Santo fast-track

Esto dicho a lo gringo, perdonando el colonialismo, porque he de aludir al beato de vía rápida y horno de microondas: Karol Wojtyla, el reaccionario más eficaz de los aliados de R. Reagan en su lucha contra la Unión Soviética. Leo, en el diario fechado ayer en El Vaticano:

En los próximos días se iniciará el proceso de beatificación del difunto Papa Juan Pablo II, «un gran don y una razón extraordinaria para agradecer al Señor…» (Mira, mira) Mis valedores:

Si un proceso al vapor salva requisitos como el del tiempo que debe transcurrir antes de que arranque el proceso de beatificación del presunto, no se anule el de los milagros divinos atribuidos a la intercesión del aspirante. Aquí, algunos que bien pudiesen acreditar la santidad de Wojtyla, y que habré de proclamar si el polaco muestra ser digno de los altares:

Primer prodigio: que yo, mexicano, nunca más tenga que avergonzarme frente a un espectáculo indigno e indecoroso: que en un estado laico como es el de mi país ningún titular del Ejecutivo se arrodille y le bese el anillo, nunca más, a ningún jerarca de la iglesia católica.

Otro más: que este gobierno no vuelvan a encaramarse gerentes de aguas negras y otras empresas transnacionales, reaccionarios que en las ceremonias públicas invoquen a Dios como misticoide maniobra que tanto ha de repugnar a la divinidad como repugna al Estado laico. Que Dios, por intercesión de Wojtyla, obre un milagro que se niega a realizar ese al que le corresponde, el paisanaje: que el Estado vuelva a su laicidad y a la libertad de conciencia, donde todas las religiones coexistan en paz, desde la de la Santa Muerte hasta la de la Santa Vida, la de amar al prójimo como a sí mismo. Con obras.

Que torne mi México a lo que era antes de los Salinas, Norbertos, Onésimos y el Wojtyla dogmático y reaccionario. Que los tonsurados no sigan dándole al César lo que sólo es de Dios. Que todos los símbolos religiosos tornen a su casa, el templo. Que ésos dejen ya de badajearlos en la plaza pública y en la calle real, y desde la catedral de la diócesis hasta la catedral del clásico pasecito a la red, con el Crucificado de carrilero de la media cancha al área penal. Que dejen ya de manipular a unas masas débiles y maleables que así se dejan enajenar por las religiones: la politiquera, la futbolera, la de los ritos y las procesiones en el Goloso de Santa �rsula. Que ese deje de ser el destino de las masas: el de Perra Brava de todas las religiones.

Las masas: que Dios les de un poco luz para que se decidan al ejercicio de pensar, y de ahí a la autocrítica y, con el auxilio de la historia, desechen las estrategias obsoletas y creen una efectiva, provechosa para esas masas. ¿O vamos a seguir de megamarchitas per secula seculorum…?
Que las congregaciones religiosas dejen ya de saquear a las masas para apuntalar el erario de El Vaticano. Que El Vaticano deje de ser alcahuete, solapador y compinche de curas violadores,
los garañones curitas Maciel.

Que yo nunca vaya a morir, y que si me muero no muera sin confesión; que en mi agonía tenga a la cabecera el sacerdote, ¡y que ese sacerdote no vaya a ser Onésimo Cepeda!

Y el que sería un verdadero milagro: que al duopolio televisivo de mi país se le funda el bulbo, y si bulbos ya no se estilan, la resistencia, el condensador, en fin. ¿O con la televisión ni Dios Padre? Que si no se atreve a fundir un bulbo de la TV encienda, cuando menos, un bulbo en el cerebro de las masas mexicanas, y así dejen de ser tan débiles, vulnerables y dependientes, y tan pasivas, desprotegidas y dóciles frente a la manipulación del duopolio de Azcárraga y los Salinas, el que malbarató el Canal 13, el que prestó los dólares y el que los aprovechó para pagar el dañero consorcio.

Que nunca la dignidad eclesiástica, politiquera, emporque la dignidad de su investidura metiéndola a casamentera, divorciadora, alcahueta de primeras damas. Que por su intercesión el Altísimo se digne regresar a Martita a su cenicienta condición de encargada de una farmacia veterinaria donde a nadie lograba dañar que no fuese a esta mula o a aquel cabro mayor. Farmacia y Martita están hechas tal para cual. Ahí no cometería desmesuras a la medida de lo tropical, esperpéntico y surrealista, para vergüenza ajena y daño de tantos.

Que conceda el don del decoro a alguno que estoy pensando, que milagro mil veces más arduo sería dotarlo de inteligencia, sentido de la mesura, sensibilidad política y humana y vergüenza personal. Que Dios, en su infinita misericordia por las criaturas que modeló a su imagen y semejanza, vuelva el juicio y la salud mental a quien él ya sabe, o que, cuando menos, lo enmudezca de aquí a diciembre del 2006. Entonces sí, creeré que en el momento supremo Wojtyla se arrepintió de corazón y ya es digno de los altares. (Laus Deo.)

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