La marcha, el mitin, el dogma…

La cultura política, mis valedores.  De extenso análisis sobre formas de lucha social que me proporciona el maestro entresaco estos párrafos que juzgo aleccionadores para hoy y el futuro.

Cuando se analizan científicamente la fortaleza y la debilidad de un enemigo se puede ubicar sus  puntos vulnerables. Entendamos que su fortaleza es directamente proporcional a nuestra debilidad. Hay que autoanalizarnos para detectar lo que nos torna débiles.

El enemigo histórico de nuestro cambio social  aplica una forma de control y dominio con excelentes resultados: infiltra en los movimientos sociales formas de lucha ineficaces y obsoletas. Una vez introducidas en el imaginario colectivo se enraizan a nivel de dogma incuestionable, con lo cual cobra vida propia: muchos luchadores sociales, con su falta de lucidez,  se encargan de reproducir las concepciones que pretenden combatir. Logrado este fenómeno enajenante, los agentes gubernamentales solo necesitan darle “mantenimiento” a su concepción inoculada en el movimiento social.

Los movimientos sociales han caído en su trampa estratégica, de la que deriva gran parte de sus derrotas. El razonamiento estratégico que repetimos de forma  consuetudinaria se sintetiza en la siguiente fórmula: razón+ legalidad + consenso popular = triunfo. El planteamiento es sencillo: si tenemos la razón, la ley y el apoyo popular, el resultado inequívoco es el triunfo. A nuestra estrategia el gobierno le opone esta síntesis: poder económico,  político y armas = triunfo. La razón desarmada no ha podido, hasta hoy, derrotar al  poder armado. (Cuando hablamos de armarse no nos  referimos a las armas de fuego sino a crear sistemas de lucha pacífica superiores a  tales las armas.)

Durante décadas se han creado “conjuros mágicos”; se pregonan slogans en la creencia de el grito desgarrador de esas frases es suficiente para ganar. Nuestros conjuros no han logrado hacer daño, porque “Los muertos no se entierran solos”. No basta con “satanizar” a un enemigo poderoso para vencerlo. Las palabras carentes de fuerza motriz debidamente organizada y dirigida científicamente en el combate no producen triunfos históricos. (Tomar nota.)

En nuestras marchas enarbolamos como pregón mágico  la consigna “el pueblo unido jamás será vencido”. Sin embargo no se entiende que para que el pueblo se una no basta un pregón que produzca el milagro. El pueblo no se va unir por si solo ni con gritos, sino con estrategias y tácticas científicas avaladas con un trabajo eficiente y constante.

A La marcha-mitin se le ha cambiado su función objetiva de denunciar un problema, una inconformidad,  y preparar a las bases combatientes para pasar a formas de lucha especificas de su área de operación que sean el todo de la lucha. Al convertir la marcha-mitin en el todo y enraizar tal creencia a nivel de dogma irrebatible,  hemos quedado desarmados.

¿Por qué la eficacia de la marcha-mitin no se cuestiona a pesar de haber demostrado una y otra vez sus limitaciones, y en los casos determinantes su inoperatividad como arma contra la injusticia? Porque se nos ha vuelto un dogma. Algunos de nuestros propios compañeros revolucionarios han caído, han sido seducidos por este recurso fácil. Al tornar la marcha-mitin en el todo de la lucha desnaturalizamos su función práctica, la volvemos liturgia secular, peregrinación que grita conjuros que van a realizar el milagro de vencer a nuestro enemigo histórico. Con el tiempo los marchistas-peregrinos se desencantan y … (Sigo después.)

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