El entreguismo y la memoria histórica

Mayport, Florida. 20 de abril En los ejercidos navales Unitas Oro 2009, comandados por la Cuarta Flota de Estados Unidos por primera vez participa la Armada de México, con la fragata Mina, la patrullera oceánica Oaxaca, dos helicópteros y 395 marinos.»Preocupante e indebida por varias razones». (El editorialista.) Entre ellas, que las doctrinas militares de ambas naciones «obedecen a circunstancias, objetivos y principios distintos y hasta contrapuestos».

Ante tal situación, mis valedores, pensé en aquel 21 de abril de 1914, a las 11 horas con 20 minutos, hora en que soldados de infantería yanqui descendían del Florida, el Utah y el cañonero Praire, y tomaban tierra en el muelle Porfirio Díaz. Así se iniciaba la invasión gringa a Veracruz.

La fuerza yanqui marchó hacia la población por la calle de Mortesinos. Cantando La Adelita, el pueblo jarocho se lanzó a las calles. Se produjeron escenas de tremendo patetismo. Aureliano Monfort, gendarme, fue el primer patriota mexicano abatido por las balas dum-dum, expansivas del invasor. Horas después, entre tanto defensor anónimo, caería asesinado Andrés Montes, carpintero de oficio. Dramático fue el caso de la muerte de Charrito, un humilde vecino del puerto. Loco porque ya no tenía parque, se echaba pecho a tierra gritando: «¡Viva México! ¡Viva México!»

Los vecinos, al verlo morir, lo enterraron ahí mismo, en la calle…

México en los ejercicios conjuntos. «La naturaleza tradicional agresiva e imperialista del aparato militar de EU -características que han levado a ese país a convertirse en el violador sistemático de las soberanías nacionales y a crear engendros como las «guerras preventivas»- es incompatible con el espíritu de defensa de la integridad tradicional y de la soberanía en que se fundamenta la acción de las fuerzas armadas de nuestro país».

Cuando el cadete José Azueta, de 19 años, agonizaba en el hospital el contralmirante Fletcher envió unos cirujanos para que lo atendieran. El joven héroe, al verlos, se cubrió el rostro con la sábana: «¡De los invasores no quiero ni la vida! ¡Que se larguen esos perros, no quiero verlos!». El cadete Virgilio Uribe cayó de espaldas. Horas después se acercó un anciano y pregunta «¿Qué nuevas me dan de mi hijo?» Le presentaron una guerrera manchada de sangre. El anciano besó aquella sangre mientras lloraba en silencio…»

El testimonio de la niña que se quedó huérfana cuando una bala expansiva le asesinó a Andrés Montes, su padre: «Los americanos entraron el mero 21 de abril. Poco antes de las 11 de la mañana estaba yo en el colegio, cuando nos despacharon a casa en vista de que hacíanse conjeturas de que los americanos iban a entrar. Llegué a mi casa; mi mamá estaba muy azorada porque ya sospechaba que habría tiros y cañonazos. Mi papá estaba trabajando en la carpintería que teníamos en la misma casa donde vivíamos. Estaba callado, trabaja y trabaja sin decir palabra.

Éramos 6 hijos: la más chiquita tenía 10 meses de nacida. Sin decir palabra, sin decirnos nada, ni a donde iba, mi papá salió de la casa al oír los primeros disparos. No regresó sino hasta las 6 de la tarde y ya venía armado con un rifle y unos tiros. También regresó trayéndonos dos tanates de pan y miniestras para que tuviéramos qué comer mientras él estaba afuera…

Como si lo estuviera viendo ahora mismo con mis propios ojos, recuerda mi mamá, rodeada de nosotros, le suplicaba: ‘No te vayas, Andrés, no nos abandones, mira que tenemos niños muy chiquitos. ¿Qué hacemos si te matan? ¡Hazlo por nosotros!’ Mi padre, que siempre fue muy callada pronunció tranquilamente estas palabras: «Ahorita no tengo madre, ni esposa, ni hijos. Sólo veo que tengo una patria muy linda y tengo que defenderla de la infamia yanqui. Aquí te dejo colgado este machete; anoche lo afilé bien para que al primer gringo que se atreva a entrar en esta casa, le moches la cabeza».

Como mi mamá insistiera en que se quedara, él la agarró y le dio un empujón para que le dejara el campo libre. Y asi fue como él pudo quitar la tranca de la puerta y salirse a la calle otra vez. Como mi papá no llegó en toda la noche, en la mañana salió a buscarlo mi madre. Era un peligro, pues los tiroteos seguían. Fue entonces cuando supimos: mi papá peleó solo, callado Lo mataron al anochecer. Una bala expansiva le destrozó el estómago.

Ya no fui a la escuela. Mi mamá nos dijo «ahora todos tendremos que trabajar»‘.

A la hora de los ejercicios conjuntos, mis valedores, ¿tendría presente esta historia Felpe Calderón? (¿El…?)

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