En Brasil se pone frente al juez a quienes saquearon Petrobrás. En Portugal se hace lo mismo con un antiguo primer ministro, y en España la “Operación Púnica” significó la detención de 51 funcionarios, políticos y empresarios implicados en contratos corruptos. (Lorenzo Meyer.)
¿Y en nuestro país, mis valedores? De Tlatelolco en el 68 a Iguala hace apenas un par de meses, ¿quiénes, aparte de un edil, han pisado la cárcel? A Luis Echeverría, el autor intelectual de la sangre derramada en el 68, el 71 y la guerra sucia de los 70s., le cayó, implacable, una sentencia de… ¡arresto domiciliario! Los saqueadores de Petrobrás están en la cárcel. ¿Y Carlos Romero Deschamps, entre nosotros? Políticos y empresarios españoles han caído bajo el brazo de la ley. ¿Y las honorables familias de Salinas, Fox, Montiel y Peña, para no citar más que los más recientes?
Oaxaca está en crisis. ¿Y Angel Aguirre Rivera, que lo gobernó un par de temporadas? ¿Y Rubén Figueroa Alcocer, al que Aguirre suplió luego de la matanza de Aguas Blancas, perpetrada el 28 de junio de 1995?
Tiempo después, en marzo de 1996, el entonces Sec.. Gral. de la ONU, Boutros Ghali, visitaba nuestro país. En nombre de las viudas y demás familiares de los campesinos asesinados en Aguas Blancas, Paulina Galeana entregó una carta al de la ONU para solicitar su intervención ante el entonces presidente Zedillo con el propósito “de encontrar una solución y hacer justicia ante la matanza” Boutros Ghali escuchó a la viuda y no hizo comentario alguno al respecto. Y no más.
Y la memoria histórica, mis valedores: hace ya casi una década que los cadáveres del Vado Aguas Blancas, asesinados por la policía, iba a preludiar las matanzas perpetradas por militares y paramilitares en Acteal, El Charco, El Bosque, Tlatlaya, Iguala, el Edo. de México, en fin. Tantos crímenes impunes. México.
Por que la memoria no se nos muera y por que sepamos a qué atenernos en relación al esclarecimiento de los tantos crímenes que en Tlatlaya e Iguala claman justicia: el entonces Presidente Zedillo prometió hacer pronta y expedita justicia. Sobre la testa de los asesinos iba a caer todo el peso de la ley y todo el rigor de la justicia. Los años pasaron, llegó Fox, ¿y? Llegó el matancero Calderón, ¿y? La nota del matutino:
El día de su destape Zedillo acudió a una fastuosa residencia y fue recibido por el propietario, el gobernador guerrerense Rubén Figueroa Alcocer, su compadre.
No mucho tiempo después iba a suceder que Anacleto Ahuehueteco, Simpliciano Martínez, Clímaco Martínez (qué nombres para un corrido), y una docena más de paisanos, militantes de la Organización Campesina de la Sierra del Sur, iban a ser minuciosamente masacrados a mansalva por las balas de una Policía motorizada que (órdenes superiores) les disparó a discreción. Sec. Gral. de gobierno con Rubén Figueroa era R. Robles Catalán, y un Antonio A. Salazar el Procurador de Justicia estatal. Ninguno fue molestado por la justicia.
Detrás estaba un personaje para tantos guerrerenses siniestro, hijo siniestro del siniestro de todo Guerrero, Rubén Figueroa Figueroa. Ese hijo era compadre del dicho Zedillo. De espectador, con las balas del gobierno sembrando el almácigo de muertos, el sub-procurador de Justicia de Guerrero, Rodolfo Sotomayor Espino. Hoy, intocable e intocado, el compadre al que señalan como autor intelectual de la masacre sigue, en libertad, administrando sus negocios camioneros. Es México.
(Más sobre la matanza, mañana.)