¿Guerrilla buena y guerrilla mala..?

¿Bueno, el EZLN, Ejército Zapatista de Liberación Nacional? ¿Malos, el EPR, Ejército Popular Revolucionario, y el ERPI, Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente? ¿Cuántas guerrillas se calcula que operan en el país? Yo de algo estoy muy seguro: las causas que impelen a los rebeldes a tomar las armas, son, casi siempre, justas, y van desde la pobreza de los marginados hasta la corrupción lucrativa e impune de los Salinas, Sahagunes y demás compinches que transitoriamente detentan el poder. Pues sí, ¿pero es la guerrilla el factor que nos revierta una situación tan injusta? Los analistas afirman:

Nadie puede aportarnos una solución a nuestros problemas, por más que nos vivamos exigiendo el «cambio» a los del poder. Esto significaría su extinción, y ellos no tienen vocación de suicidas. La solución sólo puede venir de nosotros mismos, cuando las masas ejerciten el acto de pensar. Pero, por desdicha, «su ignorancia les lleva a prolongar el actual estado de explotación, opresión, represión». En ese momento, ¿tomar las armas? Fatídico: los gobiernos opresores se alegran de que sus adversarios recurran a la violencia armada, a la guerrilla. «Cuando los pobres, abrumados, decidan enfrentarse al poder con las armas del poder van a ser aplastados por un armamento muy superior. Se habrán ubicado en el terreno de lucha que favorece a los ricos, y al utilizar ellos también la violencia de los fusiles, los del poder tendrán una excelente justificación para arrojar contra ellos sus enormes armas de destrucción».

El sistema de poder manipula el dolor y la angustia de viudas y huérfanos de los soldados muertos por la guerrilla para lanzar sobre los pobres, a lo impune, el diluvio de fuego de su armamento; como si ellos mismos hubieran demandado su propia destrucción. Al recurrir a las armas, los oprimidos abandonan el terreno donde su causa era noble: la de la justicia, de la verdad, de la dignidad, para situarse en el terreno maldito de la ley del más fuerte, precisamente donde el opresor tiene las más grandes posibilidades de triunfar y, además, con la ley en la mano. Recurriendo al homicidio, los oprimidos justifican moralmente la represión en lo que tiene de más brutal, de más inhumano. La justicia y la diafanidad de su causa se diluyen a ojos de muchos. Así, no se ve mas que una serie de personas crueles que, de un lado y del otro, se van matando de modo salvaje. Sólo una minoría perspicaz, sensible a los problemas sociales, entiende que la causa de los débiles es, en esencia, buena.

Si al principio las armas mataban a los tiranos y a los explotadores, sirven ahora para matar a pobres, es decir, a los soldados, sus hermanos en la miseria, porque los soldados son también gentes humildes, que por necesidad económica para dar de comer a su familia, se vendieron al poder como mercenarios. El triunfo de los ricos consiste entonces en inducir a los pobres a matarse los unos a los otros. El círculo vicioso infernal de la violencia y del odio crea rápidamente una barrera infranqueable entre los pobres que se rebelan contra los ricos y los pobres manipulados por los ricos. Y como estos últimos tienen familiares y amigos en la masa de los pobres, entonces la clase obrera, por la sangre derramada por ambas partes, se divide tajantemente en dos bandos. Una mitad de los pobres sufre por los soldados y odia a los guerrilleros; la otra mitad de los pobres sufre por los partisanos y detesta a los soldados. Tal es el triunfo de los opresores: poner a esclavos en situación de matarse mutuamente, mientras que su dominación continúa, cruel e implacable.

El recurso de la guerrilla tiene el grave inconveniente de desviar a las masas del verdadero combate liberador, que se realiza en la desobediencia civil, en el rehusar la cooperación con el gobierno de los opresores, en la realización de la huelga general -cuando está bien preparada-, en el vacío creado alrededor del Estado opresor gracias a la general reprobación y al unánime rechazo de toda la población. La experiencia manifiesta que la verdadera fuerza de la revolución, la que es casi irresistible, reside en la resolución indómita de la población explotada que desde un momento determinado rechaza colaborar con el poder.

No hay que obedecer leyes injustas. Nadie debe obedecerlas. Hitler derramó fuego y sangre porque las Iglesias enseñan que es necesario obedecer a las autoridades, al Estado. No han predicado la enseñanza evangélica: «Obedecer a Dios antes que a los hombres» Los sacerdotes han proclamado la tesis: «La fuerza es necesaria al Estado», sin proclamar jamás la antítesis: «Desgraciadamente, el Estado abusa de la fuerza y comete crímenes». Si Iglesias y autoridades morales lo hubiesen enseñado, tales horrores no se cometieran.

¿Mi propuesta, ya en acción, contra la ineficacia de la guerrilla y las soluciones de corto plazo que, jura la historia, son dolorosas e inoperantes? Lo asenté en mi libro más reciente. Mis valedores al poder popular (Ed. Grijalbo): organización celular autogestionaria. (Más de guerrilla y organización, pronto.)

Un comentario en “¿Guerrilla buena y guerrilla mala..?”

  1. Lo felicito, que maravilla leer esta clase de textos, que pensamiento tan honesto, aunquesea en la red no hay control de los medios.. Ojala publique mas cosas.

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