¿Peña Nieto? Como relojito…

Malhaya sea mi costumbre de cumplir años, hábito pernicioso que va a dar conmigo en la tumba. Fue el 21 de septiembre. Nallieli ciñó en mi muñeca un hermoso ejemplar de Cartier, tepiteño de origen: “Para que mires la hora en que te sigo amando, mi valedor”. Ella, mi única…

Y qué bello aspecto del Cartier, y qué precisión con la que arrancó a galopar, precisión que sostuvo el tanto de seis, siete horas, porque ya después… Acudí al relojero, y él: “En dos días lo va a tener marchando como relojito”.

Tres meses después pude abrochármelo (el reloj) en la muñeca. Pues sí, pero tras un arranque indeciso, el tepiteño ya atrasaba, ya adelantaba, ya se negaba a dar un paso más, hasta que en mala hora dejó de funcionar. Yo, por teléfono:

– ¡Se me paró, señor! ¡A las 11:43!

Y que lo viera por el lado positivo. “Un par de veces al día, a las 11:43 de la mañana y a las 11:43 de la noche, su mollejón va a darle la hora exacta. Algo es algo, dijo el diablo, y… ¿Se sabe el albur?”

Colgué. Pero yo no soy de los que se rinden. Ahí me tienen con el cebollero en la diestra (cachicuerno, 16 pulgadas de largo, con un letrero que dice: “Yo soy como el camalión, chiquito pero cabrón”). Y esto fue menear resortitos, jurgunear engranes, ajustar áncoras, bornear manecillas y enchuecar espirales, hasta que el diminuto universo volvió a caminar. Perfecto. Como caminar, mi molleja camina, sí, pero ya adelanta, ya acelera, ya recula, ya trota o se frena, ya galopa o gazapea, o se para de pronto para luego pegar el súbito arrancón, en estampida; luego avanza a media rienda corcoveando como cuaco pajarero, y se adormece y se muere para revivir con una marcha pareja, uniforme. Sí, pero todo esto en reversa, reculón que no fuera. Ah, pero qué hermoso mirábase ceñido a mi zurda, con su legión de romanos (los números), su carátula de un blanco marfil y su hechura escandalosamente nacional. Y “Lo echo enM exico esta vie necho“…

Ayer fui requerido para una entrevista de prensa con cierto corresponsal extranjero de apellido Yoshio, Tétzu, Matzumoto, Matzutula  o Tulas de esas. Fanático de la puntualidad, llegué a la cita con hora y cuarto de retraso, y es que el mollejón me juraba ser ligeramente pasado el mediodía, cuando el mediodía estaba más pasado que chavo con bolsa de chemo en mano. Impaciente, el nipón susurró algo en su lengua; por aquello de las dudas se lo reviré en la mía. Y que enciende la Sonny, y que arranca la entrevista.

– ¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad?

Por mi Tula madre tuve que jurárselo, y  Matzumecha: “¿Peña ha cumplido a los mexicanos todas  sus promesas de candidato?»

Tragué saliva. Lo notó Matzurita. “El juramento, acuérdese. ¿Con la captura de la Gordillo Peña inició esa verdadera campaña anticorrupción que precisa el país? ¿Abarcó a otros sinverguenzas como Deschamps, Salinas, Fox, Montiel, la Sahagún y los hijos de toda su reverenda Marta o fue sólo un vil ajuste de cuentas?  Decir la verdad, acuérdese.

¿Decir la verdad? Por decirla me  chisparon de TV., radio y periódicos, que sólo con un cachito de Radio UNAM me he quedado. Pero cómo zafarme del juramento. Seguí chiquiteándome aquel negro fuerte y bien caliente (el café). Y qué hacer. Ilumíname, San Juditas Tadeo. Y sí, me iluminó. De ganchete observé mi Cartier. «¡La campaña anticorrupción de Peña  marcha como relojito! Como este, mire».

– ¿Por su madre lo jura?

– Y por la suya. ¿Geisha, sigue ejerciendo?

(Después.)

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