El resto es silencio

Dime lo qué lees y te diré quién eres, o más contundente: dime si acostumbras a leer o perteneces al rango de quienes se leen medio libro al año, y te diré si eres el espíritu idealista o sólo un mediocre del montón. Aquí te presento, en parodia vulgar, tres ejemplos de las obras que alimentan el espíritu: La tragedia de Macbeth (Shakespeare), el pasaje de La Biblia donde Juan el Bautista termina perdiendo la cabeza por una bailarina, y un homenaje a Oscar Wilde. Aquí, el parlamento con que arranca La tragedia de Macbeth:

Bruja 1a.- ¿Cuándo volveremos a encontramos las tres en el trueno, los relámpagos o la lluvia? / Bruja 2a.- Cuando finalice el estruendo, cuando la batalla esté ganada y perdida, / Bruja 3a.- Eso será antes de ponerse el sol. / Bruja 1a.- ¿En qué sitio? / Bruja 2a.- Sobre el páramo. / Bruja 3a.- Allí nos encontraremos con Macbeth. / Bruja 1a.- ¡Voy, Mari-Gris! (un gato de ese color, nombre de cierto espíritu maligno.) / Bruja 2a.- ¡Paddock me llama! (Nombre de otro espíritu con forma de sapo.) / Bruja 3a.- Lo hermoso es feo, y lo feo es hermoso. ¡Revoloteemos por entre la niebla y el aire impuro!

Enseguida la bruja Gordillo, Huipiles Paredes y la nuevaizquierdosa Ruth Zavaleta se enfilan al estacionamiento, rumbo a su entrevista con el primer brujo de México, Fabio Manlio Beltrones. (Fin.)

Un brujo más, el sátrapa Herodes, «había prendido a Juan, y le había aprisionado y puesto en la cárcel, por intrigas de la bruja Herodías, mujer de Felipe. Porque Juan le decía: No te es lícito tener a la mujer de tu hermano. Y quería matarle, mas temía al pueblo; porque le tenían como a profeta.

Mas celebrándose el día del nacimiento de Herodes, la hija de Herodías danzó en medio, y agradó a Herodes. Y prometió él con juramento de darle todo lo que le pidiese. Y ella, instruida primero de su madre, dijo: Dame aquí en un plato la cabeza de Juan el Bautista.

El rey se entristeció; mas por el juramento, y por los que estaban juntamente a la mesa, mandó que se le diese. El enviado degolló a Juan en la cárcel, y fue traída su cabeza en un plato, y dada a la muchacha; y ella la presentó a su madre». La cual, Gordillo Herodías, ante la cabeza de Ebrard tornó el rostro y sonreía al que viene siendo el poder tras el trono de Herodes, una especie de sacerdote, santón y mesías, mezcla de Maquiavelo, Fouché y Richelieu, por mal nombre Beltrones. «Una danza más de mi hija Salomé, y te sirvo en bandeja de plata una cena real: Peje en su jugo». «Te agradezco, mi querida, le replica Beltrones, pero antes quiero la cabeza del condenado Espino. Con todo y criadillas, tú que puedes pepenárselas».

Por el camino de Wilde: A las puertas del edificio me topé con el hombre aquel que gesticulaba, lamentándose y lamentándosela a los del interior de la finca. Habiéndolo interrogado sobre la causa de su lloro rabioso, el iracundo, entre gimoteos y altisonancias, así se dolía:

– Ah, mi tragedia. Yo, como el propio Manlio Fabio, soy político mexicano, ¿sabes lo que eso quiere decir? Que al parejo del Tartufo Beltrones, mi carrera la he forjado a punta de vicios privados y virtudes públicas. Yo, arrogante como él, he halagado al poderoso y humillado al débil, y a ninguno le he aportado una brizna de satisfacción. Como Beltrones, yo me he enriquecido con los dineros públicos. Yo, como él, he sido en mi proceder abyecto, traicionero y fingidor. También del
establo del Tricolor, yo he dado mi apoyo al de Los Pinos, ese desvalido que paga bien. Con ello traicioné a mis correligionarios, y pienso traicionar a ese con el que los traicioné. Todo por las prebendas, las ganancias, el aroma del poder y la impunidad. Yo, como Richelieu, hago cosas buenas y cosas malas. Las cosas buenas las hago mal, pero las cosas malas las hago muy
bien.
Como Beltrones.

 

Como él, chantajeo a aquellos de quienes me finjo amigo y a los amigos que me creen enemigo, como a los enemigos que me consideran amigo, cuando yo no soy más amigo que de la transa que me reporte beneficios. Este ambiente político, tan corrompido, lo es en buena medida gracias a mí y a Beltrones, hermanos de leche, de sangre, de miércoles.

– Lógico, si los dos son políticos mexicanos. Pero no entiendo por qué él tan tranquilo y usted tan desgarrados lamentos. ¿Por qué así de abatido?

– Casi por nada. Siameses somos los dos, y los dos hampones, e impunes por la gracia de unos jueces alcahuetes. ¡Pero chintrola, a mí el CISEN no me espía! ¡A mi no me ha investigado!

«El resto es silencio». (Hamlet)

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