Anoche mismo, platicando con mi padre, él me decÃa: «No me ‘almiro’ de las arañas, mi hijo. Me ‘almiro’ de las moscas, sus vÃctimas». ‘Tiene usted razón, le dije. Mire que votar por las arañas casi 15 millones de moscas». «No me refiero al proceso electoral, mi hijo. La salvación de las moscas no reside sólo en el voto. No únicamente en él». «¿Las armas, padre?». «¿Armas contra unas arañas que usufructúan el uso de la violencia legal? No, mi hijo: organización ciudadana, la única con la que las moscas tomarán el poder. No enjambres, no multitudes, no muchedumbres. Comités autogestionarios de base, mi hijo. Ahà el poder de las moscas». Hable a su gente de moscas y arañas, mi hijo». (Ã?l, mi padre, que murió hace años…)
Arañas y moscas, mis valedores, tal es el tÃtulo del folleto publicado hace más de un siglo por un cierto polÃtico socialista alemán. ¿UtopÃa? Tal vez, porque el escritor apelaba a unión y organización de los trabajadores, algo casi imposible, porque ellos se niegan a abandonar la etapa de la adolescencia Reniegan, sÃ, y organizan muchedumbres estridentes, pero más allá del estrépito se niegan a realizar la verdadera acción. ¿UtopÃa de un visionario? SÃ, por supuesto, que al final del escrito daba a las masas la solución para dejar de ser explotadas por el patrón: «¡Ã?nanse y organÃcense!»
¿Las moscas? ¿Unirse y organizarse unas masas adolescentes que se niegan a madurar, y entregan su libertad a papá gobierno, a papá dirigente, a papá mesÃas, a papá clérigo? Hoy, con la amenaza del continuismo neoliberal sobre la cabeza del paÃs, aquà el folleto del socialista, muy a propósito como para leer entre lÃneas y extraerle la moraleja. Su actualidad, júzguenla
«Todos ustedes conocen ese insecto de vientre redondo y cuerpo peludo y pegajoso que tiende en rincones oscuros, lo más lejos posible de la luz del dÃa, sus mortÃferas redes, en las que encuentra la muerte la pobre mosca imprudente que cae en ellas. Es un feo monstruo de ojos redondos, que se dirÃa de vidrio, y patas largas, torcidas hacia fuera, perfectamente adaptadas para apresar y estrangular a su vÃctima Ese monstruo es la araña
FÃjense con qué tranquilidad acecha inmóvil en su rincón la presa, cuando ésta se aproxima a sus dominios, y con qué diabólica destreza tiende su mortÃfera red, que ha de cazar y envolver despiadadamente a la débil mosca El repugnante animal gasta mucho, a menudo muchÃsimo tiempo, en perfeccionar su red para que en ningún caso pueda escapar el botÃn.
Primero tiende un hilo, luego dos, tres, cada vez más. Tiende hilos transversales y une estos con otros para que la vÃctima sacudida por las convulsiones de la agonÃa, no pueda romper la red. Por fin ésta queda terminada La trampa está tendida y evitarla es casi imposible. Entonces la araña se retira a su guarida y espera a que la imprudente mosca, empujada por el hambre, se acerque en busca de alimento. No tiene que esperar mucho, que la mosca llega pronto. Buscando comida, la pobrecita se agita en todas direcciones, tropieza de pronto con la red tendida se enreda en ella, asustada y pugna por salvarse, pero está perdida
En cuanto ve que su vÃctima ha caÃdo en la trampa, la araña sale de su escondite y con mirada sanguinaria y prestas las patas, se acerca lentamente a su presa No necesita apresurarse. La repugnante criatura sabe que el desgraciado insecto que ha caÃdo en su red no tiene escapatoria La araña se va acercando, mide a su vÃctima con la mirada de sus saltones ojos verde mate; esa mirada priva de la razón a la mosca Rendida, tiembla de espanto; ve el peligro que la amenaza trata de soltarse de los hilos que la traban, procura escapar, salvarse, y agota sus últimas fuerzas en esos instantes vanos, desesperados.
¡Todas las tentativas, todos los esfuerzos son inútiles..!
La red la envuelve más y más apretadamente, y la araña está cada vez más cerca A cada movimiento de la mosca que pugna por escapar de la red, en cuyos finos y pérfidos hilos se ha enredado, la envuelven nuevos y nuevos hilos, nuevos y nuevos lazos. A fin de cuentas, jadeante, exhausta, sin fuerzas para seguir resistiendo, se ve a merced de su enemiga, de su espantosa vencedora, la araña
El repugnante monstruo tiende hacia ella sus peludas patas, la apresa y la estrangula Luego se pone a chupar la sangre del trémulo cuerpo de su vÃctima una vez, dos, tres, cuando y cuanto quiere, en relación a su apetito…
Saciada por cierto tiempo su sed de sangre, la araña deja a su vÃctima sin haberla acabado de matar. Luego regresará y de nuevo le chupa la sangre, una y otra vez, hasta que la desventurada mosca no queda destruida por completo, mientras haya en su cuerpo una gota de sangre, de jugo, de sudor. Y a menudo pasa mucho tiempo antes de que el pobre insecto muera, y entonces…» (Eso, mañana)