Que la memoria histórica no se nos muera. Rivera de San Cosme, 10 de junio de 1971. Un halcón en su libro Jueves de Corpus sangriento:
“¡Y llegó la hora cero! Cuando faltaban siete minutos para las cinco de la tarde arrancó la descubierta de la manifestación. Se empezó a escuchar el grito de guerra: ¡México, libertad! ¡México, libertad!
Los nuestros ripostaron: ¡Viva Nuevo León! ¡Viva el che Guevara! ¡Libertad para los presos políticos!”
Textual: “Soy estudiante del Poli. Lo que viví aquel Jueves de Corpus: a las 15:45 el camión en que viajábamos un compañero y yo entró a la calle de Cedro de inmediato advertimos que había mucha vigilancia policíaca.. Caminamos rumbo a la Av. Instituto Técnico y observamos que estaba llena de camiones de bomberos, carros de agentes y policías de tránsito. Nos internamos en Instituto Técnico y seguimos caminando rumbo a la México-Tacuba, en la que divisamos transportes de granaderos y 5 tanques, y en las contraesquinas del cine Cosmos grupos numerosos de jóvenes provocadores y armados con palos. Unos militares daban las órdenes y controlaban a todos los elementos policíacos y a los grupos de choque”.
La crónica del halcón: “Salíamos de nuestra trinchera. Porque ya listos para la acción. Yo había recorrido lo que sería el campo de batalla, y me había cerciorado de que no había gente sospechosa en los largos pasillos donde metí los halcones armados con metralletas y pistolas: esas vecindades cercanas son de lo más estratégicas por angostas y semioscuras. Me agradaron unas rejitas que están frente a la casa 268 de Alzate, desde las cuales se puede disparar como si fueran trincheras. La orden que nos dio El Fish”:
– ¡Pártanles todita la madre! Ah, pero a los periodistas patadas, golpes y romperles las cámaras. A ellos ni un balazo, ni una cuchillada.
El estudiante, actor y testigo y víctima de los hechos:
“Al llegar a la México-Tacuba se escuchó un disparo de lanzagranadas, e inmediatamente aparecieron, de atrás de los granaderos, unos mil halcones divididos en seis grupos, que portaban garrotes de bambú de dos metros, macanas y varillas forradas. Sus cargas eran respaldadas por descargas de gases lacrimógenos”. Uno de los halcones que rociaron de víctimas la Rivera de San Cosme: “A mí me sudaban las manos. Tenía seca la boca. Venían como diez mil estudiantes y gente del pueblo. Nada mansos se notaban. Algunos traían metralletas, palos, cuchillos, unos bultos. ¿Granadas de mano? Di el grito: ¡Halcones, halcones!”
El testimonio de un estudiante: “Oímos los gritos del grupo armado con palos. Iba por el cine Cosmos. Luego se oyeron los primeros disparos. De pronto parecía que los disparos provenían de todas partes».
El halcón: “Los estudiantes destruyen una panel de la policía; otros toman un camión con el que tratan de embestirnos a los halcones. Los repelemos. Nos lanzamos al ataque con todo. De atrás escuché el tableteo que hizo caer a medio metro de mí a un halcón herido con cuatro balas en la espalda y nuca. Ahogándose en su sangre que vomitaba con fuerza, pues estaba herido en los dos pulmones, me rogó:
– ¡Ayúdame… no me dejes… ayúdame, hermanito!”
La visión, la versión del estudiante: “Los halcones ahora volvían al ataque armados con metralletas y fusiles automáticos comenzaron a aparecer más halcones en las azoteas, disparando a diestra y siniestra”.
Como remate de la jornada: “Los halcones asaltan a balazos el Rubén Leñero y se llevan a varios heridos». (Mañana.)