Y cuando yo trato de exigir mis derechos, me responden: ¿cuáles derechos? Tú eres sólo la sirvienta, la muchacha, la gata…
Los grupos humanos más vulnerables, mis valedores. Hoy todos nosotros nos horrorizamos ante el espectáculo demencial de los niños que el genocidio de Bush y los de su condición despedazan en tierras de Iraq: manos, brazos, piernas, ojos, mutilación y carnicería Pues sí, pero no por ello olvidar que aquí mismo, en la casa común, la sañuda violencia se ensaña contra los seres más vulnerables entre los desprotegidos: los niños de la calle, los niños carretilleros de la Central de Abasto, las mujeres del reclusorio, las muertas de Ciudad Juárez, la trabajadora doméstica Lóbrego.
Porque en este país las víctimas de esa humana servidumbre ya han alcanzado los dos millones de empleadas del hogar, y por más que devaluado, su trabajo representa el 11 por ciento del producto interno bruto de nuestro país. Estas modernas esclavas tienen que cumplir, por salarios de hambre, jornadas de labor de entre 14 y 16 horas, recibir un trato despectivo por parte de sus patrones, y seguir siendo, para la sociedad, la «sirvienta», la «criada», la «muchacha», la ‘gata.» Y a decir de voceras del Colectivo Atabal:
– Antes, en las labores domésticas se empleaban mujeres que ni siquiera habían terminado la primaria Desde hace cuatro años, porque no encuentran trabajo menor, se contratan mujeres con el bachillerato ya terminado.
Y que aun cuando libran una lucha constante por mejorar sus condiciones laborales, estos dos millones de esclavas son víctimas de explotación, discriminación y toda suerte de abusos y hostigamiento sexual, porque, como se jactan los patroncitos
¡Para carne buena y barata – la de la gata !
Abyecto. Y lo deplorable, mis valedores: apenas el jueves pasado, 30 de marzo, se celebró el Día Internacional de las Trabajadoras del Hogar, ¿y? ¿Alguna de las patroncitas, alguno de quienes emplean en su hogar a estas «muchachas», cobró conciencia de semejante celebración? ¿No pasó inadvertida, o casi? Esclava moderna, la trabajadora del hogar, y a propósito: por que calculemos el trecho que en respecto a los derechos de las trabajadoras del hogar hemos podido avanzar desde la esclava de la Grecia antigua hasta hoy, 25 siglos más tarde, aquí les aporto un retazo de una obra teatral procedente de la Grecia antigua y un par de poemas de autores contemporáneos. Lean:
Corito: – Siéntate, Metro. ¡Y tú, levántate y acerca un asiento a la señora! Todo tengo que ordenártelo yo, porque tú, infeliz, no eres capaz de hacer nada por ti misma Eres en esta casa no una esclava sino una piedra Pero cuando te mides tu ración de harina, bien que cuentas los granos, y si cae un tanto así, el día entero estás rezongando y bufando, que ni las paredes te aguantan…
Sí, ahora ahí lo estás frotando y sacándole brillo; buena hora es, bríbona Bendice a esta señora, que si no fuera por ella ya te estaría dando de palos.
Metro.- Querida Corito, a mí también me tienes sufriendo este yugo; también a mí me hacen temblar de rabia y día y noche ando ladrando como perro tras estas malditas. Pero lo que me hizo venir a verte…
Corito: – ¡Largo de aquí, imbéciles! ¡Son ustedes todas oídos y lengua, y en lo demás, pura pereza.!
(Y aquí entre nos, pero que nadie nos oiga ni lea por encima del hombro: ¿saben ustedes qué asunto llevó a la visitante hasta la casa de Corito? Indagar acerca del fabricante de cierto adminículo consolador de mujeres solitarias, que por aquel entonces era confeccionado por manos del zapatero. Bueno, sí, pero en torno de estos artefactos, ssh…)
En fin. Desde la esclava hasta la «muchacha», mis valedores, ¿habremos evolucionado en 25 siglos? ¿Cuánto? Vale aquí un par de expresiones que intentan exaltar a la trabajadora del hogar. La primera, del poeta Jaime Sabines:
«Con la flor del domingo ensartada en el pelo, pasean en la alameda antigua. La ropa limpia, el baño reciente, peinadas y planchadas, caminan, por entre los niños y los globos, y charlan y hacen amistades, y hasta escuchan la música que en el quiosco de la Alameda Santa María reúne a los sobrevivientes de la semana (…) Las garitas (sic), las criadas, las muchachas de la servidumbre contemporánea, se conforman con esto. En tanto llegan a la prostitución…»
Válgame Esto, mejor del poeta sudamericano:
«Mi hermosa criada de altos pómulos como cálices rojos – está frente a mi y el humo que nace del café (…) Mi hermosa criada pálida como un escualo, – se continúa con sus luminosas espinas rosas en el pan (…) Mi hermosa criada de brazos redondos y complejos – se desvanece en la niebla perpetua».
Ella y su servidumbre. Ella sí, la ‘gata». Abyecto. (En fin.)