Era un ataque cobarde, alevoso, contra la democracia, contra la libertad. La gente estaba confundida, las calles eran el escenario del caos. Luego las calles vacías, los comercios cerrados, la palabra ausente, el espíritu asesinado. La fecha se escribía con dolor y rabia en la memoria de un mundo que se negaba a admitir la atrocidad, el genocidio…
Así es: un día como hoy hizo explosión una tragedia que, preparada y perpetrada por el terrorismo internacional, vino a lastimar la conciencia de todo un pueblo, y aquí mi recordatorio anual. Pero no, por supuesto, yo no me presto a la feroz manipulación de los «medios» ni está mi mente colonizada como para entonar la endecha de las Torres Gemelas cuando tan a lo vivo me lastima aquello que se perpetró un 11 de septiembre de 1973 en uno de nuestros países de la patria continental de Bolívar, la anchurosa América Mestiza de José Martí. Yo aludo al palacio de La Moneda en llamas allá en Santiago de Chile, con Washington de victimario.
¿La víctima? Todo el pueblo chileno, con don Salvador Allende, su presidente constitucional. El magnicidio lo tramó en La Casa Blanca R. Nixon, la CIA como cerebro de la maniobra terrorista ¿El brazo ejecutor? Un Augusto Pinochet que antes de fallecer, viejo, achacoso, con fama pública de multi-asesino y corrompido hasta el tuétano de un alma en ruinas, con trémula vocecilla de vahído y desguanzo:
– Pido perdón si es que en aquel entonces cometí algún error…
(Tiempo después, un 11 de septiembre, G.W. Bush halló el pretexto perfecto para invadir Iraq, y aun se asombraba: «Yo no sé por qué nos odia todo el mundo. Estoy asombrado porque sé lo buenos que somos». «No, señor Presidente, le refutó R.M. Bowman, ex director de la Guerra de las Galaxias. Ni somos buenos ni le dijo la verdad al pueblo estadunidense acerca de por qué somos blanco del terrorismo: ¿por qué representamos la democracia, la libertad y los derechos humanos en el mundo? ¡Mentiras! Porque nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas».)
Cosas odiosas. Santiago de Chile. Al complot contra don Salvador Allende alude el cronista de la CIA: «R.M. Helms, entonces su director, se reunió con Nixon el 15 de septiembre de 1970. Nixon le ordenó directamente la operación encubierta en Chile. Tenía que evitarse que el marxista Salvador Allende llegara a La Moneda. ¿Cuántos habían visto a un presidente de los EEUU fuera de sí? Era un espectáculo. Y no había más solución que acatar la orden de Nixon, textual:
Hay una posibilidad entre 10, ¡pero he de salvar Chile. Tienes 10 millones de dólares y más, si es necesario, pero… ¡haz chillar la economía…!»
(2001. Clamaba G.W. Bush: «Estoy asombrado de que haya tanto malentendido, con lo bueno que es Estados Unidos». «No, le replica Bowman. No lo es. ¿En cuántos países hemos derrocado a líderes electos popularmente y los hemos sustituido por dictadores militares títeres, anuentes a vender su propio pueblo a las corporaciones multinacionales de EU? Lo hicimos en Irán, donde depusimos a Mossadegh porque quería nacionalizar el petróleo; lo sustituimos por el Sha y entrenamos, armamos y pagamos su odiada guardia nacional, que esclavizó y brutalizó al pueblo iraní. Todo ello con el fin de proteger los intereses financieros de nuestras compañías petroleras. ¿Es sorprendente que haya tantas personas en Irán que nos odien?» Bush: “Yo sólo quiero que los norteamericanos abracen a sus hijos». Hoy, Iraq.)
Santiago de Chile. «Existían muchos intereses económicos. Los tenebrosos propósitos de la ITT: en 1970 sugirió al gobierno de EU que interviniera en los asuntos políticos de Chile. Proponía el estrangulamiento económico, el sabotaje diplomático, crear el pánico en la población, el desorden social, para que al ser sobrepasado el gobierno, los militares quebraran el régimen democrático e impusieran la dictadura».
(«¿Por qué nos odian?, se quejaba Bush, protector de halcones israelíes. Ante la masacre de Jenín, en Cisjordania, lo denunció un horrorizado Terje Roed-Larsen, de la ONU: El campo de refugiados fue escenario de horrores que superan el entendimiento humano. Vi gente en total conmoción, sus casas destruidas. Vi familias tratando de desenterrar gente bajo montañas de piedras. Desde hace mucho no se había visto una destrucción masiva de esta dimensión. Es un infierno. Moralmente es repugnante». Después, ¿hablar del «Holocausto»? En fin.
¿Torres Gemelas? Hoy, don Salvador Allende. (A su memoria.)