De los infelices a los que el pantano engulló hablé a ustedes ayer, tragedia de la que pude enterarme por el mensaje encerrado en una botella que encontré a la orilla de cierta región pantanosa. Texto de frases nerviosas, describe el tránsito de los desdichados desde que sanos de cuerpo y espíritu bordeaban el barrizal hasta que fueron presa de las aguas pútridas. Aquí el final del mensaje:
Yo, el último de la comitiva, presencié el momento en que todos, por turno, fueron tragados por las aguas ponzoñosas y pasaron a mejor vida. Yo quería salvarme. Creía haberme salvado. Lo intenté hasta el agotamiento, pero de súbito la atracción del barro caldoso comenzó a ejercer una malsana atracción sobre mí, débil de cuerpo y espíritu. En precario equilibrio sobre esta lengua de tierra firme y prendido al tronco de un arbolillo, mi mente afiebrada ponderaba mi crítica situación. Fatigado por mantenerme aferrado a la lengua de tierra cuyas riberas muerden unas aguas en oscuro fermento, envidié a los desgraciados que pasaron a mejor vida y fui prisa fácil para delirios y calosfríos…
Aquí estoy, por asidero el ramaje de este arbolillo canijo, pupilas hipnotizadas por las miasmas del barrizal tembloroso por el chacualeo de algunos lomos loderos, culebras y demás bicharajos que habitan el tremedal. Aquí me sostengo, lamentando mi lóbrega suerte mientras que los otros pasaron a mejor vida. Aquí me esfuerzo por evitar lodos y pudrición, consciente de que los otros, por dejarse ganar por las aguas inmundas, ya están pisando tierra firme, qué contrasentido. Yo aquí, zozobra y angustias, me afianzo en precario equilibro dentro de esta lengua de tierra, las dos manos aferradas a la ramilla de este arbusto sarmentoso. Fiebre y delirios, me doy a calcular las posibilidades de alcanzar la otra orilla y pisar tierra firme. Ultimo recurso, me he puesto a redactar este mensaje que nadie habrá de leer…
Boca amarga, contemplo el aguadal y sus fétidos borborigmos, y reflexiono en lo incierto de mi futuro. Los estremecimientos que bicharajos producen en la piel del pantano me provocan una maligna fascinación. ¿Y si yo también? ¿Si tan sólo soltase mis manos del clavo ardiente? Y de repente, ¿cómo fue? Porque me he decidido, y elijo la pudrición. Yo también elijo pasar a mejor vida. Yo hasta aquí llego, me rindo, no aguanto más, abandono el esfuerzo y decido entregarme, yo también, al arropo ventral de las miasmas, fementida prolongación de un pantano que hasta hoy crucé sin mancharme.
La suerte está echada, y aquí mi fin. El lodazal, sin límites, es tentación que no cesa. Hoy perdí los arrestos postreros, y ante el espectáculo de los otros, que así pasaron a mejor vida retozando en el barrizal, humillo la testa y marco unas señas telefónicas
– Santo señor de Los Pinos, le suplico me admita en su corte celestial. Permítame hozar, yo también, en las mismas miasmas, que es decir en la misma nómina. Mi celular aguarda sus órdenes, yo uno más de sus voceros, señor. A mí también, como a ellos, tutéeme, o aún mejor: twitéeme. A mí también sobrecito, espacio en la TV y estrellita en la frente. Quiero, yo también, con su coro de validos, a balidos cantarle en tono de sol:
“Bécame – bécame mucho – como si fuera esta noche – la última etc”.
Aquí aguardo su venia para clavarme en el tremedal y, de periodista muerto de hambre, pasar a mejor vida. Yo también. ¡SOS!
(Pobre infeliz, ¿no les parece? En fin.)