Equilibristas

Estas son mis convicciones. Si no les gustan tengo otras. (Groucho Marx.)

Porque tal es la desverguenza de los maromeros del circo político, mis valedores. Son los enemigos del decoro personal que de sexenio a sexenio ejecutan sus machincuepas en el trapecio partidista. Son los Diódoro Carrasco y congéneres que el último día del PRI-Gobierno anochecieron tricolores para el siguiente día amanecer, con el panismo encuevado en Los Pinos, en calidad de conversos del Verbo Encarnado. Priístas de sangre azul. A propósito:

Un día de aquellos, en el sexenio anterior, estuve leyendo en el matutino todo el copal que ante el santito nuevo, el del Verbo Encarnado, quemaba aquel Diódoro Carrasco, tricolor ayer y hoy flamante panista. Al cerrar el periódico: ¿Diódoro, el oaxaqueño? ¿Pues no era el priísta que llegó a secretario de Gobernación en el antepasado  sexenio? ¿Panista hoy el que todavía ayer fue tricolor? ¿Aplaude en este gobierno  lo que en el anterior censuraba, y censura hoy lo que ayer aplaudió? ¿Pues de qué pasta, arcilla, madera o composta fueron amasados tales especímenes? ¿Tan hambrientos están? ¿De lodo biológico los forjaron sus genes?  Pienso en el difunto Comunista Mexicano, asesinado desde dentro por los logreros a los que Echeverría logró cooptar: Martínez Verdugo, Guevara Niebla, Graco, Nateras, Rincón Gallardo, en fin. Todo para que unas izquierdas honradas y de buena fe derivaran en un PRD hoy secuestrado por el pragmatismo talamantero de esa mafia Nini (ni nueva ni izquierda) que comanda el chucho mayor de los chuchos, Ortega. La náusea.

Recuerdo también a aquel recalcitrante tricolor, Miguel Angel Yunes, que con el panismo en el poder se enjaretó la chaqueta blanquiazul. Interrogado acera de semejante metamorfosis que lo iba a transformar de simple oruga en oruga claudicante, así se justificaba:

– Es que me sumo al proyecto panista de transformación.

Y otro más, entre la muchedumbre de conversos, claudicantes y colaboracionistas del logro, la ocasión y  el arribismo: Cuando  Salinas, con el recurso del haiga sido como haiga sido, también él, se encaramó hasta  Los Pinos, nombró como procurador de la República a un Morales Lechuga, priísta de tradición, a quien le tocó «resolver» el caso de las explosiones de gasolina en el barrio de Analco, en Guadalajara, el 22 de abril de 1992.

Nada iba a resolver Morales Lechuga,  pero apenas terminó el sexenio, con  Salinas como el ser más odiado del país, clamó quien fuera el Abogado de la Nación:

– Bueno, es que creí firmemente en Salinas cuando le acepté cargos diversos, pero hace años que ni lo veo ni tengo contacto con él. No soy vergonzante ni niego mi pasado ni mi presente. Es que no quiero ser una cabeza de playa de Salinas.

– Y ahora que se une usted a la campaña presidencial de Vicente Fox,  ¿qué lo llevó a tomar semejante medida?

Contestó al reportero,  palabra a palabra, Morales Lechuga:

– Es que en el panista observé la limpieza de su mirada, y eso me convenció.

(En ese momento el gallo cantó tres veces.)

A mí los tantísimos casos de los camaleones politiqueros y sus intentos de limpiarse el tizne me recuerdan el caso de cierto Heladio Ramírez, priísta todavía la mañana de ayer,  que en el sexenio de LEA desde la Cámara de diputados clamaba ante la nación:

– ¡Que el nombre del Sr. Presidente Echeverría se grabe en los muros de la sede del Congreso de la Unión!

Pero Echeverría, ya sin poder, cayó en el descrédito, y entonces Heladio Ramírez  pegó estrepitoso reculón y…

(Mañana.)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *