¡A opinar!

¿A opinar? ¿Y permitir que la invasión del Sistema alcance hasta nuestros pensamientos? ¿Qué seguirá después? Por otra parte,  ¿qué tanto sabemos del tema que se nos propone? ¿Podremos, en un ejercicio de honestidad, contestar que de ello nada o muy poco sabemos? Ah, los sondeos de opinión en este país, mala copia del original extranjero…

Los sondeos son una expresión del poder de los medios de comunicación sobre el pueblo. Son simples «rumores»‘, opiniones débiles, deformadas, manipuladas y desinformadas.  Opiniones ciegas.

Ciegas les llama el investigador G. Sartori, porque la gran mayoría de los interrogados desconoce los temas sobre los que se le pregunta, y es así como la plaga de  encuestas, de sondeos de opinión que, imitación de formas ajenas, ha cundido en el país, no pasa de ser un recurso más del Poder contra las masas sociales. Cuidado.

Al tema aludí hace unos meses apenas, pero yo imaginaba que semejante plaga importada cesaría con el pasado proceso electoral. Me equivoqué, y lo que en materia de encuestas acaba de llegarme al correo renueva mi asombro ante la audacia del preguntón y la falta de autocrítica del entrevistado.

Nada es obstáculo para que cuando un encuestador empieza a preguntar surjan opiniones inventadas en ese momento.

«¿Qué sabe usted del tema?», debería ser, repito, la pregunta clave en las tales encuestas de opinión. El resultado, afirma Sartori, es que la mayoría de las opiniones son frágiles e inconsistentes y que  se expresaron en relación  a unos temas que se desconocen de manera total. Pero aquí lo inaudito, mis valedores: en la presente encuesta el preguntón interroga acerca de un tema por demás oscuro, de muy difícil comprensión: el trafico de influencias que se genera tanto en el gobierno como en la iniciativa privada.  Y el grotesco surrealismo de los resultados en el resumen que publica la casa encuestadora:

«En la percepción de la opinión pública, las relaciones cercanas con funcionarios del gobierno son las que se utilizan con mayor frecuencia: 30% de la población aprecia que ‘siempre´ se dan este tipo de relaciones con servidores públicos, 18 % cree que ‘casi siempre’ sucede (18 por ciento, conste, no 20, no 15. 18 por ciento); 14 % opina que ‘rara vez’.

En contraparte, son pocos los entrevistados que observan tráfico de influencias en el sector privado: 41 % piensa que ‘nunca’ se utilizan las relaciones con familiares, amigos o conocidos que trabajen en una empresa privada, 18 % opina que esto sucede ‘rara vez’; y 16 % advierte que ‘siempre’ y ‘casi siempre’ hay uso de influencias en empresas o instituciones privadas.» (¡!)

«¿En qué nivel de gobierno considera que se dan más casos donde se usan ilegalmente las relaciones con funcionarios del gobierno para verse favorecidos o recibir un trato especial: en el gobierno federal, en el gobierno estatal o en el gobierno municipal?» (¡!)

Audacia en el tema de consulta y falta de pudor de la casa de encuestas para hacer públicos semejantes resultados:

«En el gobierno federal: 20 por ciento. En el gobierno estatal: 13 por ciento. En el gobierno municipal: 19 por ciento. En todos: 38 por ciento. En ninguno: 1 por ciento. No sabe: 9 por ciento».

«Creo que somos muchos, afirma Sartori, los que estamos de acuerdo en que la sondeo-dependencia es nociva y que las credenciales demócratas de semejante instrumento son sólo espurias«.

Pero a opinar se ha dicho. ¿No es una práctica corriente en EU? ¿Entonces? ¿Por qué ser menos nosotros, gringos de segunda? ¡A opinar! (Uf.)

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