(A doña Jacqueline, dondequiera que se esconda a estas horas, de la que da cuenta esta noticia: Ramiro Arteaga, secretario general del Partido Acción Nacional y Jacqueline Orta MartÃnez, diputada suplente del fallecido diputado local Jorge Bajos Valverde, a quien presuntamente mandó asesinar para ocupar su curul, se ampararon para evitar ser aprehendidos. Ambos siguen prófugos.)
Fue aquella noche de miércoles, mis valedores. Me acuerdo que anochecÃa cuando llamé a la puerta de aquel departamento de lujo. Un timbrazo, dos, y al tercer toque (de timbre), la puerta se abrió el tanto de los 10 centÃmetros que permitÃa la cadena de seguridad. De atrás de la puerta un ojo me inspeccionaba. Dije al ojo la frase de rigor: «Perdone, señorita».
– Si vende, no compro; si compra, no vendo; dinero no presto; recomendaciones no doy. Es usté limosnero, ¿verdad?
– Soy el Valedor, señorita.
– Licenciada, aunque se le atragante ¿Y -qué con que sea el Valedor?
– ¿Recuerda mi llamada telefónica? Concertamos una cita para esta noche (vi que se le arrugó, el ceño). ‘La mujer en el ejercicio de la polÃtica», ¿lo recuerda? Me recomendó con usted mi primero el Jerásimo, licenciado del (de lo que queda del) Revolucionario Ins.
– ¿De lo que queda? Está usté pendejo, esto dicho con el debido respeto. ¿Sabe que está refiriéndose a mi partido? Uh… ta
Bueno, pues ya ni modo. Pásele, pues, pero antes se me limpia los choclos.
Quitó la cadena Abrió. Ella por delante y yo por detrás (qué feo se oyó), caminamos hasta el sillón de la estancia «Me agarró usté en camisón. ¿No será libidinoso, enfermito sexual? A su edad, ¿verdá?, ora sà que crepuscular. En fin».
Nos sentamos. Ella en el sillón. Yo en el taburete «Asà que es usté el tal pseudo-neo-comunistoide Un catastrofista y un amarguetas, perdonando la sinceridad. Es que yo no tengo pelos, al menos en la lengua».
Yo, mirando aquellas formas a través de una tela tan sutil, y luego el tiradero aquel sobre los sillones, esas sedas color mamey, con esos calados, esos deshilados, esa tira bordada semejantes adminÃculos asà de minusculitos, con su moñito a la altura del…
– ¡Ã?itale, qué fisgonea! ¿No le da pena? Ahora voy a recoger, y es que me acabo de echar uno, o sea regaderazo. Porque venÃa, uh.. ta, toda sudada ¿usté pasa a creer? Con eso de que me zampé todo el santo dÃa en pleno acelere detrás de Betty la Fea o sea Beatriz Paredes. Es que Jackson nos anda queriendo comer el mandado, y tampoco, ¿verdá? Pero siéntese. ¿Un mezcalito con todo y gusano, una cacardiosidad…?
Abstemio soy, tuve que confesarlo. Adentro, el llanto de una criatura ‘La mujer en la polÃtica», señorita Licenciada perdón. ¿Ya está plenamente capacitada a juicio de usted, para ocupar puestos públicos de primer nivel? ¿Podrá con su responsabilidad la Secretaria de la SEP, Vázquez Mota..?
– Ã?igame bien: ¡nosotras las licenciadas a pura praxis polÃtica le hemos demostrados a nuestros colegas machines, como ora ese pinchi Jackson, que histórica, biológica, mental, intelectual y hasta ética y moralmente, si esta antigualla cupiera en polÃtica, nosotras somos tan capaces como ellos para ejercer la polÃtica como Dios manda Paso a demostrarle mi tesis.
El llanto arreció. «Es mi nenecÃn. Le han de estar chillando de hambre las tripitas, pobre Todo el santo dÃa sin probar más que media torta Y de barbacoa A lambidas, todavÃa no le brotan sus colmillitos. Péreme, voy por él».
Del interior del depto regresó con el mamón. «¿No es lindo mi FelipÃn? Hijo natural de licenciado legÃtimo. Priista aliado estratégicamente al PAN. ¿No es lindo mi Felipillo santo? ¿En honor de quién cree que le puse Felipe?
– Por cuanto a su tesis de la mujer, en el ejercicio de la polÃtica..
– Ah, sÃ. Mire: la mujer invade cada dÃa zonas de la polÃtica tradicionalmente reservadas a los licenciados. Con los pelos en la mano se lo demuestro. Los de la burra sus pelos.
Pelos. Algo olió mal. «Y cómo carambas no, si ya el Felipito se nos zurró en el pañal. Ay, FelipÃn, qué feo que la andas regando a unos dÃas de nacido».
Lo embrocó boca arriba y le abrió las zanquitas. «Qué mal te sentó la torta, de veras. Ay, bárbaro, qué batidillo el que andas haciendo, FelipÃn. ¿Me permite? Ahora procedo a cambiarle sus pañalitos».
– Que la mujer invade terrenos polÃticos antes reservados para el varón.
Al responder, ella intentaba cambiar el pañal a su criatura de meses. «¡Pues claro que estamos capacitadas! ¡Desde diputación hasta SecretarÃa de Estado, y de ahà a Los Pinos! Pregunte nomás a Elba Esther, maestra suprema de la polaca Que a ella le coman la torta ta cañón. Páseme esos pañalitos, mire.
– Asà pues, la mujer, en el ejercicio de la polÃtica.. (Eso mañana)