El hincha, mis valedores. La nota del martes pasado nos llega desde Pekín: Van tres aficionados que fallecen por ver el Mundial. Los seguidores pasan varias noches sin dormir para ver en directo los partidos del torneo.
¿Cómo es el hincha? Dogmático, afirma el estudioso. Cree porque cree. Su raciocinio rudimentario escapa a la gravitación de otra fuerza que no sea su ciega pasión por su club. El hincha padece de un sentimiento de inseguridad y una carencia de identidad que lo lleva a buscar la tranquilidad emocional otorgada por su total dependencia e identificación con un grupo determinado. Considera la no pertenencia a ese grupo como fuente de desdichas. Cuanto más cerrado es el círculo más inflexible es la repulsa a todo aquél que no pertenece al mismo.
A propósito, y como para ilustrar lo dicho, va aquí un resumen de El hincha, que tal es el título de un relato del escritor argentino Mempo Giardinelli. Hoy, todavía impresionado con la enajenación, la indefensión y la dependencia que exhiben unas masas delirantes de pasión ante un equipo tricolor con vocación y aptitudes de mediocre, de acomplejado y de perdedor que prodigiosamente ha logrado un empate ante su similar de Brasil, juzgo el relato muy a propósito, porque delinea el retrato del fanático de un equipo de futbol; no ese espontáneo que a la manipulación patriotera de la televisión experimenta un repentino y pasajero fervor por el torneo internacional, sino el hincha, infeliz que nació con vocación de Perra Brava, hombrecillo que ha dedicado toda una vida de veneración y fidelidad al equipo de cuyos triunfos y fracasos se ha convertido en héroe por delegación.
De ese barro fue modelado El hincha, un Amaro Fuentes al que Giardinelli moldea con admiración y yo leo con la lástima que me producen los pobres de espíritu. Impresionado todavía por los excesos y desfiguros que el empate del TRI ha provocado en unas masas indefensas que así se dejan enajenar por el cártel de los merolicronistas, por que nos miremos en tan patético espejo y tal vez queramos, podamos reflexionar, va aquí lo esencial de El hincha, que arranca con la noticia: “El 29 de diciembre de 1968 el Club Atlético Vélez Sarsfield se clasificaba campeón nacional de fútbol. A la memoria de mi padre, que murió sin verlo campeón”. Y el inicio del cuento:
“¡Goool de Vélesársfiiil! –gritaba Fioravanti. (Aullaba el tal. Conozco su pinta de manipulador de aturdidos.)
– ¡Gol! ¡Golazo, carajo! –saltó Amaro Fuentes frente al receptor.
Avecindado en Asunción y nostálgico de su Buenos Aires, con el paso de los años se tornó un solitario, aferrado a una sola ilusión. La vejez le cayó encima con la debilidad de su vista, la pérdida de los dientes, la artritis. Como nunca había ahorrado dinero ni había sentido jamás sensualidad alguna que no fuera su amor por Vélez Sarsfield, su vida continuó plena de carencias. “Su cuerpo lleno de arrugas, su pasividad, su estoicismo, su mirada lánguida y esa pasión velezana que se manifestaba en el escudito siempre prendido en la solapa del saco…”
Y que el campeonato era lo único que esperaba de la vida monótona “que sólo se justificaría si Vélez salía campeón”. Y el final del relato: “¡Gool de Vélezsársfieeel!
Amaro, llorando, sintió que jamás nadie había interpretado tan maravillosamente como Fioravanti la emoción de un gol. Vélez se clasificaba, por fin, campeón nacional de fútbol. Segundos después de ese gol, cuando estaba por finalizar el partido, Amaro estaba de pie. (La suerte del infeliz, mañana.)