De perros y cavernarios

Los ejercicios deportivos, mis valedores, ¿son de su agrado? ¿ Cuál prefieren practicar? ¿La natación, el gimnasio, la caminata? ¿O acomodan las dos posas frente a la tele o en el estadio, y a mirar que otros jueguen mientras ustedes hacen suyas las hazañas que presencian, y entonces se sienten héroes por delegación? ¿Ven el box, el béisbol, el clásico pasecito a la red? ¿O quizá para llegar a la catarsis semanal (orgasmo, pero más prolongado) han elegido la mascarada esperpéntica de la lucha libre? El pasado jueves, hojeando el matutino, me extravié de repente en la sección deportiva, y aquella cursilería:

«Una vez más el bien triunfó sobre el mal, y la joven sensación, Místico, volvió a pasarle por encima al rudísimo Averno. El aficionado disfrutó de un recital de alternativas en tres caídas. El Místico ejecutó su valentía (sic) y tomó ventaja». Y que «el arlequín boricua se acercó a los aplausos al dejar con vuelo afuera del ring a Warrior«. Tropecé con los alias pintureros: Nitro, Sayko, Boy, Pierroth, El Sagrado, Black Warrior, Rammstein (¡!), en fin. cerré el periódico y me puse a pensar en los tiempos de mi primera juventud, qué tiempos. Recuerdo que aprendí los nombres de luchadores de tamaños.- Gori Guerrero, Murciélago Velázquez, El Santo, Blue Demon, Rayo de Plata (a este táchenlo, era un caballo), y en épocas más recientes Konan, el Mil Máscaras, Fray Tormenta (sacerdote él, creo). Hoy, por lo visto, la plaga de los nombrecitos que endilgan a los pobres escuincles (Vivían, Yinyer, Yeneviv, Cary, Yónatan, Dios) ha alcanzado a los luchadores. Ustedes, los aficionados, ¿simpatizan con los técnicos o se inclinan ante los villanos de las mañas arteras? Rodillazo, descontón, el chile en los ojos -chile en polvo- o la estrangulación directa, para no andarse con rodeos. Y el aullido del «respetable», sus ojos desorbitados:

– ¡Arbitro, chintrola madre, desapártamelo a ese carbón…!

En llegando a este punto rindo homenaje a dos de los rudos más rudos de los que tengo memoria, corazón bandolero los dos:

¡El Perro Aguayo! ¡Cavernario Galindo, para el que quiera algo de él..!

Bien, haya lo bien parido, tigres en brama, bestias sedientas de hemoglobina. Ah, crispaciones faciales de fieras de pesadilla, tomates inyectados de coágulos enrojecidos, belfos espumosos de baba sanguinolenta, caninos y premolares mascando los hígados! ¡Ah, maquinaria de la agresión, fieras en paroxismo! Y aquí me pongo de pie. De pie me pongo porque Perro y Cavernas fueron hombres honestos en su profesión y veraces con el respetable que en la taquilla pagó por ver. Porque Perro y Cavernas desquitaron los pesos pagados para atestiguar cómo los dos se la partían como Dios manda a sus criaturitas que se partan la madre; porque el fanático pagó por verla escurriendo y de fuera, la sangre, en el encordado de la Arena México…

Esos fueron el Perro y Cavernario: virtuosos en todas las malas artes del costalazo, del madruguete. A pujidos, sudor y sofocos, en cada contienda subieron a partirle toda Ja suya a los Gori Guerrero y demás guerreros que personificaban el bien. Porque Perro y Cavernas eran villanos, y como villanos se esforzaron por ganar así fuese con recursos permitidos, si no había otra opción. Nunca en lo suyo mediocres, bien hayan Perro y Cavernas. Y a esto quería yo llegar…

Esos dos no eran estadistas, qué estadistas iban a ser, villanos y todo, nunca se dignaron a descender hasta la ignominia del político mexicano. Perro y Cavernas lidiaron a pura verdad. Auténtica fue su rabia de contendientes como auténtica la hemoglobina con que salpicaron el encordado. Ni un embuste arriba del cuadrilátero, ni una balandronada, que no fueron valientes de lengua, saliva y gargajo. Su verdad la defendieron cara a cara, cara a cara se agredieron y fue la cara la que se fueron a partir. Bien hayan…

¿Fuertes, valientes, intrépidos? Sus hechos lo certifican. Ellos, redaños en su nidal, eran fuertes, y porque lo eran nunca tuvieron la debilidad de proclamarse fuertes. «Yo no soy débil». Y como fuertes no acusaron sin pruebas y mencionar nombres: «Populistas, derrochadores, hacen pura obra pública de relumbrón. Quieren quedar bien y pepenar votos». Perro y Cavernas nunca se atejonaron en el burladero de su influencia política para agredir, sin mencionar nombres, ni tiraron la mano y escondieron la piedra, o al revés. Nunca, si no lo acreditaban con puños y llaves, llegaron a ofender a lo impune:

– A mí los detractores me hacen los purititos mandados..!

Muy claro el pasado jueves, en Guadalajara, se la fregó el empresario C.S. de Anda al también empresario Vicente Fox.- «Señor presidente: ¡para ser ganador como empresario y buen líder se necesitan huevos, muchos huevos..!

Nula mediocridad y muchos tanates, Perro y Cavernas. Y aquí me pongo. (De pie.)

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