Y quién lo dijera, mis valedores: tanto Obama como Francisco el pontífice ablandan tabús y prejuicios y se muestran menos contrarios al homosexual, su pareja y los hijos adoptivos. Perfecto.
Fue en este mismo mes, pero del 2006, cuando la Asamblea Legislativa del DF aprobó la postergada Ley de Sociedades de Convivencia, y yo dije y digo a todos ustedes: el inválido, la mujer y la empleada doméstica, los denominados “grupos lésbico-gays” han sido hasta hoy víctimas propicias de marginación, mofa y befa, desprecio y piedra de escándalo. Y el revuelo que dicha ley provocó en el alto clero y las agrupaciones ultraderechistas. “¡Es un lobo con piel de oveja! ¡Tus hijos se verán afectados por acciones y leyes consecuentes que permiten que niños sean adoptados por parejas homosexuales! ¡Ya hay talleres dirigidos a niños que inculcarán la homosexualidad en escuelas, y si dos homosexuales actúan de manera inapropiada públicamente, la ley los defenderá, sin importar lo que tus hijos están viendo!»
En los medios de acondicionamiento social: “Diez tips (dicho a lo gringo de pacota) para salir del clóset”. Y el número 9 de los tales “tips”: “Si quieres salir del clóset con glamour, di a tus familiares que eres actor y les puedes dar pases gratis para que te vean en algún foro café de la Condesa, montando Edipo gay«.
¿La razón de la homofobia que padece esta machista sociedad? Así la explica J.F.G Escobedo en su ensayo aún inédito en nuestro país: Identidad latina:
“Aun cuando el clero, con sus religiones, dice que somos enfermos, no puede probarlo, son sólo afirmaciones gratuitas. Lo absurdo, lo paradójico es que la iglesia católica, que como toda religión de Estado nos odia a los homosexuales, se sirvió de miles de artistas homosexuales en la historia para fabricar sus maravillosos templos y palacios. Miguel Angel es un ejemplo.
Nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. En el siglo XVI el Soldado Cronista conquistador de Méjico-Tenochtitlan, don Bernal Díaz del Castillo, en su mayestática obra maestra de la literatura universal denominada Historia Verdadera de la Conquista de la Nueva España (…), dice que habiéndose reconciliado después de encarnizado pleito con el Gobernador de Cuba Diego Velásquez durmieron juntos para señalar su entrañable amistad estos concuños, pues eran casados con dos hermanas.
Jerónimo de Aguilar aprendió la lengua maya después de haber vivido como esclavo de un cacique en Yucatán. Jerónimo cuidaba las indias del serrallo de ese reyezuelo del sureste mexicano, pues el monje se caracterizaba por ser piadoso y respetar a las que andaban ellas todas desnudas.
Estamos ciertos que sólo son eufemismos para evitar declarar que era homosexual y, evidentemente no tenía pulsión por la mujer este dulcísimo hombre; por ello en los libros españoles, que son los documentos con los que contamos, suelen emplearse términos cristianos como piedad, virtud y respeto, pues de quien siquiera se insinuara que era gay y acababa en las mazmorras del Tribunal Del Santo Oficio de la Inquisición, quien después nos pasaba a la Sala del Tormento y finalmente al cadalso o a la hoguera, sólo porque nosotros vamos contra los designios divinos del dios según las religiones judeo-cristianas, quedando aquí comprendida la mahometana.
Y que nuestra historia mejicana está henchida de pasajes grandilocuentes en este rubro, en este campo tan delicado de la homosexualidad. (Sigo después.)