Marta, Fox, el Ave Fénix…

Erase que se era, contaba a ustedes ayer, un cierto zoológico con el que Poldero, su propietario, se enriquecía. En el intento de acrecentar las ganancias viajó por muchos países hasta dar con el Ave Fénix e incluirla entre las atracciones del zoológico, pero fue rotundo el fracaso. Demasiado tranquilo para un público que admira leones, orangutanes y al cocodrilo que se tragó a una mujer. Guapetona. Pero el Ave Fénix…

– A cambiar ese pajarraco por alguno cuya fama de sangre y muerte atraiga a los visitantes. Un Fénix que sea rudo, fiero, espectacular.

– Imposible, lo desengañó el administrador. Este es el único ejemplar que existe en el mundo. El Fénix no tiene pareja ni descendencia. El mismo, al llegar a viejo, se prende fuego para emerger renacido.

– ¿Y si al incinerarse renace como ave guerrera? A envejecerlo, pues.

Entonces (fijaros bien) Poldero le disminuyó a la mitad su ración de carne, y después a la cuarta parte, pero el ave no envejecía. Le suprimió la calefacción, sin resultado. Le atascó la jaula con pájaros belicosos, que a lo sañudo lo agredieron a picotazos. Nada. Impaciente, Poldero le introdujo en la jaula una runfla de gatos de callejón. El Fénix voló sobre sus cabezas y sacudía sus alas doradas. Dio en colocársele enfrente, y lo vituperaba. El Fénix, impávido. Investigó que gusta del clima seco. «¡Aja!» Y a confinarlo en una pequeña jaula provista de una regadera en el techo. Todas las noches la ponían a funcionar. El Fénix comenzó a toser…

– ¡Eureka, lo he envejecido! ¡No tardará en prenderse fuego! – Y Poldero emprendió una campaña de publicidad: «El viejo favorito del público se acerca a su fin». Para que el ave acelerase el proceso y forjara su nido, atiborró la jaula de malolientes haces de paja y mohosos alambres de púas.

Por fin. Cierto día (¿van tomando nota?), el Fénix comenzó a revolver la paja. La hora había sonado. Poldero se apresuró a firmar un contrato por los derechos de radio, cine y televisión. Y comenzaron los preparativos…

Era una tarde de sábado. A la ganancia económica Poldero había estado excitando la curiosidad y el morbo de público, y ahora anunciaba que el Fénix iba a renacer un día de estos. Y ese día llegó. El gigantesco auditorio donde se montó el espectáculo, atiborrado. En la jaula del Félix luces, cámaras, micrófonos. Desde un altavoz el anuncio del espectáculo que estaba por ocurrir frente a aquel público morboso e interesado:

– ¡El Fénix, distinguidos visitantes, es el aristócrata de las aves! ¡Solamente las más raras y costosas maderas orientales, impregnadas de perfumes exóticos, lo tientan a construir su extraño nido de amor..!

Ahora se introducía en la jaula un manojo de ramas y una nueva dotación de virutas densamente perfumadas. «¡El Fénix es como un aire de salvaje música gitana. Toda la pompa fantástica y la pasión
de Oriente, su lánguida magia, sus crueldades sutiles…»

Un estremecimiento sacudió el opaco plumaje. El Fénix movió la cabeza. Tambaleante, descendió de su percha. Con movimientos cansinos congregó virutas y ramas. ¡Las cámaras de cine y televisión se activaron! ¡Estallantes, las luces alumbraron la jaula! Poldero, a todo volumen: «¡Este es el momento que el mundo ha esperado con ansiedad! ¡La leyenda de siglos se materializa ante nuestros ojos! ¡El Ave Fénix..!»

Anidado en su pira pareció caer dormido, provocando la desilusión de un público vicioso del morbo, la nota roja y lo espectacular. Y fue entonces. De súbito, el Fénix se irguió, miró hacia la muchedumbre y… ¡en ese momento Fénix y pira estallaron en llamas! ¡Las llamas abrasaron el descomunal auditorio! ¡En dos minutos todo quedó reducido a cenizas! ¡Miles y miles, con todo y Poldero, perecieron en el incendio!

¿Moraleja? Poldero, ¿quién viene siendo? ¿Quién el Ave Fénix? Mis valedores: vive nuestro país un clima de tensión, electrizado. ¿Sus focos rojos? El agro, el obrero, la burocracia, los desempleados y un manejo del erario público que desemboca en una pobreza general siempre en aumento. Y es aquí, frente al Fénix, donde los depredadores Polderos de la familia presidencial y tantos más del aparato público, cinismo e insensatez, exhiben el botín y el lujo, el dispendio y el mal gusto de los nuevos ricos. Así maltratado y envejecido, al Fénix lo orillan a incendiar el país. Cuando ocurra la hornaza, si es que llega a ocurrir, ¿a quiénes va a incinerar? No al Ave Fénix, que por morir renace porque su destino es sobrevivir a Polderos y gatos de callejón. Es la Historia. ¿Pero los Fox y Sahagunes? ¿Quiénes son los que se habrán de requemar si la exasperación ciudadana se descontrola? «Los campesinos ponen un ultimátum a Fox», el encabezado de prensa. Y este escalofrío… (Mi país.)

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