Cartas marcadas

De la tertulia del miércoles les hablé ayer, y que transcurrió rispida, controvertida, donde a gritos se discutió el tema de actualidad sin que nadie con nadie lograse ponerse de acuerdo. Conciliador, don Tintoreto (lavado en seco y a todo vapor, se angostan y enanchan corbatas): «Que hable nuestro anfitrión. El tiene la respuesta correcta. ¿Qué pasó con su chino, valedor?»

– ¿Mi chino? ¿Cuál chino? Porque si se refiere al…

– Que no me lo alburién impunemente. Revíreselo, bigotón -el Síquiri.

Y que cuál albur, que al valedor puro respeto. «Un Chino, acuérdese, un bongosero, maraquero o algo así. ¿No recuerda el incidente del Chino».

Recordé al Chino. Veracruzano. Qué tiempos. Fue ahí mismo, en mi depto. de Cádiz, donde su paisano El Costeño, dos dientes de oro, me vino a reclamar «mi vileza de mal amigo». «Del Chino ya perdistes la amistad. Te odia con odio jarocho». Me dolió. Y es que virtuoso del arpa en aquello de las bambas, tarascar y buscapiés, a punto de casamiento con una sota moza que conoció en un caserío de aquellos (Carapan, Camécuaro, Chupícuaro o Tinguindín), por mediación del Costeño me solicitó tantos mil para los gastos del festejo.

– Y tú que te hicistes rosca, te fruncistes y pura madre que lo alivianastes; bien madriado lo dejastes, qué poca madre la tuya, de a madre me cái.

Me alebresté. Las apreté, fui a mi archivo personal (una caja de chaca-cha-ca), y regresé con aquel papel amarillento: «Lee en voz alta, si sabes leer».

Supo. A la velocidad que le daban sus tres años de primaria, que cursó en siete, lo escuché leer a trompicones aquel pliego de color amarillento:

Secretaría de Comunicaciones y Transportes. Dir. Gral. de Telégrafos Nacionales. Giro número tantos, guión tantos, diagonal tantos, sucursal tantos, y que México Distrito Federal, y una fecha correspondiente a semanas atrás.

– ¿Qué? ¿Puse o no puse el giro? Ahora mira la hoja de papel que viene en este sobre. Es la copia de la carta en que notifiqué el envío del giro, con el ofrecimiento de una cantidad adicional, de ser necesaria para la boda de un amigo tan querido, con el que tantos me he echado, me refiero a los sones jarochos. ¿Eh? ¿Puse giro y carta, o traicioné vilmente tan valiosa amistad?

Esta vez fue el Costeño el que las apretó mientras arriba las abría de par en par (las quijadas). Parpadeó. Luego de un instante de estupor:

– Así que sí pudistes los tantos mil. Tonces el chinche correo y el telégrafo, jijos de su retiznada madre…

(Mis valedores: las providencias que tomé de inmediato para evitar que la burocracia me robara mis tantos mil, un día de estos se los cuento. Por ahora sólo les diré lo que ocurrió el pasado miércoles en la tertulia.) Don Tintoreto:

– Después de la mala pasada que le jugó al Chino, contertulios, ¿habrá registrado alguna mejoría el servicio postal? ¿Hasta qué grado..?

– Un compendio de atraso, rezagos e ineptitud era ese servicio público, dije a los contertulios; tan defectuoso que una empresa SEPOMEX se avocó a remediarlo, y así: «Tras haber alcanzado una capacitación de 840 millones de piezas postales el año anterior, el Servicio Postal Mexicano logrará incrementar dicha cifra a 900 millones de unidades, gracias a la confianza que el público usuario ha depositado en SEPOMEX, logrado por su modernización…»

Pues sí, pero no, según la queja de cierto vocero de cierta Coordinadora de Trabajadores Postales: «Las seis máquinas del Centro Postal Mecanizado se encuentran detenidas desde hace seis años. ¿Qué si las ponen a trabajar? Sí, cuando se reciben visitas de funcionarios». Válgame.

Y el denunciante muestra los paquetes de correspondencia rezagados hasta por un mes. Y aquí la médula del asunto que se debate, hoy también, en la tertulia de Cádiz:

El tema se refiere a ese engendro, ese contrahecho sietemesino que a pujidos y cuescos malparió el Legislativo y que a los mexicanos va a arrancarnos del bolsillo, también él, millones por cientos, por miles. Ese costosísimo esperpento se nos torna oficial, institucional, y los apodan «Voto de los mexicanos en el extranjero». Del monstruillo declaran voceros del Sindicato Nacional de Trabajadores del Servicio Postal Mexicano:

«Reafirmamos nuestro compromiso de garantizar la confiabilidad del voto vía correo».

Pues sí, pero mucho cuidado, todos alerta. Entre tantísimos que nos previenen contra los riesgos del malparido, los juristas Jorge Carpizo y Diego Valadés: «Permitir que voten los mexicanos en el extranjero significa dejar a esa comunidad expuesta a la manipulación extranjera y entregarle el poder de determinar el resultado de las elecciones presidenciales…»

De las objeciones de los contertulios hablaré un día de estos. (Vale.)
elvaledormx@yahoo.com.mx

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