Diplomacia de pacotilla

Yo soy como el espinito – que en la sabana florea – doy perfume al que me toca – y espino al que me menea.

Con la cuarteta del viejo cantar, y en la más reciente Cumbre de las Américas, celebrada en Mar del Plata, Arg., hace un par de años, respondió el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, a su homólogo mexicano, un deslenguado, proyanqui y segundo marido de la madre de los Bribiesca Sahagún, mafia libre a estas horas y en la más abyecta impunidad. Es México.

Hoy, a propósito, el presidente mexicano manifiesta su voluntad de restañar las heridas que en los países hermanos Cuba y Venezuela causó la torpeza del antecesor en Los Pinos, y aquí la esperanza del candido: ¿esto significa que México regresa a los tiempos de su gallarda política exterior, la de la Doctrina Estrada? No, que los nuevos gobernantes no están a la altura del estadista que mantuvo relaciones con la Cuba de Fidel cuando el resto de Iberoamérica se plegaba a la imposición de Washington y dejaba sola y bloqueada la Isla No ilusionarse con Calderón, que al anunciar sus intenciones de suavizar las asperezas con Hugo Chávez, echa al frente el alarde machista:

â?? ¡Pero no aceptaré ofensas de otros países..!

Y los yunqueros de su partido político, en boca de los voceros: «Nos abstendremos de alentar una política pugilística estéril frente a gobiernos populistas o el auto-llamado (sic) movimiento bolivariano. Existe la preocupación con respecto a que no haya una respuesta similar del otro lado.

Así: «del otro lado». En fin, que ahora pronto, a propósito, lo acaba de asegurar la canciller Patricia Espinosa: «La nueva política exterior será sin estridencias, sin afanes protagónicos ni promoción principal».

Y que ya se inician contactos para regularizar las relaciones diplomáticas entre México y Venezuela. Yo, en leyendo lo anterior, pienso y digo a todos ustedes: con que se regresara a la Doctrina Estrada que tan digno lugar en el concierto mundial mereció a nuestro país cuando el gobierno procedía con atisbos de soberanía y autodeterminación frente al Imperio.

Pues sí, ¿pero en qué consiste, bien a bien, la Doctrina Estrada? Tomo conceptos de los estudiosos: «Con frecuencia se menciona e invoca la Doctrina Estrada y más frecuentemente no se sabe bien qué es con precisión y cuándo y cómo se aplica o debe aplicarse. Se conoce, sí, que la Doctrina Estrada tiene que ver con la no intervención en los asuntos internos de otros estados y países, y por eso constituye actualmente también un pilar de la política exterior mexicana (esto en el México de hace dos décadas, no en el tiempo de los ultra-reaccionarios), pues se relaciona con el reconocimiento o mantenimiento de relaciones diplomáticas o de otro tipo con los gobiernos, cuando éstos cambian en otras naciones. Definitivamente lo segundo: no da México ni quita reconocimiento; deja a la entera soberanía de cada país establecer el régimen que quiera, pero eso sí; emplea su derecho de mantener o retirar sus representantes (o agentes diplomáticos)».

La historia de la Doctrina Estrada: El 27 de septiembre de 1930, la Cancillería Mexicana, con Dn. Genaro Estrada al frente -la dirigió con los presidentes Calles, Portes Gil y Ortiz Rubio– emitió un comunicado que decía:

«Con motivo de cambios de régimen ocurrido en algunos países de la América del Sur, el gobierno de México ha tenido necesidad, una vez más, de decidir la aplicación, por su parte, de la teoría llamada de reconocimiento de gobiernos». Se reconocía ahí el hecho, sigue el cronista, de que México mismo había sufrido, como pocos países, las consecuencias de esa doctrina que deja al arbitrio de gobiernos extranjeros el pronunciarse sobre la legitimidad o ilegitimidad de otro régimen, produciéndose con este motivo situaciones en que la capacidad legal o el ascenso nacional de gobiernos o autoridades, parece supeditarse a la opinión de los extraños.

«Esta práctica se aplicaba en el Continente Americano, rara vez en la Europa, donde estaban las potencias, por lo que era, en realidad, un puñal para las decisiones de países latinoamericanos que fueran o no del grado de la potencia norteamericana o de las europeas. Para zafarse de ese ajeno arbitrio, el comunicado de don Genaro, redactado con la sencillez y claridad propias de quien conocía la política y las letras, informaba de haberse dado instrucción, por México, a sus Ministros o Encargados de Negocios en los países afectados por las recientes crisis políticas, haciéndoles conocer que México no se pronuncia en el sentido de otorgar reconocimientos, porque considera que, sobre herir la soberanía de otras naciones, coloca a éstas en el caso de ser calificadas en cualquier sentido por otros Gobiernos, quienes de hecho asumen una actitud de crítica al decidir, favorable o desfavorablemente, sobre la capacidad legal de regímenes extranjeros. (Seguiré con el tema)

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