Esta vez, mis valedores, tomo los datos de reciente explicación de Manuel Añorve, doctor metido a político, respecto a octubre como el mes dedicado a la atención de la mujer en cuanto al cáncer de mama y demás afecciones. Y si hablamos de mujeres, lo afirma Marx, categórico: La relación más directa, natural y necesaria es la de un hombre con una mujer.
Y F. Engels:
La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de los hijos (…) La primera opresión de clases coincide con la del sexo femenino por parte del masculino.
La mujer. Una de ellas reclama a los machos, sus victimarios:
– ¿Así que ustedes respetan a la mujer? ¿Cómo, si el machismo sigue existiendo? En México jamás serán iguales los derechos de la mujer aunque ella siempre haya sido más inteligente, más fuerte, más autosuficiente. La mujer siempre ha estado y estará relegada. Ustedes siguen creyendo que la mujer sirve sólo para tener hijos y quedarse en su casa. ¿Y así se llenan la boca exaltando nuestros derechos? Cada día veo una ciudad donde las mujeres nos tenemos que cuidar de los cuerpos represivos oficiales, de los rateros, los asaltantes y violadores, donde se torna más agresiva la convivencia social. Y así, ¿todavía se atreven a exaltar unos pretendidos derechos de la mujer?
Ella. Su lucha se desplaza a flujos y reflujos que desmayarían a quien no fuese mujer y no tuviese su temple. Mis valedores: ¿ha avanzado la lucha de la mujer por emanciparse de su macho atrabiliario, prepotente y sobrón? De avanzar, ¿cuánto ha avanzado? En busca de respuestas me topo con el ensayo que sobre el machismo publicó hace algunos ayeres Rosa Marta Fernández: “Hemos vivido por siglos en una cultura sexista, discriminatoria de la mujer, creada por una sociedad patriarcal que se originó en las primeras divisiones del trabajo y se consolidó al surgimiento de la propiedad privada”.
Van aquí algunos botoncillos de la abrumadora cultura sexista con la que La Biblia, Sófocles, Esquilo, escritores de tanto respeto como Tertuliano y San Jerónimo y, lo inaudito: diversas mujeres, denostan y “justifican” la opresión de la mujer. Así, Octavio Paz:
“Prostituta, diosa, gran señora, amante (…), en un mundo hecho a la imagen de los hombres, ella es sólo un reflejo de la voluntad y querer masculinos. Pasiva, se convierte en diosa, amada, ser que encarna los elementos estables y antiguos del universo: la tierra, madre y virgen».
Virgen y madre. San Jerónimo: “La mujer es la fuente de todos los males, porque por ella entró la muerte en el mundo».
Y detrás de tal dogma, tan difundido cuanto embustero, se manifiesta Tertuliano, el defensor de la tolerancia, y válgame: “¡Mujer! Tú deberías vestir siempre de luto y llevar harapos, deberías mostrarte siempre a nuestra vista cual penitente que purga con sus lágrimas la falta de haber causado la perdición del género humano! ¡Tú eres, en fin, causa de la muerte de Cristo!»
Tufaradas de mal aliento de machos como la sexista psicología de Weininger: “La mujer se consume en la vida sexual, en la esfera de la cópula y la multiplicación; en sus relaciones como esposa y madre. La mujer no es otra cosa que sexualidad; el hombre es un ser sexual, pero también es algo más. La mujer es sólo sexual, el hombre es también sexual. El hombre tiene un pene, pero la mujer, vagina (¡!). Las mujeres no tienen existencia, ni esencia; son nada. Se es hombre o se es mujer, según se sea o no se sea”.
Execrable, ¿o no? (Volveré con el tema.)