Dulce y sombría…

Viví en la Guatemala de los milicos, dije a ustedes ayer, y que mis amigos Marucha y Virgilio se lamentaron conmigo: «Cuándo tendremos un gobierno civil, como en México».

Lo tuvieron. Vinicio Cerezo Arévalo de nombre. Yo, ya de nuevo en mi país, les envié, a modo de felicitación y con reticencias, el mensaje que ahora reitero con la llegada de un Álvaro Colom arropado en un escándalo de proporciones aún no previstas.

Un gobierno civil se consolidó en Guatemala. Felicidades, pues, pero a ver, un momento, no repetir el brindis. Aguarden, que algo quiero decirles. Este servidor, por razones diversas, aún ignora el discurso que en su toma de posesión lanzaría contra ustedes el Cerezo de apellido frutal. Yo, mis amigos, no por aguarles el tinto sino por un dictado de pura amistad, les pregunto:

¿Cuántas promesas, qué de justicias y democracias, qué de vocablos vacíos de sustancia les lanzó en su discurso inaugural? Ya me imagino: el de Cerezo Arévalo (y el de los subsiguientes, ya podrán comprobarlo) fue un discurso redondo, de mucha sonoridad; porque de los gobernantes ci­viles es, si no otra ninguna, la gracia de los discursos retóricos. El de la toma de posesión, como grandilocuente, llegaría aderezado con los vocablos que dan sabor al caldo democrático: justicia social, progreso, derechos humanos, paz social, bienestar para la familia y haré más por los que menos tienen…

Ya me imagino, Marucha y Virgilio: el Cerezo frutal juraría que habrán de volver la credibilidad y una honestidad cristalina Prometería que a sus hijos y los hijos de sus hijos voy a legarles una mejor Guatemala (si no conoceré la retórica de los recién llegados al poder). Y así habrá seguido la diarrea de promesas y vocablos domingueros. Tú, amigo Virgilio, ya habrías descorchado la segunda de tinto…

¿Pidió perdón a los pobres? ¿Prometió una versión guatemalteca de los programas asistenciales, comenzando con algún Pronasol? ¿Para todos justicia? ¿Castigo para los militares que a lo largo de décadas empaparon de sangre el territorio nacional? ¿Al llegar a este punto se soltó la jauría, el vómito de aplausos ventoseados por una clase política rastrera y servil? Conozco el paño, que los gobiernos de aquí y allá son uña y carne, y sangre derramada cuando hay que exhibir el principio de autoridad. Es Guatemala. Es México.

¿Que cómo adiviné tema, forma y estilo del discurso presidencial? Yo vivo (sobrevivo) en México, que es decir en un «estado de derecho» (¿?) como el de ustedes. ¿No le enjaretan ese mote los gobernantes de allá? «Estado de derecho». Un estado donde a las masas les han prometido todo eso y tantito más. Todos. (Pude haber agregado: que si arriba y adelante, que si la solución somos todos, y que renovación moral, mother-nización, para el bienestar de la familia, voto útil para el cambio, «el presidente del empleo» y «haiga sido como haiga sido». Macabrón.) ¿Y al final del discurso qué? ¿Y al final del gobierno qué? ¿Qué fue de tantas promesas, comenzando con aquella de la honestidad personal en el manejo de los dineros públicos? (Hoy les preguntaría si hay alguna diferencia entre aquél que los gobernó hace algunos años, el asesino Alfonso Portillo hoy prófugo no por la muerte de dos estudiantes mexicanos, sino por acusaciones de ladrón, y alguno de por acá, un delincuente con hermanos delincuentes. Tú, Marucha, me contestarías: sí, la diferencia es que el chapín anda prófugo, ¿y el de ustedes? Touché.)

Marucha, Virgilio: ya conocen a estas horas el rigor del gobierno civil; ya probaron la distancia que va de la verba salivosa -salinosa- de los tales, a la acción provechosa para el paisanaje; sepan ahora que en esto también Guatemala y su hermano del norte constituyen vidas paralelas y un destino común: el de un paisanaje aguantador, estoico, de cabeza gacha y brazos caídos (y ahora pronto, por la acción de Portillo cuando estudió, comió, vivió y bebió en México, ustedes y nosotros ya hermanos de sangre, les diría hoy.)

Pero ánimo, mis amigos, que amanecerá. Al señalar a tales dañeros clama el poeta de Guatemala:

Ay, patria, arrancarlos de raíz – y colgarlos de un árbol de roclo agudo – violento de cóleras del pueblo.

Marucha y Virgilio: según diversos mitólogos, la hidra de Lerna tenía entre 5 y 10 mil cabezas. ¿Cuántas tienen nuestros gobiernos, civiles o militares? ¿Cuántas? México, Guatemala. (En fin)

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