¡Aborrecible presidente Bush..!

Fue una nueva protesta contra el presidente de Estados Unidos, una más de las tantas que ha provocado su manejo criminal del desastre. Pero aquella voz a deshoras, ¿de dónde me llegaba aquella voz dolorida que me asaltó (me secuestró) en el peso de la noche? Arrancado a lo violento de mi sueño y mis sueños de color de rosa (rosa mexicano) y aún con hilachos de ensoñación, magia y encantamiento que se evaporaban en esa oculta región que constituye el escenario de sueños y pesadillas, hice intentos de protestar ante el repiqueteo del teléfono. Arañé el auricular. «¡Sí, sí, bueno, diga!»

¿De qué mundos ignotos me llegaba la voz, con sus dejos de urgencia, tensión, iracundia impaciente? Conforme el cerebro captaba los kilos de angustia en la voz y el odio reconcentrado contra el presidente Bush (¡nada menos!), ya no encontré orilla para protestar; el tono, el contenido de la protesta me amansaron; del otro lado de la línea y desde el propio escenario de la catástrofe, el damnificado se dolía desde el fondo del corazón y maldecía a Bush, en tantos sentidos responsable del siniestro. ¿Un blanco residente en Luisiana, un negro damnificado de Nueva Orleáns? ¡Un compatriota! De Guerrero, tal vez; de Oaxaca o Durango; de mi Zacatecas; de mi Jalpa mineral.

«¡Es que yo, como tantos otros paisanos, estoy con el agua al cuello!».
Y que en lugar de prestarles auxilio oportuno, Bush ha agravado hasta límites intolerables esa situación de naufragio.

«¿Biloxi, Nueva Orleáns? ¿Desde dónde me llama..?»

«Desde aquí, desde allá o más allá, para el caso es igual. La víctima de un gobierno nefasto aquíydondequiera es ciudadano de segunda».

Ahí la recitación del catálogo de agravios contra Bush: que la miseria de México desmembró a las familias, las desarraigó, las aventó a dar lástimas en Texas, en California, en Biloxi y Nueva Orleáns. La anónima voz desgranaba, grano por grano, la mazorca madura de todos los agravios capaces de herir a un damnificado y erizarlo de impaciencia, irritación, dolorimiento. «El agua hasta el cuello y la soga al pescuezo, pero en lugar de venir a auxiliarnos, Bush ha agravado hasta límites intolerables esta situación de catástrofe».

«Cierto. Analistas y demás estudiosos le reprochan su impericia».

«¿Impericia? ¿Cuál impericia? ¿Cayó usted en el lugar común? ¿Usted también?» Sí, en esa maniobra de desubicación que manejan todos los medios de condicionamiento de masas. «Sí la cabeza visible del imperiono acudió en socorro de los hijos de la desgracia no fue por la falta de luces, sino por sobra de insensibilidad y exceso de codicia y ambición para beneficiarse junto con toda la élite del poder».

Y que los millones de damnificados, mientras tanto, andan sedientos y medio ahogados, qué contrasentido. «Y él nunca bajó por acá para vernos medio muertos por el ramalazo de la mala fortuna». Y la de agravios: pobreza, desempleo, inseguridad, la familia desmembrada que por afanes de sobrevivencia deambula por Texas, por California, por Nueva Orleáns. Y que para los damnificados no se avizora más futuro que ese más renegrido que las aguas contaminadas por las fugas petroleras. «El país hecho garras, paisano».

¿Para qué me llamaba a deshoras? Para que yo hiciera pública su protesta, suya y de millones de damnificados del presidente Bush. Oyendo la voz se me vino, agrio regüeldo, el lamento del meshica derrotado por la tizona del conquistador: «Y era nuestra herencia una red de agujeros». Trágico.
Agravios; muchos agravios del paisano en crisis. Más tarde calló la voz y surgió el rumor del silencio del amanecer. Yo, tras escuchar lo escuchado, hasta el alba me la pasé rumiando el abanico de males que el mexicano en desgracia arroja al rostro de Bush. Dos, tres hora transcurrieron insomnes; otro día, sonámbulo, en mi mente rezumbaban, tábamos tercos yjicotillos rabiosos, los tantísimos agravios que el damnificado achaca a Bush. Antes de colgar el teléfono, pregunté a la voz:

«Bueno, ¿y si usted me llama no de Nueva Orleáns sino de aquí, del país, como dice, por qué culpa a Bush de lo que a usted y a mi nos sucede en México?» Su respuesta me provocó insomnio y este estado sonámbulo:

» ¿Que por qué culpo a Bush de lo que me ocurre en México? ¿No fue ese alcohólico anónimo, con el poder que lo mueve detrás, quien nos provocó ese huracán apodado no precisamente Katrina, sino uno infinitamente peor, el huracán Fox? Y algo más grave: ¿no fue ese huracanado Fox el que nos impuso su gabinetazo? Y algo peor: ¿no nos plantó en Los Pinos a semejante ‘primera dama’ ? Y lo peor de lo peor: ¿con semejante ‘primera dama’ no nos clavó, como banderillas de lumbre, al Manuel Bribiesca Sahagún y todos los demás Asahugunes.. ?»

(Dios…)

Un comentario en “¡Aborrecible presidente Bush..!”

  1. Mucho mejor le iría al mundo con su presidente Bush si éste realmente fuera Alcohólico Anónimo, pero para desgracia de todos , Bush no es más que un borracho seco , es decir un enfermo alcohólico que un día tapó la botella pero cuya cruel enfermedad lo hace comportarse , sin haber bebido , como si estuviera borracho : pendenciero , megalómano , incoherente , etc.

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