Onanismo mental

«Asumiré el liderazgo en la protección de los sectores más vulnerables de la población mexicana». -Antonio Morales de la Peña, titular de la PROFECO-

Esta vez, mis valedores, los sucesos memoriosos, esos que de pronto nos vuelven de revés, que nos fuerzan a mirarnos de piel adentro y, el ánimo en posición fetal, tornarnos melancólicos porque en el recuerdo somos jóvenes otra vez, y otra vez adolescentes, y felices de nueva cuenta. «¿Te acuerdas..?’

Me acuerdo, sí, y a propósito: ¿qué fue lo que abrió la espita de la memoria a aquélla frutal sota moza, la María Antonia que nos acaba de llegar al edificio de Cádiz? Y a mí, ¿qué fue lo que me obligaba a contemplar a la recién llegada, madura mujer de formas todavía muchachas? ¿Fue su modo de mirar, su dejo en el habla? ¿Fue en mi lengua el regusto del agua de menta y azahar? Como si no lo supiera: fue esta intolerable soledad, y no más. Ahí, en mi ventana, la luz mortecina del último sol. Pero sí, mis valedores, me explico.

– ¿Ya vio esta mala noticia, señor bigotón?

Ella y yo, solos en mi humilde depto. de Cádiz. Recordé el letrero en la trasera del camión materialista; «Las goza quien las merece, porque yo con verlas descanso». Y aquel suspirillo…

– Que los líderes campesinos prevén un alza de hasta 30 por ciento en los alimentos básicos. Ellos, a su vez, amenazan al nuevo gobierno: «Si en el primer trimestre no hay resultado, habrá movilizaciones. Esta es la prueba de fuego de Calderón y el momento de propuestas serias para los campesinos afectados por la falta de empleo y salarios remunerados». Lea la noticia. Leí la noticia, y vaya que los campesinos tienen razón «¿Sabía que en el 2006 los productos básicos se elevaron de un 20 hasta un 100 por ciento?»

La carestía de la canasta básica, mis valedores, apenas al comienzo del sexenio de la imposición. Por fortuna ahí, en el matutino, la nota alentadora- que la Procuraduría Federal del Consumidor vigilará que no se alteren los precios. «Por más que lástima de las 70 mil tortillerías que existen en el país, la PROFECO apenas monitorea 206 establecimientos»

– ¿La PROFECO, dice usted? ¿La PROFECO va a velar por nosotros frente a los fementidos de la MASECA? No mechinglés, que por propia experiencia sé lo que vale la tal PROFECO…

Achis, achis. «De esa precisamente, qué coincidencia acabo de recibir este oficio, véalo».
Un documento pringado de sellos, matasellos, logotipos, anagramas, aguilitas tricolores y ringorrangos de rúbricas como orinadas de perro impaciente. «Dirección General de Quejas». Y el texto:

En relación a su queja, le solicitamos indique el domicilio del proveedor a fin de tramitar debidamente su declaración. Atnte.

Y unas siglas y la fecha de hace unos días.

Y más abajo: La leche la dan adulterada y a la compra de menos de un cuarto la venden a tanto más cuanto.

La Maritoña suspiró, dióle el amamantón a la de cuasia con ixtafiate y cuachalalá. Vi que entornaba sus párpados. Su voz se tornó memoriosa

– Parece que fue ayer. ¿Sabe? Este papel ha venido a acarrearme una pila de recuerdos y una gran preocupación. Parece que fue ayer…

Miré en silencio a la sota moza que, con su ausente voz:

– Sucede que el día de mi queja ante la PROFECO, Arcadio me había llevado dizque a merendar. Andábamos de novios, ¿sabe?

– Yo tenía entendido que se llamaba Ramón.

– El Moncho es otro; un plato de segunda mesa, como si dijéramos. Arcadio fue mi primero. Muy propio y formal, al principio anduvo saliendo conmigo como Dios manda, o sea en plan de noviazgo. Me acuerdo…

– Pero se casaron usted y el Arcadio, ¿no?

– Y cómo no íbamos a casarnos. Y de emergencia que el Arcadio chico ya se me había venido a acomodar en la puerta con perdón; y qué hacer, sino correr al registro civil antes de la cesárea y el vestido blanco. Qué tiempos…

Una mirada se le iba y otra se le venía Maritoña, frutal. Para no prolongárselas, mis valedores (la plática): el restaurante de la mala leche, a decir de la sota moza quebró de ahí a pocos meses.

– Porque tarde o temprano Dios castiga a los abusivos, dice creo que Confucio o Norberto Rivera, y que al que obra mal se le pudre el no le voy a decir cuál porque todavía no nos tenemos la suficiente confianza

– Entiendo que el incidente ocurrió hace ya algunos ayeres…

– Uh, una pila de ayeres, nomás échele cuentas: el restaurancillo, titulado Rock’s, se convirtió más tarde en taller eléctrico: El electrolito.

Un discreto mordizco a las partes pudendas de.. (Con las pudendas sigo mañana)

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