Las miro hasta bizquear hasta que me arden los ojos y unas lagrimillas se asoman a aliviar el ardor. Observo los mofletes de un rostro aniñado que se embona a un barril forrado de casimir que remata en unos zapatitos de niño, de juguete como el propio rostro: Agustín Carstens, que ayer anocheció en Hacienda y hoy despierta en el Banco de México.
Clavo los ojos en el Cordero: qué talante de mediocre, qué aspecto vulgar. Rostro de luna llena y unos cachetes hinchados de grasosas carnazas con forma de posas, esa papada como cachete y esos cachetes como papadas. Joven aún, pero ya ovachón el Cordero de Hacienda….
Heriberto Félix: funcionario de medio pelo y bajo perfil vino a caer de nalgas en la Sedesol. Rostro apicarado, pizpireto, salidor, con la música por dentro y siempre dispuesto a bailarla con la más fea. La malicia le brota por ojos, boca y nariz. Sentido del humor, tal vez. Bueno para el chistorete y el calambur. Como que no se toma demasiado en serio y mucho menos al que lo empujó hasta esa oficina. No, y esa mirada que parece decir: «Bueno, y yo por qué tiznaos permito que me manipulen con maniobras tan desaseadas. Quezque Sedesol. ¿Y esa pica, muerde, es mansita o qué fregaos?»
Obsérvenlos y contéstense: ¿son estas cataduras, estos caraduras, personajes como para Los Pinos? ¿A estos panistas dar maiceo y poner en engorda para el 2012? ¿Esas acémilas competir con pura-sangres como Ebrard y López Obrador? Hoder…
Ya escucho al retobado: «Ah, y ese al que Washington, Lorenzo Zambrano y una treintena de ricachones, haiga sido como haiga sido encaramaron en Los Pinos, ¿ese sí mucho carisma? No tizne…
No tizno. Usted tiene razón. Después de ese hasta yo relumbro en Los Pinos, pero insisto: ¿Pinta de estadistas esos tres de la foto? ¿Empaque para la banda tricolor? ¿Conocen ustedes fulanos más en el rango de la mediocridad, la vulgaridad, la insignificancia? ¿Imaginan a alguno del trío como «Señor Presidente»? ¿A su respetable matrona, hoy ama de casa aficionada a telenovelas y teletones, y cuya plática va de los chamacos y la «miss» de la escuela al chofer, tan atrabancado para manejar, y a esa india floja y tragona, la «chacha», la imaginan ustedes jugando la farsa gringoide de «primera dama»? Mis valedores…
Mi oficio, con sus anexos, es el de escribir unas novelas publicadas en las mejores casas editoriales y cuyas ediciones están agotadas. En mí, como novelista, se presupone imaginación. En el intento de imaginar alguno del trío como presidente de mi país he puesto toda mi capacidad de imaginación y créanme: no logro imaginarlo en ninguno de esos pequeñajos. Individuo más anodino con la banda presidencial ni cuando el rostro del primer mediocre que intentó la trascendencia con el único expediente de arriscar una de las cejas, el De la Madrid reculón. Yo, en medio de la zozobra a los cuatro vientos arrojo mi pregunta: ¿qué inauditas maniobras de maquillaje tendrán que lograr los expertos en imagen y estética facial para operar el milagro de que en el desierto aparezcan rosas y carisma en uno de esos modelos de mediocridad aplastante? Pero un momento…
El carisma va a llegar. Si exceptuamos al actual, ¿no le llegó a nulidades como De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox? ¿Qué milagros no logrará el periodismo? ¿Por qué no iba a lograrlo con Carstens, Cordero o Félix? Pero el tema da para más. (Aguarden.)