Angélica Rivera ocupa la portada de la revista de modas Marie Claire. La Primera Dama de México es una mujer que se distingue no sólo por su belleza, también por trabajo a favor de los más desfavorecidos. (¡!)
Leí la noticia, examiné las fotos, y el espeluzno: ese fue el comienzo de una madona tiempo atrás insignificante, pero a la que levantó un bandazo de viento otoñal. Así inició su carrera como arribista aquella Marta Sahagún, ex esposa de algún Bribiesca, que con el segundo marido integró la esperpéntica “pareja presidencial” que manejó a México. Marta fue una logrera carente de escrúpulos cuya audacia la encaramó hasta Los Pinos, y que como primera dama desnudó su compulsión por el derroche y los lujos, el rastacuerismo y el afán protagónico. Marta, desde el poder, tejió su telaraña de compinchajes y complicidades, intrigas y maniobras politiqueras, acuerdos secretos y demenciales saqueos que han enriquecido a toda su parentela, y la devastación del erario páguelo un paisanaje pobre y empobrecido por la siniestra primera dama. En su momento lo denunció el articulista:
En La Jefa está el pasaje en que Marta le da 7 mil dólares en efectivo a Rodrigo, el hijo (sic) del presidente, para gastar en un viaje, o el que señala que a ese mismo Rodrigo, a quien Marta quería ganarse para que aceptara la boda con Fox, le regaló un reloj Rolex de 10 mil dólares. Inquietante también es la sugerencia de que Manuel y Jorge, los hijos de Marta, se han enriquecido de manera misteriosa en los años en que su madre ha ejercido el discreto encanto del poder. Mis valedores:
¿Recuerdan ustedes aquel sainete, el batacán y el boato, la estridencia, la prepotencia, la ostentación y el brillo postizo de una Sahagún que anocheció Cenicienta y amaneció reina de utilería en una corte de los milagros en donde todo existía, menos decoro? Soberana de sololoy y reinita de hojalata, a la buena Marta la enloqueció una abyecta adulación de periodistas alquilones, hermana mostrenca de lo estridente, vacío y ostentoso, tanto más sonoro cuanto más vacío. De tales destinos Shakespeare nos dejó constancia; de las abruptas mudanzas de la fortuna y de las metamorfosis que, al modo de Samsa el kafkiano, perpetran en el carácter débil, para perderlo, el poder excesivo y el dinero fácil.
¿Recuerdan ustedes la Guía de Padres de Marta, su Vamos México, sus apariciones en el cinescopio, su pepena de toda la morralla que produjo el redondeo en los servicios de bancos y supermercados? Marta Sahagún el ama de casa acalambrada de protagonismo que en la mañana encabezaba una ceremonia cívica para al mediodía presentarse ante sus aliadas Televisa y TV Azteca y a media tarde encabezar un mitin político. Qué tiempos aquellos, calamitosos para el país…
Yo tengo presente a la buena mujer encumbrada por el zafio de San Cristóbal, y que ya cuando andaba en sus días, en su periodo (en su sexenio con Fox) no remendó sus faldillas, pero sí la Carta Magnapara inventar “la pareja presidencial”, engullir los titulares de todos los diarios, parchar con su vera efigie las primeras planas, tomar por asalto la TV y atragantarse con las revistas de modas y el corazón, las Marie Claire de aquel entonces. Gárrula, extrovertida, diarreica en su compulsión por las candilejas, yo la soñaba, pesadilla atroz, ya posando sus dos reales en el sillón que Fox le había calentado durante seis años justos, los más injustos de todos hasta el arribo del carnicero del Verbo Encarnado, siempre ebrio.
(También de poder. Sigo mañana.)