El 26 de julio, mis valedores, marca el aniversario número 52 del asalto al Cuartel de Moncada, en Santiago de Cuba, que marcó el inicio de la revolución de Fidel y sus barbones de Sierra Maestra. Pues sí, pero como Washington aún no se resigna por haber perdido una zona que hasta entonces fue no su patio trasero, sino su mancebía, no cesa su acoso a la isla en el intento de derrocar a Fidel, lo que provocó en el 2001 la Gran Marcha del 10 de junio, que se llevó a cabo en La Habana. Casi nueve millones de cubanos…
Washington, por supuesto, minimizó esta Gran Marcha tachándola de «recurso de regímenes totalitarios», y que los cubanos fueron presionados para participar. Y en esto no les faltó razón. No, al menos, en el caso de cierto ciudadano de Cuba que asó, por mi conducto, hizo pública su denuncia:
– ¡Sí, yo marché y firmé obligado..!
Al menos en mi caso, tienen razón los voceros, agencias cablegráficas y medios de prensa, cuando aseguran que los cubanos fuimos obligados a la Gran Marcha del pasado día 10 y a firmar la Iniciativa de Modificación de la Constitución. Efectivamente: yo acudí presionado al Malecón, y estoy convencido de que igual les ocurrió a otros de los nueve millones de participantes de todo el archipiélago. De esa misma forma suscribí el documento, que al final resultó avalado por ocho millones 188 mil 198 cubanos mayores de 16 años de edad.
Me obligaron, sí, pero no fue nadie del Gobierno ni el Partido (…) No hizo falta esa presión. Me obligaron la memoria, la actualidad y el mañana. Temprano en esas fechas, Félix Varela tocó a las puertas de mi corazón (…) Al ilustre Presbítero lo acompañaban el Céspedes Padre de la Patria, el Generalísimo dominicano que convirtió el machete en alma in-dependentista, el Bayardo Agramonte, el Calixto de tres guerras y una estrella en la frente, el Maceo de «fuera» en el brazo y en la mente, el Martí Autor Intelectual, el Camilo del pueblo y el Che de América.
Me obligaron los 20 mil hermanos torturados y asesinados por esbirros de la tiranía batistiana, esos mismos prófugos de toda justicia que se pasean por las calles de Estados Unidos, donde gozan de privilegios otorgados por las autoridades para detonar explosivos, atentar contra dirigentes de otros países, aumentar fortunas con el tráfico de drogas y de personas, secuestrar a niños…
Me sentí obligado por el Enero de Libertad y el Girón de Victorias; por los niños al-fabetizadores y los campesinos que si hoy pudieron leer y firmar, fue gracias a aquella gesta de cartilla y farol. Me obligó la alegría de saber que la tasa de mortalidad infantil es de apenas 6.2 por cada mil nacidos vivos. Y es que disponemos de más de 67 mil médicos a dos pasos del hogar, y de los cuales casi dos mil prestan sus modestos esfuerzos a 110 pueblos desposeídos en otras tierras del mundo…
Me obligaron los científicos de la ingeniería genética y la biotecnología, que fabrican armamentos, es verdad, pero para hacerle la guerra a plagas y enfermedades, y salvar millones de vidas en cualquier rincón del orbe.
Y las sonrisas infantiles, arrancadas de una muerte segura por la vacunación contra 13 dolencias curables, que flagelan a la niñez en otras latitudes.
Me obligaron los millones de alumnos en todos los niveles de la enseñanza, cada vez mejor preparados por sus valientes maestros, en más de 50 universidades, de sólo tres que existían en 1959, y en los miles de escuelas con equipos de computación, televisores y videos para las tele-clases hasta en el más recóndito rincón de nuestra geografía, incluso allí donde hay un solo pequeñín con su profesor y un panel solar, porque aún el paraje no se encuentra ubicado en el 95 por ciento del territorio nacional electrificado.
Fui obligado a marchar y a firmar por los abuelos que saben de su vejez garantizada (…) y por las mujeres, que no sólo conquistaron su derecho a la igualdad, sino que han sobrepasado a los hombres en muchos frentes. Me obligó el orgullo de la Escuela Cubana de Ballet y el Cine verdaderamente nacional, real a partir de 1959. Y los más de 60 títulos olímpicos…
Y por último: marché y firmé el documento obligado por Bush, ese que fue colocado en la Casa Blanca por el fraude de los sargentos políticos de Miami, y quien con sus discursi-tos volvió a ofrecerle la Enmienda Platt edulcorada, con más sabor a palos que a zanahoria, a este pueblo mío que se cansó de decir yes desde hace mucho, cuando aprendimos a no bajar la cabeza como esclavos, para impedir a tiempo que se extiendan por las Antillas los EU y caigan con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.
¡Sí, yo marché y firmé obligado..!
Mis valedores: frente al territorio libre de América digo: Patria o Muerte. (¡Vencieron!)
¡Viva la revolución!