El sonido y la furia

Fraude electoral: maniobra que el Poder se ve impelido a ejecutar cuando las minorías acuden a las urnas en cantidades inesperadas…

El viento negro, mis valedores, llega a su fin Concluye el espectáculo de un territorio nacional emporcado de máscaras; hieráticas unas, sonrientes las más, y las más enseñando los dientes. Finaliza la turbonada de un lenguaje que se nos tornó diarrea de palabras de hojalata, vocablos enmascarados, de careta y antifaz, que sin pudor dibujaron el retrato hablado de una «democracia» a la medida del Sistema de poder, o ya la hubiese desterrado de México. Pronto habrán de amainar el sonido y la furia de una propaganda electorera que a lo largo y ancho de meses ventosearon todos los medios de condicionamiento de masas. Electorera

Sí, porque adquiere el rango de democracia electoral cuando diversos núcleos de ciudadanos postulan a alguno de entre ellos mismos, del que conocen desempeño, capacidad, cualidades. ¿Derroche de propaganda? ¿Para qué, sí el susodicho nada tiene que prometer, que sus hechos hablan por él? Pero cuando el candidato es el elegido del partido político cuyo signo es el medro ilícito y cuyos anteriores funcio-

(Fragmento Cortado)

rio público, entonces sí, para convencer a los votantes tienen que machacarles el cerebro con una inclemente maceración de hasta 25 millones de mensajes, propaganda vil, todo al costo de decenas de millones que salen de nuestros impuestos y que irán a fincar fortunas ilícitas. Ese proceso es electorero, que no electoral.

Pero en fin, que la hora señalada está ahí, a cuatro días de distancia, y aquí la interrogante: ¿por quién, por quiénes, por cuál de todos votar? ¿Tener que entregarles mi voto a esos que con tal carita sonriente se esfuerzan por convencerme de que la historia de México comienza en septiembre, como si no existiera una historia negra o gris detrás de tales tartufos? Pero esos ya nos estudiaron, ya saben lo que las masas queremos oír, y eso nos dicen, y nos prometen todo lo que necesitamos escuchar, y aun jugueteando a costillas de cierto protagónico monigote tan bueno para los dólares como ignorante de la política cimarrona se gastan la humorada de firmar sus promesas ante notario. De esa manera, mis valedores, con el proceso electorero se lesiona el ejercicio de la política.

Se lesionan, asimismo, la economía y las finanzas, por el derroche monumental que suponen las elecciones con todo y sus resultados, que se reflejan en el flujo y reflujo del capital especulativo que, a querer o no, influye en la macroeconomía del país.

Se desmedra la religión, con un alto clero desbozalado, que en un gobierno sometido a las monjas del Verbo Encarnado recula hasta las épocas previas a Juárez y sus liberales, y desde el púlpito y haciendo añicos varios artículos de la Constitución,

(Fragmento cortado)

dato por el que han de votar. «Y recuerden, carísimos, que el cielo es blanco y azul». Es así como la imagen del ministro de culto sé rebaja a la categoría de embaucador politiquero. Sin más. Horroroso.

Se lastima también ese político que en la rebatinga y al medro personal finge y se confabula, anuda acuerdos ilegítimos y traiciona lo mismo principios, valores e ideologías que lealtades, fidelidades y convicciones. Y qué decir de las masas sociales, cuyo voto proporciona a los candidatos el pretexto para sus sinvergüenzadas. Ellas, que se exhiben de ignorantes en cultura política ya que una frase en la campaña lodera logra manipularles la intención de su voto. «Un peligro para México.

Y qué decir de la imagen internacional: crisis política social y económica, movimientos telúricos, influenza sardos y policías infiltrados por el narco, medio centenar de criaturas calcinadas en la trampa mortal donde por codicia los embodegaron apellidos cercanos a gobernadores y la familia presidencial, y que con las víctimas se calcinen la justicia la verdad y la dignidad de gobernadores y Calderón enzarzados en pleito de perros. Si los extranjeros califican el nuestro como un estado fallido qué contestar…

Pero con el proceso electorero se lesiona directamente la verdad, porque el elegido del partido político la acuchilla torciendo y prostituyendo el lenguaje, y al despojarlo de su sentido original convirtiéndolo en mina antipersonal y arma innoble para vulnerar a los crédulos. «Te prometo…»

Este domingo, mis valedores, ¿por quién votar? (Uf.)

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