Una lady más

Asumiré el liderazgo en la protección de los sectores más vulnerables de la población mexicana.

(Allá por el 2007 Antonio Morales de la Peña, por aquel entonces titular de la PROFECO.)

Y ahora en entredicho la Procuraduría Federal del Consumidor. Un incidente escandaloso acaba de ocurrir con cargo a la tal, que involucra directamente a  Humberto Benítez, su titular.

Que el susodicho se reponía de una intervención quirúrgica y no ordenó la clausura arbitraria del restaurante Maximo Bistrot. Que fue la hija Andrea quien ordenó a unos operadores serviles efectuaran la clausura porque no la atendieron según exigía.

Así pues, mis valedores, ¿quién manda hoy día en la PROFECO? ¿No advierten ustedes descuido, desorden, arbitrariedad, abuso de autoridad, atribuciones indebidas y una sobre-reacción propiciada por el vacío de poder existente dentro del organismo federal? La respuesta oficial, ¿estará a la medida del nuevo PRI o del PRI autoritario de los viejos tiempos?

Van, a propósito, ciertos sucesos memoriosos que de pronto nos vuelven de revés, nos obligan a mirarnos de piel adentro y, el ánimo en posición fetal, nos tornan melancólicos porque en el recuerdo y a contracorriente del tiempo  somos jóvenes otra vez, y otra vez  adolescentes, y felices de nueva cuenta. “¿Te acuerdas..?»

Me acuerdo, y el incidente de la PROFECO me iluminó la memoria: ¿qué habrá sido de aquella frutal sota moza, la María Antonia que nos acababa de llegar al edificio de Cádiz? Y a mí, ¿qué fue lo que me obligaba a contemplar a la recién llegada, madura mujer de formas todavía muchachas? ¿Fue su modo de mirar, su dejo en el habla? ¿Fue en mi lengua el regusto del agua de menta y azahar que me ofertaba? Como si no lo supiera: fue esta intolerable soledad, y no más. Ahí, en mi ventana, la luz mortecina del último sol. Pero sí, ahora paso a explicarlo.

– ¿Ya vio esta mala noticia, señor bigotón?

(Solos ella y yo en mi depto. de Cádiz recordé el letrero en la trasera del camión materialista; “Las goza quien las merece, que yo, con verlas, descanso”. Y aquel suspirillo…)

Leí: «La Proc. Federal del Consumidor vigilará que no se alteren los precios.

De lo eficiente que es la PROFECO, esa Procuraduría del consumidor que, según su titular, “asumirá el liderazgo en la producción de los sectores más vulnerables de la población mexicana”, me hablaba aquella tarde la Maritoña, mi vecina reciente. Un discreto mordisco a las partes pudendas de un burro de buen tamaño (con galletas de animalitos acompañaba la infusión).

Pero ahí mismo, la nota alentadora. Leí en alta voz:  «La PROFECO vigilará que no se alteren los precios, pero de las 70 mil tortillerías que existen en el país apenas monitorea 206 establecimientos”.

La María Antonia se encrespó: «¿La PROFECO, dice la nota? ¿Esa va a velar por nosotros frente a los carbonosos encarecedores de la canasta básica? No mechinglés, que por propia experiencia sé lo que vale la tal PROFECO. De esa precisamente, qué coincidencia, acabo de recibir este oficio, véalo usted».

Un documento pringado de sellos, matasellos, logotipos, anagramas, aguilitas tricolores y ringorrangos de rúbricas como orinadas de perro impaciente. “Dir. General  de Quejas. En relación a su queja, le solicitamos indique el domicilio del proveedor a fin de tramitar debidamente su declaración».

Y que atentamente, y unas siglas y una fecha de aquel entonces sobre el texto de la denuncia: «La leche la dan adulterada y a la compra de menos de un cuarto la venden a tanto más cuanto». (Mañana.)

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