– Me cái que Madam Morgana, con la ayuda de los astros, pa’ pronto le conchava su chava. Pero hay que echarle mucha fe, bigotonzón.
Suspiré. De la mano de la tÃa Conchis, mi Virgilio con canas, chongo y fichú, descendà a los infiernos, o sea aquella accesoria de vecindad en la MartÃn Carrera (segundo patio, entre lavaderos y guáteres), hasta donde mi ángel de la guarda, entrañitas de azúcar cande, me condujo la tarde de ayer. Y ahà estábamos, en el consultorio sentimental de Madam según esto Morgana, especialista en penas de amor, abandono, soledad y amorÃos desgraciados. Velos magenta y morados, una luna de papel brilloso, estrellas plateadas, signos zodiacales. Pintura malhecha, mi signo (soy virgo) con un pezón apuntado al cielo y el otro a la raÃda alfombra. Rancio tufo de incienso y mugre. Sobaquina, entrepierna, tufillos de digestión.
– Prieta, güereja, nalgoncita, como la apetezca. Usté nomás le echa fe.
Del sancta sanctorum salió esa ventruda acabada de limpiar, ya rechinando de limpia. Batón oscuro y turbante, la vidente se asomó:
– El que sigue por ái. Rapidito. Siguió aquel anciano (¡sombrero de los 40s.!). La facha de la vidente me escamó. «Creo que no voy a atreverme a entrar, dije a la tÃa Conchis. Mucho me pesa la soledad,¿pero una limpia? ¿Con qué objeto?»
– Con yerbas de jediondilla. Más económicas que las de piral. A ver cómo le sacan el huevo.
– Violencias no. Si hay que desvestirse, me desvisto yo solo.
Que el huevo es para pases mágicos por todo el cuerpo: «Para que el güevo se chupe su salación y mal de ojo, bigotón». Y frente al huevo ni modo de recular. Observé en las paredes los trazos burdos: «Dinero y amor». «Tu porvenir en las estrellas». «Hazte rico, yo te doy el premiado». Los solicitantes, redrojillos vencidos por el áspero oficio del diario vivir, la testa gacha y aquel suspirar. Se me salió uno hondo y profundo. La tÃa:
– No se me desinfle, no sea coyón. Cierre sus ojitos, concéntrese.
¿Concéntrese? ¿Cómo concentrarse, con aquel vozarrón en el quinto patio que, chispándose de radios y cinescopio parecÃa vocear, en el palenque, cocacolas con cacardiosidad? «¡Creo en un régimen presidencial democrático! ¡ Creo en los…!»
– Creo en los astros y en la vidente (la tÃa Conchis). ¿Pues quién me conchavó a mi último viejo? Lástima que él me vino poniendo los cuernos con la Jana Chantal, travestÃ. Pero usté mucha fe. ¿La quiere tetona? Concéntrese.
Cómo concentrarme, si allá afuera, el oficiante de aquella especie de misa con mucho sermón y harto credo, pero nada de gloria:
» ¡Creo en las libertades civiles y en la eficacia del poder público…!»
El anciano regresó. Ya tranquilo, limpio de salación. Saludó con el de fieltro. La estrellera: «�rale, el que sigue por ái».
Siguió la de los mallones color mostaza. Los que aguardábamos, el agobio, la tristura, el suspirar, la terca, irracional esperanza. Allá afuera:
«¡Creo en el pluralismo y en la riqueza de la diversidad..!»
– Creo en esta mula suerte, caracho (el de la chamarra de los Dodgers). Cuatro meses de desempleado, y ora me acaban de salir unas como bolitas.
– Pero ya verá que con esta limpia…
– ¿SÃ? Limpias ya me eché cuatro tan sólo en un mes.
«Creo en la conciliación entre una polÃtica económica y una social..!»
– Creo en que hasta la morralla se me agotó (la de falda verde botella y aliento a neutle).Cómo iré a acabalar el gasto del mes. Y mi mes, que no me baja.
Me impacienté: «Creo que me regreso. Dejé a medias mi fabulilla».
» ¡Si seguimos como vamos, las cinco millones de familias..!»
(¡Los cinco millones, guel!») ¡De repente, el estrépito! Entrando por esa puerta, el del traje gris rata y los ratas de uniforme, que venÃan preguntando por una tal Sebastiana no sé qué. Y que orden de aprehensión, y que cortan cartucho, y que jalan la cortina y sacan a la vidente, y que se arma la averiguata y hay manoteos, jaloneos de túnica, de turbante, de chaquetÃn. Nosotros mudos, de par en par los tomates. Afuera:» ¡Creo que es una..!»
– ¡Creo que es una arbitrariedad, una chicanada! ¡Con esa fregadez cómo zingaus ponerme al corriente en renta e impuestos! ¡Pero a mà ni que me echen montón! ¡Ni que fuera la mata-viejitas! ¡De aquà sólo muerta me sacan!
A todo volumen los radios de la vecindad, ex-vendedor de coca colas: «¡Creo que de este ya..!» Jaloneándose, la Amira de la MartÃn Carrera, chafa como la de la tele: «Creo en que de esta ya me pasó a cargar la tiznada…»
Yo me vine solo (a Cádiz) y asà sigo: yendo y viniéndome solo. (Ah, soledad…)
y el ife., la sria de gobernacion y la sep fingen demencia ante tanto desacato y sarta de mentiras y emgaños para esquilmar más al necesitado e inculto que busca en el más allá, remedio a los males, resultados de pésimas administraciones públicas.
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