Jerusalén. Tiempos de fiesta. Es el día de los Azimos, en el que se sacrifica el cordero pascual. Un ascua viva que vive en ascuas, la ciudad; las noches las torna días, con su comunidad enfiestada que, previa licencia del romano Poncio Pilato, a lo estrepitoso celebra su ancestral vocación libertaria A voces, en el recinto sagrado, los judíos evocan e invocan las sombras augustas, sombras tutelares, de Abraham e Israel, de Isaías y Moisés, el que quita las cadenas del exilio y el cautiverio. Jerusalén. Los judíos, a la convocatoria de Pilato el procurador, se ha congregado en la explanada del palacio imperial, y aquel clamoreo de voces exaltadas. Es media mañana
Todo esto ocurre aquí abajo, porque allá arriba desde el balcón central del palacio, ancianos y sumos sacerdotes (el Sanedrín), se congregan en torno al romano y contemplan a una judería estrepitosa Entre ellos comentan, y luego sonríen. ‘Y cómo no sonreír, si la estrategia dio resultado. ¿Esos judíos no acusan los efectos de nuestra maniobra? Ya es hora de dar el paso final».
El paso final de la estrategia creada para conjurar el peligro en el que se vio el poder del romano. Porque en Judea aconteció que de súbito y de la nada surgió un santón, un levantisco y provocador que desde hace tres años se dedica a soliviantar a los de Judea (sólo a los pobres, pero son los más…)
¿Prender al agitador y encerrarlo en alguno de los calabozos a la medida de alborotadores? Riesgoso, porque las masas están con él y pudiesen insubordinarse, provocar algaradas y motivar la participación de los tercios de Roma Qué hacer, entonces, sino crear el antídoto…
– Y dio resultado. La maniobra un éxito. Vean a los judíos allá abajo, domesticados, enajenados, listos ya para el paso final.
Tal maniobra fue creada hace meses. Como vía para eliminar al santón con todo y discípulos e imponer de candidatos a una cáfila de truhanes, pero fieles a Roma, y que unos judíos previamente condicionados votasen por ellos, Pilato convocó a escribas y sacerdotes, los cuales idearon el antídoto para adormecer en las masas toda conciencia y capacidad de discernimiento. Pilato aplicó a lo sañudo e implacable el antídoto letal. Desde esa fecha día tras día semanas y meses, a imponer la asfixiante estrategia Hoy, meses después, ancianos y sacerdotes, colaboracionistas del romano, sonríen contemplando a la multitud que el romano mandó congregar en la explanada del palacio.
Y la hora sonó. «Que comparezcan los señalados». (Comparecieron.)
¿La estrategia con que se logró amansar a las masas? Una ocurrencia de Caifás. Que a lo largo de meses, día y noche, sin darles descanso, los judíos fuesen bombardeados desde la radio y la televisión con frases alusivas a cierta entelequia que apodaron «democracia»; machaconas frases, siempre las mismas y mal redactadas, a cual más de embusteras y que a base de martillarles el cerebro terminaron por oscurecerles el entendimiento de los judíos. Votar era «democracia», el voto era todopoderoso y la clave de una vida mejor; «crece la democracia y crecemos todos», decía el pregón embustero. ¿Campaña onerosa? Sí, por supuesto, «pero los propios judíos la han de financiar. Nuevos impuestos, y listo». Mediodía La hora ha sonado.
Y ocurrió, mis valedores, que en ese momento un guardia introdujo hasta el salón a cierto hombrecillo pálido, trasijado, con un rostro de zozobra crispado de tics nerviosos. «Este es el amigo del agitador y de sus discípulos. Nos lo entregó ayer».
– Apesta (Pilato, asqueado, hizo que lo apartasen de sí.)
– A miedo. A temor, dijo Caifás. Aquí le entrego las 30 monedas de la delación. Que al otro lo salves de la horca está en ti concedérselo.
– ¡Habla tú!, ordena Pilato al apestoso. Gachas las orejas, facha de chucho apaleado, halitosis: «Barrabás es mi hermano. Madre no conocimos. El y tu siervo, Judas Ortega, militamos en Nueva Izquierda
– ¡Que hiede, sáquenlo!, ordenó Pilato. ‘Y espero que se ahorque».
Lo afirma el apócrifo. Luego de meses de ser aturdidas con millones de embusteros «spots» las masas estaban ya convenientemente manipuladas, enajenadas, sin voluntad propia sin lógica sin razonamiento. Entonces sí. La hora había llegado. Abriendo de par en par el balcón central del palacio, Pilato presentó al par de reos y ante unas masas exaltadas formuló la pregunta
– Entre el criminal y el justo, ¿a quién queréis que os suelte y a quién he de crucificar..?
La eficacia de los «spots»… (INRI.)