¡Qué mierda de gobierno!

Tremenda requisitoria de una víctima que así calificó la gestión del carnicero Calderón: un asqueroso lodo biológico.

Aplastante, sí, ¿pero por qué el exabrupto?  ¿Por la crisis recurrente que en todos los órdenes cimbraba el país? ¿Por la pobreza, la  carestía, el desempleo? ¿Por la ingerencia de Washington en asuntos internos de este país? ¿Por  el borbollón de sangre, luto, dolor y lágrimas que producía la guerra particular del matancero hasta el grado de convertir la imagen de México en una verguenza internacional? ¡Qué mierda de gobierno!

El exabrupto, mis valedores, lanzado a unos metros de la residencia oficial de Los Pinos en junio del 2010, fue provocado por la injusticia a que se veían   sometidas las masas sociales. Porque la justicia es sangre y oxígeno de una comunidad que se agosta y erosiona cuando la privan del fruto dulcísimo de toda J

usticia. Qué lodo biológico el de un gobierno al que una sola ventaja le advertí por aquellos tiempos: que iba ya de salida. Así pues…

Un gobierno de mierda, fue el diagnóstico del padre de una de las 49 criaturas que fallecieron un año antes en la guardería ABC, de Hermosillo, Son. Qué justicia de mierda aplicó un carnicero ebrio (de poder) que por fin recibía a unos cuantos padres de las víctimas, un selectivo grupo de los que parecían menos dispuestos al linchamiento verbal. “Porque, se exasperaba Gabriela Warkentin en el matutino, se mantiene el cuidado de la imagen, de las palabras, de las presencias. Parálisis y mezquindad”.

Calderón prometió ir a Hermosillo en fecha próxima, pero más tarde en Los Pinos, por temor al linchamiento, se anunció su abstención. De puro lodo biológico sus compañones.

Fue aquella una entrevista a puerta cerrada, pero trascendió el diálogo entre los padres hoy huérfanos de sus hijos y el matador que intentó comprarles la conciencia:

– Les ofrezco Seguro Social para los niños lesionados.

– ¡Queremos Justicia!

–  Les ofrezco una ceremonia oficial el 5 de junio, con pase de lista de todas las víctimas, por riguroso orden alfabético.

– ¡Justicia! ¡Sólo queremos Justicia!

Demeritando la enseñanza oficial, el matarife elevó la oferta: “Que los sobrevivientes estudien en escuelas privadas”. Y a un año de distancia: “También les ofrezco que habrá apoyo psicológico para los menores lesionados”.

–  ¡Justicia!

– Puedo decretar el 5 de junio como Día de Luto Nacional.

Ellos, tercos: ¡Justicia!

– Les ofrezco estudiar las conclusiones de la Suprema Corte.

Porque a un año de distancia los magistrados emitían sus señalamientos sobre el almácigo de criaturas incineradas, mientras que a la Justicia le cubrían los ojos con una gruesa venda de fojas, folios y el ABC de la impunidad, como renegó alguno.

Es que en susurro se pronunciaba un nombre y se acallaba un apellido de prosapia sexenal: Gómez del Campo, Matilde. Mis valedores:

De ese tamaño es la complicidad que Peña estableció con el matarife, garantizándole una completa impunidad ante la violación sistemática de todos los códigos que el otro perpetró a lo largo de su gobierno. Con  esa oferta logró que en sus reformas el PAN le jugara el patético papel de colaboracionista, pero las consecuencias del silencio ante el zarzal de crímenes y delios impunes y del dolor de las víctimas le han desgarrado la nube color de rosa desde donde, abierto de brazos al mundo, Peña ofrecía el energético a los grandes consorcios petroleros. “¡Movemos a México!” (¿Hacia dónde?)

Con Calderón qué mierda de gobierno. ¿Y hoy? ¿Hoy qué? (Ah, México.)

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