Tal ha sido siempre el propósito de los Estados Unidos en lo que se refiere a las tales reformas que impone al país con la mano de sus gerentes con domicilio temporal en Los Pinos. Reformas tan lacerantes para la conciencia nacional como la educativa.
“La privatización de la educación (su conversión en mercancía); su sumisión bajo los dictados del Banco Mundial, cabeza de lanza del Estado global en la imposición de los intereses transnacionales y su creciente subordinación a los intereses particulares, sobre todo del clero católico y del capital privado, son las grandes tendencias retrógradas observables actualmente en la transición de la identidad nacionalista-latinoamericana, hacia la nueva identidad del adaptable worker, cuyo norte es EU”.
(Y qué decir de esa reforma energética que desde ahora provoca zozobra, desconfianza y el descontento de las clases sociales de nuestro país)
El objetivo era “atar a México a las reformas” de los 80s. que había reducido considerablemente los salarios y enriquecido a un pequeño sector de la población y a los inversores extranjeros. Se advertía que “una apertura democrática” en México podría poner a prueba la relación especiales, si llevara al poder a un gobierno interesado en desafiar a EU. Por razones económicas nacionalistas”. A México se le ató con obligaciones contractuales; México fue saludado como un triunfo del libre mercado y un modelo para otros hasta que su economía se colapsó en 1994. Los vítores resuenan de nueva cuenta, mientras que los salarios han caído más de un 25 % desde el primer año del TLC.
En los años 90 la resistencia de los movimientos sociales fue contra el modelo neoliberal que entonces se asociaba con los planes de “ajuste estructural” emanados del Monetario Internacional y apoyados por el Banco Mundial. Hoy vivimos una “ola de libre comercio” que ha rebasado con mucho el significado tradicional del término libre comercio y que hoy significa no sólo y no tanto comercio, sino la proyección global de una estrategia de dominación imperialista que utiliza el neoliberalismo como su modo de ser, pero que se ramifica y extiende, constituyendo un verdadero paquete integrado.
A cambio de sus préstamos, el Monetario Internacional impone la “liberalización”, una economía abierta a la penetración y control de los Estados Unidos, recortes agudos en los servicios a la población, etc. Estas medidas afirman aún más el poder en manos de las clases opulentas y los inversionistas extranjeros, y refuerzan las sociedades de dos niveles clásicos del Tercer Mundo: los super-ricos y una clase relativamente cómoda que los sirve, y una masa enorme de gente empobrecida, sufridora.
Las privatizaciones y el desempleo causados por las reformas del mercado ofrecen a las empresas una mano de obra barata, educada y fácil de explotar. A los obreros oeste-europeos que insisten en sueldos, prestaciones y vacaciones, se les amenaza: si demandan salarios altos nos vamos a México. “Hay muchos recursos para llevarse, y muchos trabajadores baratos para las plantas de montaje, pero primero les impusimos el sistema capitalista. No lo aceptamos para nosotros mismos, pero sí para el Tercer Mundo. Ese es el sistema del FMI. Al conseguir que lo acepten, podremos explotarlos fácilmente, y procederemos como con Brasil o México”. En su momento lo afirmó George Soros:
La verdad es que hoy los intereses que apuntan a una competencia sin reglas hablan en voz más alta que nunca y son más influyentes que nunca.
(Esto sigue el lunes.)