Don Carlos Romero Deschamps

Conócete a ti mismo, aconsejaba el Oráculo de Delfos, que Sócrates tomó de divisa. y en conocer al humano se vienen empeñando todos los filósofos de todo tiempo y lugar. De Samuel Ramos a Santiago Ramírez  y algunos más, los estudiosos de nuestro país se han dedicado a rastrear desde sus raíces “el perfil del hombre y la cultura en México”. ¿Usted ha leído, La fenomenología del relajo o El laberinto de la soledad?  “Conócete”.

La filosofía, señor Romero Deschamps, ha producido también estupendos análisis acerca de la Etica, la Moral y otros valores de la axiología en estudios como el de los clásicos (Kant, Spinoza) y contemporáneos como Sánchez Vázquez y varios más, que ayudan en la casi imposible superación de una sociedad enferma como es la nuestra, que a pesar de nombrarse mayoritariamente católica muestra en sus hechos ser huérfana de valores, y ahí la lóbrega proliferación de parejas mal avenidas, embarazos de adolescentes, adicción al licor y otras drogas, a toda edad y nivel social. La corrupción en pleno, señor Romero Deschamps.

Para mí, hasta hace unos días, con las familias Salinas, Montiel, Fox, Bribiesca, Sahangún y tantísimas más, eran usted y sus críos todo un modelo de esa nauseabunda corrupción permitida por  una comunidad desidiosa. Pues sí,  mi señor, pero no.

Corrupto lo es, por supuesto, desde que era chalán de La Quina hasta que creó su propio estercolero,  y cínica es su corrupción, y ostentosa e impune, pero a partir de esta semana ya su merdosa condición no me escandaliza. ¿Y cómo, señor,  si “¡la  corrupción es un tema inscrito en el orden social y cultural,  un tema casi humano que siempre ha estado en la historia de la humanidad!” Ahora me explico, 15 meses después, que al ser interrogado en forma directa por los reporteros  sobre los lujos que exhiben usted, sus perros e hijos, el Peña de las síntesis filosóficas sobre la corrupción les haya salido con rodeos:

-A Carlos Romero Deschamps lo respetan los integrantes del Sindicato de Trabajadores Petrolero de la República Mexicana. Se trata de un dirigente trabajador. Tiene el respeto de su gremio.

Y ya. ¿Corrupto? Sí, por supuesto. ¿Pero no lo es toda la humanidad? Su corrupción, ¿no es un fenómeno cultural? ¿Por qué, entonces, el partido político de Peña no iba a absolver de corrupción al redrojo humano priísta  Cuauhtémoc Gutiérrez?

Yo, después de desechar las tesis de Paz, Villegas y algunos más sobre nuestras raíces, idiosincrasia y falta de identidad,  hoy reconozco en usted a uno de los mexicanos emblemáticos, que con toda razón pudiesen clamar con el clásico: “humano soy, y nada de lo humano me es ajeno”, porque es usted un mexicano universal, como lo pretendía Alfonso Reyes. Su biografía personal, señor Romero Deschamps, muestra estar corrompida hasta el tuétano de los entresijos, pero por eso es “casi humana,  inherente a nuestra cultura y presente en la…”

Para Peña tremendo dilema, señor: al embrocarse la banda presidencial juró cumplir y hacer cumplir la ley. Hoy  jura que antes de entregarlo a manos extranjeras va a eliminar la corrupción de PEMEX. La corrupción es usted, pero sus sinverguenzadas son culturales. ¿Entonces? ¿Cómo resolver el dilema?  ¿Cómo ir contra un bribón cuya corrupción es..?  A propósito:

¿Está enterado de cuál haya sido la respuesta de los periodistas que (¡en el recinto del Fondo de Cultura Económica, ese foro de cultura universal donde tengo varios libros publicados!) escucharon la afirmación presidencial? (¡Agh!)

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