«¡Vénganse contra nosotros!»

La errática lucha de este gobierno con­tra los carteles de la droga, que luchan en­tre ellos y dejan con el reto en la boca al secretario de Gobernación. Los aludidos continúan produciendo su droga, distribu­yéndola, comercializándola y cosechando arrobas de dólares mientras se dan tiempo para desgarrarse entre ellos por zonas de influencia y mercados. El gobierno, entre tanto, furioso y desatinado, a disparar rá­fagas de sardos por este lado y de policías por aquel, y a ciegas y para todos lados desbalagar hatajos de uniformes estatales y municipales, y a ver qué sale más allá de lo usual: sangre, muerte, venganza, rencor. Tertulia de anoche. El maestro:

– Allá el gobierno y su cerrazón para oír consejos. Tengo aquí el acta de la tertu­lia de hace años, donde se le obsequiaba la solución al problema.

Su libreta de pastas negras. «Tertulia de junio del 2007. Junto a la jarra de infu­sión, media docena de periódicos y revis­tas, catálogos de nota roja que chorrean sangraza, cuerpos sin cabeza y cabezas sin cuerpo, con sus mensajes recamados de «zetas». Ah, tiempos mexicanos cuando los mensajes utilizaban el correo y el telégrafo, no restos humanos. Ah, este México nues­tro, sin cabeza en Los Pinos».

– Y la solución que proponía al de la ceja alacranada, hoy aún más vigente que en aquel entonces: «Existió en tiempos re­motos cierto vejete que atesoraba en el ar­cón sus buenas monedas de oro, y en la despensa, por todo alimento, tres pedazos de queso y uno de pan. Pero la mala for­tuna de aquel avaro; cada día queso y pan encontraba mermados por la acción de las ratas, y se la jalaba, la greña, pero qué ha­cer. ¿Una ratonera? ¿Y tener que cebarla con un cacho de queso? ¡Nunca! ¿Un ga­to? ¿Y tener que mantenerlo, y aun cui­darse de él? ¡Menos! Pues sí, pero enton­ces, ¿cómo salvar su despensa raquítica? El ruincejo se puso a pensar, hasta que de repente: ¡Eureka, la solución! Y a ponerla en práctica.

Así, con paciencia y salivita, el ava­ro se las ingenió para apresar una rata, y la metió en una jaula y la dejó sin comer; ya cuando la rata bufaba de hambre la ali­mentó con carne, pero carne de ratas, que había matado a escobazos. Así día con día; dos, tres rajuelas de alimento que le ate­nuaban el hambre. Carne de rata ¿Van us­tedes captando la idea? Fue así como a trozos de rata sobrevivió la cautiva y les tomó el sabor, y les tomó el gusto, y cuan­do más gustosa a retirarle una vez más la canasta básica y la rata a bufar de hambre. El de Los Pinos, contertulios, ¿irá com­prendiendo la estrategia del avaro aquel…?

Y sí, tal fue la etapa tercera con la roe­dora en delirio por falta de carne, el ruincejo tomó la jaula la arrimó al agujero de aquel submundo que hervía de roedores, y que abre la reja y deja en libertad la ra­ta famélica ¿Se imaginan ustedes? La rartófaga inició, delirante, la devastación de las congéneres, hasta que no quedó una ni para nidal. De ahí en adelante la mortandad entre la roedora población devolvió la calma al avaro, cuyo ‘ingenio’ le ahorraba el gasto del gato y la ratonera». ¿Qué les pa­reció la estrategia del vejancón?

Silencio. Reflexión Bach, en el apara­to. Quedo. Una cantata

– Y lo grave en verdad: que narcos mexicanos serán extraditados al veci­no país. A ratas del tamaño del Güero Pal­ma y el Osiel Cárdenas pudiesen haberlas aprovechado, pero no; dóciles que no fue­ran, y serviles ante el vecino imperial, los que han caído a Los Pinos le regalaron tan valiosa yunta de roedores, qué insensa­tez. Pero en fin, que ratas de todos tama­ños han sido encerradas en celdas de alta seguridad, roedores que a fondo conocen los escondrijos, las andaduras, los pasadi­zos del narcotráfico; que con los ojos ven­dados pueden ventear los rastros de toda esa fauna roedora de criminales que traen descabezado al Estado, que es decir a sus instituciones, que es decir al país. Y una vez más mi mensaje para los encargados de la justicia. Señores procuradores:

¿Y si eligieran a alguna de las ratas que tienen enchiqueradas? La enfurecieron al despojarla de su libertad y de sus mal ha­bidas riquezas, y al sepultarla en una jau­la de este tamaño terminaron por enlo­quecerla ¿Si a esa rata señores justicias, le encargasen la Secretaría de Seguridad Pu­blica o la PGR, que sería soltarla frente a las ratas del narcotráfico? ¿Resultaría peor que ustedes? ¿Caerían sobre tal rata las sospechas que sobre el García Luna de Se­guridad Pública, pongamos por caso? La estrategia que les propongo, ¿sería más funesta que la del patético de Los Pinos?

Silencio en la noche Suspiré. (Qué más.)

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