La política, esa feria de las malas voluntades. La de Carlos Castillo Peraza y Felipe Calderón, pongamos por caso. Que después de la muerte del yucateco un día como hoy, 9 de septiembre del año 2000, el periodista Julio Scherer recibió una llamada telefónica de Calderón: “:Muy lejos uno del otro, sin más comunicación que la circunstancial, me transmitió su preocupación en un frase reveladora. qué pensaba Castillo Peraza de él. Respondí con la verdad.
Y cuál sería esa verdad, si el propio Castillo Peraza acusaba a su amigo y alumno de haberlo traicionado, lo que originó una pugna de la que en su momento se ocuparon los periodistas Julio Scherer y Alvaro Delgado, entre cuyos testimonios espigo los que creo que mejor evidencian el perfil del maestro y el del discípulo que lo violentó hasta el grado de hacerlo renunciar al partido. Castillo Peraza:
– México es un país en que la ley ya no es verdad, y la verdad todavía no es ley.
Según su propia denuncia, cuando Calderón le sucedió en la presidencia del PAN le fue restando margen de acción y agrió su permanencia en el partido. Tuvo que renunciar. Elocuentes sus misivas a Calderón:
“Tu ‘operativo’ (como presidente del PAN) no opera, Felipe, porque tus colaboradores esperan que tú digas qué y cómo, con tal de no recibir reprimenda pública. Tu naturaleza, tu temperamento es ser desconfiado hasta de tu sombra. Si te dejas llevar por ése no te asustes de no contar ni con tu sombra: ella misma se dará cuenta de que es sombra, pero que no es tuya; será sombra para sí, no tuya.
Llamó mi atención que (en la sede del PAN) campea un sentimiento de frustración, de hastío y de hartazgo en relación con tu modo de encabezarlos. Las quejas generalizadas son que, al parecer, nadie puede darte gusto, que das órdenes y las cambias, que pides trabajos intempestivamente –lo que frena las tareas en curso–, que invades las competencias de todos y cada uno de ellos, que los maltratas verbalmente en público y que mudas constantemente de opinión, tardas en tomar decisiones, das marcha atrás, no escuchas puntos de vista de tus colaboradores y haces más caso a asesores de fuera que a los miembros del equipo que quisiste fuese el tuyo. Se refirieron a contrataciones hechas por ti sin siquiera avisar al responsable del área afectada, y de ‘saltos’ de autoridad de tu parte y de parte de ‘Cocoa’, que producen desorden, inseguridad y disgustos en tu estructura ‘staff’.
Luego, en Cocoyoc, llamó asimismo mi atención un tema reiterado de conversación: el de las aventuras más que frecuentes –etílicas y demás– de algunos de tus colaboradores. Entendí o creí entender entonces por qué la vida comienza después de la 10 de la mañana en el CEN, e incluso a esa hora los escritorios están poblados de tazas de café, vasos de refresco y comestibles; porque es difícil encontrar a alguien entre las 3 y las 6 (a veces hasta las 7) y por qué en días como el de ayer, a las 8 de la noche ya no hay virtualmente a quién dirigirse en las oficinas de Ángel Urraza. También –al verte actuar y al verlos actuar a ellos– noté esa inseguridad de ellos, hija del sentimiento de desconfianza que se ha generado entre los miembros de tu equipo, de resignación y aguante leales, pero desalentados…
Me pareció desconsiderado de tu parte no haber acudido a la cita de anoche, sin siquiera haber avisado. Me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el presidente del partido (¡tú!) salió de la oficina ‘muy bien servido’”.
Tú, Felipillo de Jesús.
(¡Hic!)