El día de la libertad de expresión y de prensa, una celebración hoy totalmente obsoleta, apestosa a formol y a cadaverina. En el matutino:
La monotonía de la adulación y el invariable optimismo de los diarios serviles acabaron por hacer que sus opiniones sean rechazadas, sus palabras desconocidas, sus mismas informaciones tenidas por falsas o adulteradas. Está unánimemente condenado por su opinión, que al condenarlo condena naturalmente al gobierno que la inspira. En vez de amigos, el periódico de esta categoría sólo concita malas voluntades al Poder Público. Sólo en defensa de las leyes y al amparo de ellas un periódico se hará respetable y hará, por lo tanto, sus opiniones dignas de respeto.
Hermosos conceptos, y tan actuales; pues sí, pero lástima: se publicaron en el Excélsior de 1917, un matutino que noventa años más tarde publicó la expresión de uno de sus articulistas que se encenagó con el elogio a “la sonrisa de Calderón”.
Así hasta hoy día, con el cacareado Día de la Libertad de Expresión y de Prensa, o algo por ese estilo. ¿Aún no se habrá suprimido semejante exhibición de servilismo, sometimiento y cortesanía que algunos profesionales del periodismo le rinden al que a su hora y en mala hora y con métodos reprobables logró encaramarse a Los Pinos?
Semejante festejo, que ya apesta a organismo en descomposición, fue parido un día 7 de junio de 1951 por iniciativa de un falso coronel y siniestro hampón de la picaresca de la política y el periodismo, un cierto José García Valseca, que al arrimo del presidente en turno construyó el emporio periodístico de los Soles y el trafique anual de medallas y pergaminos con qué premiar a los periodistas tan voraces del chayo cuanto dóciles a Los Pinos. Semejante cooptación de conciencias se ha sublimado, de ser cierta la lista que acabo de recibir, porque ahora, además del sueldo que perciben en la fuente de radio y TV que los emplea, el gobierno les alquila la conciencia pagando el alquiler con nuestros impuestos. ¿Alguno de ustedes conoce la lista de marras? Abyección pura, lo único puro que tienen tales traficantes de la propia conciencia.
De los viejos tiempos me producen dentera los melcochosos conceptos de un periodista Manuel Lebrija, que así quemaba copal ante el entonces presidente Miguel Alemán:
– Al cumplir fielmente con los mandamientos de la ley, usted, señor presidente, ¡ha sabido convertirse en un centinela que mantiene viva la tea luminosa de la libre expresión del pensamiento que arde sobre todos los caminos de la república!
Nada menos. Y un Jorge Calvimontes, colega del anterior:
– El periodista es el cerebro, brazo y acción de la sociedad. Es el espejo de nuestro caos y de nuestra imposible ubicación sobre la certidumbre.
La opinión de Roberto Zamarripa, periodista:
-Los medios de comunicación están atravesados por la corrupción. Es un problema general que va de los chayos entregados a los reporteros, hasta las componendas entre los empresarios de la prensa y el poder político.
El periodismo. En 1999 Mario R. Méndez en la revista Por Esto: “Una madrugada me llaman y me dicen: ¿Cuánto te tocó? / ¿Me tocó de qué? / No había reconocido la voz. / No te hagas, que también tú recibiste tierras en Cancún. / Me empezó a sonar familiar la voz. / ¿Quién habla? Era El Mulixto, o sea Luis Donaldo Colosio, y me entera que Carlitos M. Navarrete recibió 300 hectáreas para guardar silencio absoluto sobre las actividades del narcotráfico en Quintana Roo”.
El periodismo, mi oficio. (Dios.)