Trabajos de amor perdidos

Y qué remedio, mis valedores. Utilicé la mano otra vez. Esto tengo que redactarlo a mano porque una vez más la Federal de Electricidad me dejó sin energía eléctrica, que es decir sin computadora. Y qué hacer.

Pistojeando al escribir, la vela frente a mis ojos, recordé los tiempos en que la Compañía de Luz y Fuerza del Centro me proporcionaba el servicio sin fallar un solo día. A la mente se me vinieron los 42 mis trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas que el 11 de octubre del 2009 el de Los Pinos tuvo a bien aventar al desempleo, y la lucha persistente de los compas por conseguir que se les proporcione un patrón sustituto. Y a propósito del esforzado sindicato de electricistas…

El Sistema ya nos tomó la medida. Nos vence por nuestra propia ignorancia, porque no somos capaces de salir de la rutina y crear tácticas adecuadas para alcanzar nuestro objetivo, y de lo dicho tengo un testigo.

Testigo y protagonista del fracaso de una estrategia de lucha  es Cayetano Cabrera, ingeniero electricista y miembro del Sindicato Mexicano de Electricistas, hoy en el desempleo. Porque el mensaje que le envié llevaba fecha de principios de marzo, pero del 2010, hoy repito el mensaje para que se mire cómo terminan tácticas y estrategias frustradas. Por estos días de marzo publiqué lo siguiente:

«Por intentar la recuperación de la plaza de trabajo para sí y los casi 16 mil 500 compañeros de infortunio,  hace 80 días corridos que junto con un apretado grupo de electricistas se arrojó a la  huelga de hambre. ¿Las condiciones para dejar de arriesgar la vida? Ante el articulista  Rodríguez Cortés:

– Vayamos a medias, Calderón. Tú ya conseguiste la extinción de Luz y Fuerza del Centro. Ahora cédenos el patrón sustituto, la recontratación colectiva y el respeto a los derechos de nuestros jubilados. Así resuelves el conflicto y evitas un muerto.

Eso, o hasta la muerte por inanición. Por cuanto a la familia del ayunante. ¿Qué opinan sus padres, su mujer y sus hijos?

– Todos  me apoyan hasta del final. Que no claudique, me piden. Mi padre es jubilado del ferrocarril y luchó al lado de Demetrio Vallejo. Mis hijas sufren, sí, pero no quieren que me rinda. Gladis, de 18 años, la más chica, me manda muchas cartas de apoyo.

El ayunante se incorpora con dificultad en el catre; de entre las ropas saca un cartoncillo: “Yo apoyo al hombre sin edad, inteligente y poderoso, inagotable y de excepción. Papá, eres mi más grande inspiración y el mejor ejemplo a seguir…”

Y yo aquí, mis valedores, digo a Gladis Cabrera:

Que su padre es un varón poderoso, lo es; que es un hombre de excepción, lo acreditan sus hechos; que es inteligente puede ser, pero aquí se equivocó de estrategia, y antes de que se enfade, compañera Gladis, permítame la razón de mi duda:

¿Calderón resolver el conflicto? ¿Sensible a una víctima del ayuno?  Un fallecido, dos, 25 mil, ¿qué significan para él más allá de un daño colateral? Su señor padre, Gladis Cabrera,  se equivocó de país. En su temple de carácter ha puesto en evidencia la ignorancia que lo llevó a tan macabra equivocación. Varón de entereza, convicciones y determinación, no supo calcular la respuesta que su sacrificio pudiese repercutir en un Estado de derecho como es el nuestro. Ochenta y tantos días de iniciado el ayuno, ¿qué resultados, más allá de la indiferencia, ha logrado del de Los Pinos, del alto clero católico, del cuerpo diplomático acreditado, de los «medios» y de la gente que deambula en el Zócalo?  (Mañana.)

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