón haga la graciosa huida a la verdad histórica Nosotros no. Porque es de provecho poner a prueba nuestra capacidad de vergüenza de indignación y de acción; nosotros a sopesar, a ponderar, los sucesos nefandos del imperialismo invasor y la respuesta soberbia de los defensores nativos.
Paisanos, tengan presente, no se les vaya a olvidar. No olvidar que fue un día 21 de abril de 1914 cuando W. Wilson, el G. W. Bush de aquel entonces, ordenó a sus tropas norteamericanas invadir la ciudad de Veracruz. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas, del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimos, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. La historia, es una gigantesca zopilotera y un gran hedor. El telegrama que preludia el principio de la crisis:
Chihuahua, 21 de feb. 1914 Sr. Venustiano Carranza: inglés William S. Benton trató de asesinarme en Cd. Juárez. Pude desarmarlo y lo entregué a un consejo de guerra, que lo condenó a muerte. Respetuosamente, Gral. Francisco Villa».
La reacción de Washington: «Sr. Carranza: mi gobierno exige pronta averiguación. De otra suerte se complicará gravemente la situación y obligará a este gobierno a tomar medidas sumamente serias. Estamos seguros de que Ud. obrará inmediatamente E. H. Bryan, Sec. de Estado».
Pero el fusilado era súbdito inglés, y así lo hizo saber Carranza al de Washington. La prensa de aquel país calienta los ánimos:
«Carranza desafía la Doctrina Monroe. Al negar el permiso a nuestro Depto. de Estado para investigar el asesinato de Benson, Carranza no hace más que dar una bofetada al Presidente Wilson en plena cara y patear la Doctrina Monroe. En 90 años que tiene de vida la Doctrina Monroe ninguna de las más grandes potencias europeas ha hecho jamás lo que hace ahora el Jefe de los mexicanos que están fuera de la ley. Carranza no es un indio ignorante, iletrado, matón como Villa, que durante toda su carrera ha sido un ladrón y un matoide como bestia salvaje. ¡Pero Carranza! Educado en la escuela gubernamental, entrenado en el servicio oficial, experimentado en asuntos americanos, versado en la relaciones internacionales, sabe exactamente lo que quiere decir cuando le dice al Sr. Wilson que en México no son los Estados Unidos sino la Gran Bretaña misma la que debe ocuparse de la suerte de los ingleses, cuando se les asesina.»
La toma de Veracruz fue precedida por el incidente mentirosamente llamado insulto a la bandera americana, ocurrido en Tampico el Jueves Santo del 9 de abril de 1914. Estando sitiado Tampico por los carrancistas y prohibido el libre paso dentro de una zona entraron en ella sin el debido permiso de la autoridad militar mexicana, un oficial y nueve marinos uniformados del Dolphin. Detenidos -conforme a la Ordenanza y a las leyes de la guerra- por el jefe del punto, coronel Hinojosa, fueron conducidos ante el general Morelos Zaragoza, Jefe de las Armas, y allí inmediatamente, sin investigación alguna puestos en libertad con atentas excusas del general mexicano. No hubo, pues, más falta que la de los marinos del Dolphin, que violaron una prohibición de las autoridades mexicanas. A pesar de eso, el Contralmirante Mayo, jefe de la escuadra estadounidense -que, en contravención de las leyes mexicanas, estaba anclado en Tampico desde hacía meses- exigió una reparación por el insulto hecho a la bandera americana, reparación que consistía principalmente en izarla en territorio mexicano y saludarla con veintiún cañonazos…
Llevado el asunto a sus respectivos gobiernos, el mexicano ofreció una amplia investigación sobre la muerte del súbdito inglés, para que si alguien resulta culpable de…» (Mañana)