Masas, fascismos y demagogias

El hombre-masa cree que la civilización en que ha nacido es tan espontánea y primige­nia como la naturaleza, e ipso facto se con­vierte en primitivo… (Ortega y Gasset)Tal afirma el autor de La rebelión de las masas, precisamente. Pues sí, pero su rebelión, hasta hoy día y en este país, se circunscribe a acciones atroces como esa que habré de señalar párrafos adelante. A propósito:

Todo gira en referencia a las masas: los sistemas fascistas, los gobiernos autocráticos, los partidos políticos, los or­ganismos sociales y los credos religio­sos; todos ellos gravitan en derredor de esos hombres-masa que para el socialis­mo utópico sólo sirven para gobernar y sólo para ser gobernados, según el capitalismo real. Pero trátese del que se tra­te, unos y otros sistemas de dominación se viven ensalzando al rebaño de perple­jos, como lo llama el estudioso. Por asun­to de ventaja personal y de grupo todos los sistemas de poder han convertido en una profesión lucrativa el elogio de tales masas populares. Por lo que atañe al in­dividuo…

Único, irrepetible e impredecible, el individuo. Rebelde a la mediocridad, re­husa la vocación de esclavo. Carácter, in­teligencia, personalidad, el individuo es varón de ideales capaz de pensar, de crear estrategias y avanzar solo, a acier­to y error, por caminos que abre al an­dar, como dijo el poeta. Pero ocurre que el individuo, tal vez por el peso de la so­ledad del que avanza sin más compañía que la de la propia conciencia, en ocasio­nes se llega a rendir y se integra a la ma­sa, de entes todos iguales entre sí. Se des­poja de sus características en cuanto in­dividuo y se borra, se difumina, se torna un átomo más de la masa amorfa y anó­nima Su alma individual se diluye en el alma colectiva y sus pensamientos y ac­ciones se tornan los de la multitud, con sus reacciones impulsivas, tornadizas, viscerales e irreflexivas. Ahora su activi­dad intelectual se ha amenguado y aflo­ran los instintos primitivos. El alma indi­vidual se ha diluido en el alma colectiva, y sus pensamientos se tornan los de la multitud, con sus reacciones impulsivas, tornadizas, viscerales e irreflexivas. De esta manera el individuo ha descendido varios peldaños en la escala de la civiliza­ción. Ahora es el hombre-masa; es mesa puesta para los demagogos. Lóbrego.

Lóbrego, sí, porque ya integrado a la multitud el individuo se torna bárbaro y es arrastrado por los movimientos espon­táneos y la violencia, la ferocidad, el entu­siasmo y el heroísmo de los seres primi­tivos. Lo heterogéneo del individuo se ha convertido en homogéneo apenas el indi­viduo se integró a la colectividad. El nue­vo hombre-masa sacrifica fácilmente su interés personal ante el interés colectivo; perdió su personalidad consciente y sólo obedece a las sugestiones del líder al que la masa buscó para, a lo visceral e irracio­nal, acatar su liderazgo.

Porque, mis valedores, el individuo ataca al líder y lo acata el hombre-ma­sa, que en él mira a su santón y mesías, a su patriarca e iluminado. La masa es sim­plista y procede de acuerdo a la psicolo­gía del niño, y como él vive dando pre­ferencia a lo fantasioso sobre lo real, y quiere ser sometida a la fuerza, por la violencia y el rigor; necesita ser domina­da, subyugada, tener y mantener conten­to a su pastor. Ahí el éxito del caudillo, de los fascismos, de esos falsos profetas de la catadura de las sotanas políticas. (Segui­ré el lunes.)

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