“¡Esto es no tener madre!” Tal ha sido el clamor de un protagónico “activista social”, y Rayuela, de La Jornada:
Es una lástima que en este país haya que echar madres para ver si así las autoridades se deciden a actuar.
Le faltó agregar que sus tácticas eso valen: madres. Yo, en tanto, dije a ustedes ayer:
Cuidado con esa táctica de la exigencia, obsoleta desde que el Sistema le aplica el antídoto: Ni los veo ni los oigo, y háganle como quieran. ¿Qué afirma la historia frente a “madres” tan retumbantes como vacías?
“¡Si no pueden, renuncien!” “¡Estoy hasta la madre!”, claman los protagónicos “activistas sociales”, y para que no abandonen unas tácticas obsoletas que en nada perjudican al Poder, unos medios de acondicionamiento social, mañosos, les aplauden y jalean: “¡Categórico, contundente! ¡Eso es valor civil! ¡Sigan con sus exigencias!”
Aquí algunas lecciones de la historia reciente. En el sexenio de la guerra contra el narcotráfico, con el daño colateral anexo y las criaturas calcinadas en la guardería ABC, de Hermosillo, Son., una de cuyas dueñas era Matilde Gómez del Campo, sucedió el caso de una de las tantas víctimas: dolido ante el plagio de su hija y la nulidad de las autoridades para aclarar el secuestro, a Calderón y su gabinete de seguridad les estampo en el rostro frases de este calibre:
–Ya pedí, ya supliqué, ya imploré, ya lloré, ¡ahora exijo! La propia autoridad nos ha dicho que no tenemos nada que nos lleve a encontrar a mi hija. ¿Esto es nada? Un hombre que trabajó cerca de dos años con mi familia, y que sabemos que sus hermanos son de una banda que ya ha hecho secuestros. ¿Eso es no tener nada? ¡Eso es no tener madre!
Pero llegó también, rostro crispado e índice en alto, el comerciante de los 50 millones de dólares que regateó el rescate del hijo hasta que se lo asesinaron. El comerciante se enfrentó a Calderón y los funcionarios encargados de la seguridad pública:
– ¡Si no pueden, renuncien!
Los susodichos pusieron rostros adustos, rostros de circunstancias, y de inmediato se aplicaron a redactar un documento al que enjaretaron un título rimbombante: Acuerdo para la Seguridad, la Justicia y la Legalidad, con setenta y cinco medidas de gobierno que se comprometieron a cumplir en un plazo perentorio de cien días a partir de la fecha. Y el plazo comenzó a correr, día con día. “Si no pueden, renuncien”.
Se cumplieron los cien días del plazo. ¿Y? ¿Cuáles fueron los resultados? Que todos y cada uno de los firmantes se deslindaron de toda posible responsabilidad en el incumplimiento del documento de marras, y para medir la mala fe o el candor: “”Cada mando debe evaluar su dimisión”, clamó el protagónico de la exigencia.
¿Ignorancia, mala fe? Lo afirmaba el entonces perredista Andrés Manuel López Obrador:
– Sólo mediante presiones, movilizaciones y protesta en las calles se logrará que quienes usurpan la Presidencia… ¡volteen a ver al pueblo! (¡!)
Y la “eficacia” de la protesta: “Enviaré un telegrama a Calderón para exigirle que de inmediato suspenda la aplicación del aumento número 27 al precio de las gasolinas”. ¿Y? Telegrama o no telegrama, ¿el de Los Pinos suspendió el dicho aumento?
Tal el candor de ayer (¿mala fe?), pero el de hoy: “¡Peña debe renunciar!” ¡Todo su gabinete debe renunciar con él!”
Santa simplicidad. Por más que la justicia esté de nuestra parte, ¿qué insulto, qué exigencia va a cambiar este Sistema? El perjuicio, por no pensar en una verdadera organización de masas, es para todos nosotros. (Lástima.)