Surgida de varias iniciativas, México aprueba la Ley General de Víctimas, que servirá para facilitar los trámites a los afectados y a sus familiares.
«¿Así que exigir no produce buenos resultados, mi valedor? ¿Qué me dice ahora de la estrategia aplicada por Sicilia en su Movimiento por la paz con Justicia y Dignidad?»
Leí el donaire en mi correo electrónico. Pensé unos instantes y luego, del respectivo librero, tomé el ejemplar de El Conde Lucanor, escrito en 1335 por el Infante Don Juan Manuel, en donde el Conde de marras, enfrentado a algún problema del diario vivir, consulta con su ayudante Patronio, que por medio de ejemplos le resuelve la situación. Aquí un problema apócrifo y una respuesta real. Habla el Conde:
«El despotismo del monarca sexenal y su corte es ya intolerable. He comprendido que la comunidad necesita un cambio, pero radical, a fondo. ¿Para lograrlo los paisanos deberemos plantarnos ante el palacio real y exigir ese cambio que precisamos? La respuesta de Patronio:
«Señor Conde Lucanor, una zorra entró una noche en un corral donde había gallinas y tanto se entretuvo en comerlas que, cuando pensó marcharse, ya era de día y las gentes estaban en las calles. Cuando comprobó que no se podía esconder, salió sin hacer ruido a la calle y se echó en el suelo como si estuviese muerta. Al verla, la gente pensó que lo estaba y nadie le hizo caso.
Al cabo de un rato pasó por allí un hombre que dijo que los cabellos de la frente de la zorra eran buenos para evitar el mal de ojo a los niños, y, así, le trasquiló con unas tijeras los pelos de la frente.
Después se acercó otro, que dijo lo mismo sobre los pelos del lomo; después otro, que le cortó los de la ijada; y tantos le cortaron el pelo que la dejaron repelada. A pesar de todo, la zorra no se movió, porque pensaba que perder el pelo no era un daño muy grave.
Después se acercó otro hombre, que dijo que la uña del pulgar de la zorra era muy buena para los tumores; y se la quitó. La zorra seguía sin moverse.
Después llegó otro que dijo que los dientes de zorra eran buenos para el dolor de muelas. Le quitó uno, y la zorra tampoco se movió esta vez.
Por último, pasado un rato, llegó uno que dijo que el corazón de la zorra era bueno para el dolor del corazón, y echó mano al cuchillo para sacárselo».
¿Que qué? ¿El corazón? ¿Cómo que el corazón? Todo le aguanto a los lugareños: que me forjen marchas, plantones y huelgas de hambre. Me entrevisto con Sicilia y sus marchantes y les apruebo las leye que e-xi-jan. Todo les doy, incluyendo elecciones con candidatos donde escoger. Total, que se trata de mis candidatos. Eso y más. Lo que quieran les doy. ¿Pero un verdadero cambio en el Sistema de poder?
«Viendo la zorra que le querían quitar el corazón, y que si se lo quitaban no era algo de lo que pudiera prescindir, y que por ello moriría, pensó que era mejor arriesgarlo todo antes que perder ciertamente su vida. Y así se esforzó por escapar y salvó la vida». Mis valedores:
¿Entendimos la moraleja? ¿Será el propio Sistema de poder el que haga por nosotros ese cambio por un Sistema aliado nuestro, que significaría la muerte del actual? La raposa, ¿suicidarse por amor a nosotros? «E-xi-gir-me, y no más. Yo les proporciono cuantas leyes, placebos y chiqueadores de ruda me e-xi-jan. Pero hasta ahí».
El final de la nota de prensa, con esa sintaxis: «De cualquier manera, la Ley General de Víctimas aún no cuenta con recursos económicos para instalar los mecanismos ‘que contempla’«. Es México. (Mi país.)