Pasó la efeméride. Con la consabida cautela el Sistema de poder tuvo que referirse a la invasión de marines a la ciudad de Veracruz. Pero, mis valedores, semejante prudencia no es privativa del gobierno actual, que se manifestó con Fox cuando el malaventurado episodio del “comes y te vas” al comandante Fidel Castro Ruz, cuya presencia en México fue vetada por el norteamericano Bush junior. Pero sí, que la historia se repite. Décadas antes ocurrió, a decir del cronista:
“Solíamos hablar, entre nosotros, de atraer a Rubén Darío. Valenti, uno de los nuestros, nos oponía siempre con esta advertencia profética:
– No, nunca vendrá a México. No tiene tan mala suerte.
Rubén Darío vino a México, por su mala fortuna, en 1910, para la celebración del Centenario de la independencia, Fue enviado a México por el gobierno de Nicaragua.
Vinieron días aciagos; el Presidente Madriz cayó al peso de Washington, y el conflicto entre Nicaragua y los EEUU se reflejaba en México. La nube cargada estallaría al menor pretexto, y ninguna ocasión más propicia para desahogarse contra el yanqui que la llegada de Darío. El hormiguero universitario pareció agitarse. Los organizadores de sociedades, los directores de manifestaciones públicas habían comenzado a distribuir esquelas y distintivos. La aparición de Darío se juzgó imprudente; quedó detenido en Veracruz, y de incógnito pasó a Jalapa. Un hacendado lo invitó a cazar conejos…
Lo hicieron desaparecer y en la celebración del Centenario se encontraba en La Habana. Acosado por los periódicos, Federico Gamboa, el novelista y diplomático, tuvo que expresar su opinión. Como no había medio de salir airoso del trance contentando a todos, prefirió salir a lo discreto, resolviendo las preguntas del reportero en estos o parecidos términos:
– Es una verdad reconocida que todo problema de Derecho internacional debe plantearse de manera que las premisas correspondan exactamente a la realidad de los hechos, para que así pueda científicamente asegurarse, etc..
No quería molestar al gringo ni perder el tiempo en discutir, conforme a derecho, lo que estaba decidido ya conforme a prudencia. Darío iba a recibir más tarde un desagravio en los Estados Unidos. La Sociedad Hispánica de Nueva York, la Liga de Autores de América, la Academia Americana de Artes y Letras, lo saludaron con entusiasmo. Alfonso Cravioto, en nombre del Ateneo, fue hasta Veracruz a llevarle el saludo de los intelectuales. Darío:
“El Gobierno mexicano me declaraba huésped de honor de la nación. Al mismo tiempo se me dijo que no fuese a la capital, y que esperase la llegada de un enviado del Ministerio de Instrucción Pública. Entretanto, una gran muchedumbre de veracruzanos, en la bahía, en barcos empavesados y por las calles de la población, daban vivas a Rubén Darío y a Nicaragua, y mueras a los EEUU. El enviado del Ministerio de Instrucción Pública llegó con una carta del Ministro, don Justo Sierra, en que, en nombre del Presidente de la República y del Gabinete, me rogaba que pospusiese mi viaje a la capital. Y ocurrió algo bizantino: el gobernador me decía que podía permanecer en territorio mexicano unos cuantos días, esperando que partiese la delegación de los Estados Unidos para su país. Yo tenía mis razones para creer más, porque me daba a entender que aprobaba la idea mía de retornar en el mismo vapor para La Habana.
Hice esto último, pero antes visité Jalapa, que generosamente me recibió en triunfo, y el pueblo de Teocelo, donde fui aclamado”.
Es México, mis valedores. (Y qué país…)