Sabiandijas

Pasó el remolino, mis valedores. Se aplacó el vendaval, se extinguió el escándalo y se apagaron los fuegos fatuos de la pedantería, el egocentrismo y la vanidad. El sabihondo y la culta dama guardan sus aspavientos para mejor ocasión, que alguna otra víctima  no les ha de faltar.

Y es que para regodeo de figurones del intelecto cierto mediocre político se acaba de exhibir como lo que es: un ignorante en materia libresca, y entonces la culta dama y el culto lector, taquicardia y jadeos: “¡Pero cómo! ¡No es posible! ¡Cómo un ignorante pretende gobernar nuestro México! ¡Inconcebible!”

Y que al iletrado más le valiera intentar el gobierno de algún primitivo y oscuro país que mal figure en el mapa de la civilización. “¿Pero este México nuestro gobernado por un analfabeta funcional? ¡Nunca!”

Y que yo, en cambio, alardeó alguno de los tales en su columna del matutino; yo, para ser lo que soy y llegar hasta donde he llegado, ¿calculan ustedes cuántos libros tengo leídos hasta el día de hoy? ¿Imaginan los títulos que marcaron el rumbo de mi existencia? Incontables.

Y por vía de ejemplo suéltese la chorrera de títulos librescos a todo lo largo y ancho que permitió el espacio periodístico, diarrea donde cupieron novelas, libros de frases célebres y de superación personal. Si extranjeros, mejor. Si con la transcripción del epígrafe en su idioma original, lo máximo. Imponente la cultura personal del articulista. No que esa afrenta de la cultura,  el cretino candidato priísta a Los Pinos. Mis valedores:

El PRI no debe retornar al gobierno, y si regresa culpa será de tres agentes visibles: Washington, Calderón y el sufragante, en ese orden. Por todos los males que en setenta años de gobierno provocó en  el país juzgo que  el Tricolor no debe volver a embrocarse la banda presidencial. ¿Pero objetar su retorno tan sólo por la incultura de su gallo copetón? ¿Contra su mediocridad de lector enfocar las baterías panistas y las de su aliada oficiosa, la Nueva Izquierda chuchera? Un lector, escritor y catedrático de la talla de López Portillo,  ¿cómo dejó este país al final del sexenio? ¿Y cómo lo dejó don  Lázaro, que de seguro no había leído la décima parte que el amante de la Luzy marido de la Romano y la Montenegro? ¿Impensable, como se escandaliza el sabihondo, que un inculto gobierne este México que lee entre uno y dos libros y medio al año, casi todos de “superación personal”? Hoy mismo, ¿en manos de quiénes, de quién, está el costosísimo cascajo de la educación pública?

Allá los tales, dirá alguno en llegando a este punto. Pues sí,  ellos allá, pero acá nosotros; acá unas masas sociales inermes y vulnerables ante la mugre que les cae desde todos los medios de condicionamiento de masas. Yo, tanto en nuestro espacio comunitario de Domingo 6 (Radio Universidad), como en correos electrónicos y en el transporte público, escucho la voz de unos individuos perplejos, que haciendo suyas opiniones ajenas mueven la testa y sonríen, irónicos:

– ¿Pues qué le parece, valedor? ¿Merecemos que un iletrado gobierne nuestro país? ¡Nunca!

Una monja, mis valedores, a la distancia de siglos nos ofrece la solución: “hacedlos cual los queréis – o queredlos cual los hacéis”.

Nosotros, sí, que por no leer somos tan vulnerables ante la feroz manipulación de los medios,  y que por ser tan vulnerables no nos preocupamos por leer, pero armamos la escandalera ante uno que al que esos medios sorprenden de ser tan inculto como lo somos nosotros. (Trágico.)

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