Me miro en la foto de aquel entonces. La interrogación en los ojos, intento a lo lejos columbrar un porvenir que advertía anubarrado. Onanismo mental, creía que un golpe de suerte me sacaría del hoyanco donde un pie se me hundía en la pobreza y el otro en la pura indigencia. Mi fe se afianzaba en el dicho del payo: “Cuando la de malas llega, la de buenas no dilata”.
La de buenas se tardó hasta el día de la iluminación: más de provecho me reporta el ser que el tener. Ahora soy. ¿Qué? Aún no descifro el misterio.
A los diecisiete creía en Dios. El es ahora el que se esfuerza por creer en mí. Y ya va siendo demasiado tarde. En fin.
Creía por aquel entonces que en norte quedaba al norte y el centro en el centro, y en este mundo teníamos cuatro as estaciones: de aguas, de secas, de fríos y calores, sin más, sin variar. Mis valedores:
Viví el domingo anterior con el pico bajo el ala, con la cola entre las patas y arrastrando la cobija. El tendido de diarios sobre mi mesa me puse a añorar, gacha la testa y el suspirillo en el pecho, la crédula edad de los diecisiete. Cuánto, a los giros del tiempo, he perdido en cuestión de candor. Quién pudiese retroceder en los años y recuperar aquella mi credibilidad juvenil. Frente a los titulares me puse a reflexionar en mi orfandad de por aquel entonces, no de madre y padre sino de historia patria y de teoría política. Al ignorante lo encandilaban los mediocres figurines de Los Pinos, a quienes miraba estatura de figurones a la altura de la Historia, subrayado y mayúscula inicial. Hoy, esta vergüenza…
Domingo en la tarde, sabor a ceniza. Cuánto me gustaría, con mi candor de entonces, creer el catálogo de los cínicos:
“Nueva ley de la Industria Eléctrica garantiza acceso económico. La Sener creará fondo que financiará electrificación en zonas rurales y urbanas marginadas”. Eufemismo vil: retirado el subsidio, la pagaremos más cara. Pero el alegrón que a los diecisiete…
“Eficiencia energética y economía verde podrían generar miles de empleos”. Y yo, agradecido, caería de rodillas ante mi Santo Niñito de Atocha…
Sí, Exxo, Shell y otras gringas (compañías petroleras) dejaránse venir a la rapiña de tierras expropiadas, pero “temporalmente”. Mi credibilidad se hubiese mantenido incólume. ¿“Temporalmente”?. Mi gobierno tiene la fuerza y el patriotismo para hacer efectivo el “temporalmente” a favor de las víctimas. Aquel mi candor…
“Exige el PRD (¡creería -de no creerse- en el PRD!) se garantice el combate a la corrupción”. Creería que a los chuchos Ortega, Acosta y demás Naranjos les repugna la corrupción.
Volver a los diecisiete. Creería que mi México es soberano e independiente, que Peña actúa, lejos de Washington, en provecho no del gran capital sino del gran pobrerío que, aturdido, a punta de una propaganda aviesa votó por él. Volver a los diecisiete, y tomar el neoliberalismo, con su Consejo de Washington y ahora la reforma energética, como una patriótica continuación de la expropiación de Cárdenas, y no lo que ahora sé ya de viejo: que con la venta de las que fueron patrimonio de todos nosotros, los vendepatrias han terminado felizmente para tan pocos y de manera tan desastrosa para las mayorías, una venta de cochera que inició el mediocre De la Madrid, y así hasta hoy, con Peña. Neoliberalismo.
Volver a los diecisiete, y la admiración que me hubiesen provocado los chuchos. “A tiros les vamos a revertir la reforma energética!”¡Ortega y sus Naranjos, héroes patrios! ¡Más si osare un extraño enemigo!
(Bah.)